Algo sobre ciencia y nuestra naturaleza

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Estimado amigo: Ya no estoy en condiciones de pleitear por salirme con la mía, así como supongo que usted tampoco. Su mensaje merece respuesta, y eso hago. Pero de forma corta, y deseando no complicarme en cosas abstrusas o teologías.

 

Cuando me habla usted de ciencia versus fe, lo hace desde un prisma muy restringido. Para usted no existen nada más que los fallos de la iglesia, las enormes riquezas que dice que tiene, y el hecho de que no lanza alegremente al aire las lacras que en su mismo seno se producen por hombres como usted y como yo. Falibles, personas humanas, al fin y al cabo.

 

Yo no quiero andar por esos caminos. Lo que haya hecho un cura o un pastor,  (lo digo con todo respeto) o cualquier miembro de una comunidad cualquiera no me incumbe;  creo que la comunidad afectada hace muy bien, con no airear asuntos tan graves y enojosos, propios como digo, de nuestra general y corrompida naturaleza y flagrante debilidad. Se hace lo que se puede, para paliar estas lacras, y nos confiamos a  la misericordia de Dios que tanto necesitamos todos.

 

Somos casi dos mil millones de cristianos, o que se llaman así y, claro está, seríamos ángeles si no hubiese fallos. En nuestra fe lo admitimos, porque si fuéramos perfectos ¿para qué murió Cristo? Es cierto que dio las más sublimes ordenanzas, previsiones o profecías cumplidas y por cumplir, pero nunca confió en nuestra corrompida naturaleza. El nos conocía muy bien: y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. (Juan 2:25)

 

En nuestra naturaleza perdida, como pecadores y opuestos a los designios de Dios para nosotros, solo quedaba la muerte el viejo hombre que nos llevaba a los desordenes y perjuicios más terribles. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos… (Colosenses 3:9) Eso hizo Jesucristo, ofreciendo como Sumo Pontífice, y recibiendo el sacrificio como persona de La Bendita Trinidad;  y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. (Hebreos 9:12).

 

La Ciencia, amigo mío, ha hecho prodigios, y solo en mi vida, he visto los progresos más profundos de la técnica, pero la ciencia así concebida no ha progresado nada. Y aun la técnica no sabe o no quiere hacer que el CO2 se recoja y no contamine, por que ella misma está contaminada. De otras muchas cosas, ni se las menciono porque ya sé que las conoce tal vez mejor que yo.

 

La ciencia ha hecho la bomba nuclear, las armas más sofisticadas para matar más y mejor; No es necesario que le haga un siniestro catálogo. Es palmaria la prepotencia del que más poder tiene, como sería la del que no tiene tanto poder, y codicia tenerlo para lo mismo.

 

No hay inocentes, amigo mío; no somos inocentes. Mire usted su vida por dentro (como yo la mía), y su misma conciencia le dirá tantas cosas como hizo mal, y cuantas otras más podría haber hecho mejor. Necesitamos un redentor y ya está provisto por el Creador de sus criaturas.

 

¿Ignorancia propia de la juventud? ¿Miedo de la vejez? ¿Ambiciones disparadas en los maduros? Todo eso, es el gusano que roe los cimientos de la sociedad, y solo el seguimiento de las normas para vida que Dios nos entregó, es la forma de mejorar este «galimatías» en donde estamos sumergidos.

 

Corrupción, injusticia, venalidad, ignorancia culpable, egoísmo, desprecio por lo que no es ventajoso para uno mismo, etc. son los puntales donde se asienta esta sociedad, como muy bien expresaba el magnífico Fernández Flores en su libro Las siete columnas, que no es ni más ni menos que el espejo de una sociedad, que basa su prosperidad en los siete pecados capitales. Soberbia, avaricia, etc.

 

Quite usted estos pecados de esta sociedad, y el desplome es seguro; porque está basada en la marca de Caín, en el fruto de su propia independencia de Dios. O llegar a una sociedad genuinamente cristiana que guardando el amor como premisa fundamental, haga de este «embrollo», (como nudo gordiano), una sociedad más tolerable y más cercana a Dios como supremo regidor.

 

Hay sitio para todos decía Gandhi, y es cierto. La ambición es la que pone las barreras, las alambradas, y como dice el poeta con mucho acierto según mi criterio.

 

El hombre, a quien el hambre de la rapiña acucia,

de ingénita malicia y natural astucia,

formó la inteligencia y acaparó la tierra.

¡y aún la verdad proclama!

¡supremo ardid de guerra!.  

 

A.     Machado

 

               Un toque bíblico: 

 

¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.

Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura.  

Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos.    

Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. (Romanos 3: 9 al 20, y contexto) 

AMDG