Enfermedad y muerte social

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

No seré yo el que ponga trabas al noble entusiasmo que embarga a los que, haciendo caso omiso a las circunstancias sociales, esperan una rectificación en la sociedad, que nunca a mi juicio se va a producir.

Si leo bien la Escritura y los santos padres de la Iglesia, veo que los designios de Dios van por otros caminos, y sus pensamientos son muy distintos de nuestros pensamientos.  (Isaías 55:8)

Una sociedad maltrecha, incapaz de salir por sí sola de la corrupción que reina sin apenas trabas, y donde se pone al zorro a vigilar a las gallinas, no es posible que se arregle.

 La bellas palabras, que se repiten hasta el hartazgo y a veces hasta la indignación, son solo placebos y el «aquí no pasa nada». El mundo sigue andando a su paso, y los muy meritorios esfuerzos que se hacen para tapar brechas de hambre, injusticia, desidia egoísmo rampante, mentira institucionalizada  y promesas fallidas una y otra vez, no bien acaban por taponar algo algunas brechas cuando en el barco de la humanidad se abren otras más peligrosas y difíciles de taponar.

La guerra merodea alrededor de los que más seguros se encuentran, y cuando se llama la atención por ello te tildan de loco: eso es de otros tiempos- te dicen- ignorando voluntariamente la multitud de guerras de diversos tamaños e intensidad, que existen continuamente en muy distintos lugares del planeta.

Unas sociedades que han dado la espalda a Dios, y solo tangencialmente lo tratan en la Iglesia  y reuniones de compromiso. La Eucaristía, ya se toma con una indiferencia letal, ignorando las sobrias pero severas amonestaciones de la Escritura. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. (1ª Corintios 11:29).

La gente acude a comer el pan de Cristo, con una indiferencia total (hay muchísimas y excelentes excepciones), sin arrepentimiento; sin confesión previa, tan necesaria para acudir a comer y a beber con la comunidad, con la conciencia tranquila y limpios por el arrepentimiento.

Una sociedad hedonista, en donde «tanto tienes, tanto vales» Que solo busca el lujo indecente, y en donde se venden las revistas que cuentan los chismes de las «estrellas», porque eso es lo que pide la «gente del pueblo». La televisión machaca con eslóganes que incitan al consumo, o a la imitación de los grandes; «porque tú lo mereces» es uno de ellos; «disfruta ahora y paga después»; y tantos que movilizan los deseos de la gente a «vivir» como esos chicos y chicas, tan perfectos tan alegres, tan felices, y todo esto bajo la filosofía de «eso de Dios», es una fábula de curas que van a lo suyo.

Una filosofía, que hace escarnio de cualquier caso de dejación de funciones, o de clara vulneración de los deberes de los clérigos, en donde se ceban con regocijo y tremenda insistencia, exagerando muchas veces lo que son solo caídas humanas y (sin paliativos), verdaderamente vergonzosas, de hombres y mujeres que militan en la religión. Las demás caídas, son para ellos  cosa natural, y hasta aplaudidas por muchos.

Y no nos engañe esa dulzona, y nada sincera proclamación de derechos de todo el mundo, porque nadie los siente. Pero a fuerza de proclamarlos; «la gente va, donde va Vicente; y Vicente va, donde va la gente», que dice el refrán.  Hay casos en que se pagan cantidades astronómicas, por el placer de comer carne de animales en trance de extinción.

La gente cree, que estas desviaciones sociales son de ahora y que todo es nuevo, pero ya desde antiguo los cananeos, babilonios, etc. y hasta los hebreos corrompidos, también las practicaban. Como ellos, nosotros los que vivimos estos tiempos, también hemos de sufrir las admoniciones de Dios, y nuestras obras tienen consecuencias desastrosas, no solo para el prójimo, sino para nosotros mismos. El dicho antiquísimo de: «en el pecado va también la penitencia» es una verdad patente.

De la educación no hay ni que hablar, porque enumerar el cúmulo de obscenidades que se vierten en algunos colegios, sobre la religión, la evolución, o la infinitud del crecimiento humano, es infumable. «La Constitución que nos hemos dado» se dice continuamente. El ser humano ha prescindido de Dios. Es por eso que vemos muy cerca de los grandes hoteles, a gentes que rebuscan en los contenedores de basura, lo que han tirado los pudientes que pagan una fortuna por un plato de algún manjar exótico. Eso sí; a condición de que solo lo coman ellos y los que son como ellos.

Indignante, es comprobar que los más viles entes de todos los sectores de la sociedad, no se cansan de decir: «si todos ponemos de nuestra parte todo andará mejor»; han descubierto la «pólvora sin humo» que canta el dicho. Un día un crítico de un libro de mi autoría, puso la guinda al final de su comentario. Al hacer el panegírico terminó diciendo: «si todos fuéramos mejores el mundo mejoraría»; le salió redondo el «descubrimiento». Cosas parecidas, se oyen y leen continuamente en los periódicos y otros medios de comunicación.

Así andan tantos, queriendo embutirnos la idea de que los hombres cambiarán por proceso evolutivo, y no por la acción de Dios y de su Cristo, en la tan esperada y gloriosa venida. Nosotros aceptamos todo lo que no quite el protagonismo a Dios y la acción de Jesucristo. No somos cerriles, ni desechamos nada que aporte algo positivo para el bien de los hombres.

Ándense ellos, fracasando constantemente desde milenios, y sigamos los de Cristo esperando en Él, con una conducta que refleje su gloria y que (esta vez sí), haga de este mundo perdido, un lugar si no perfecto, sí  mucho mejor en donde el Reino de Dios sea, no solo aceptado, sino también proclamado. Por que el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. (2ª Corintios 3:17).

 Un toque bíblico.

Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.

Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?

Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.

   Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.

Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. (1ª Corintio 18 al 25 y contexto)

AMDG