El infierno ¿mito?

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

El infierno ha sido siempre objeto de dos tendencias principales de interpretación. Hay muchas más como la teoría del "reciclaje", las tópicas de fuego y azufre, que solo era una imagen de lo que podían los escritores del tiempo exponer como algo terrible y destructor, y desde luego la del incrédulo que cree que eso son chismes, y que cuando uno muere se acabó y solo queda "polvo al polvo".

 

Entre tantos intentos de cualificar y cuantificar el tormento o la duración de él, hay muchos términos medios. No hay que intentar ni escribirlos. La destrucción eterna tampoco encaja en muchas mentes, porque sería injusto dicen que unos fueran llamados, y otros destinados desde el principio a la perdición.

 

Yo que no soy teólogo (y Dios me libre de serlo), solo me acerco al tema, con la conciencia de que solo en la Escritura nacen casi todas las formas de revelación, sin que desde luego se puedan desechar muchas posteriores a la Biblia. Dios no hace acepción de personas, y no se sujeta nada más que a sus propios designios.

 

No obstante y para no ser pesado ni prolijo me permito dar a conocer a quien no conozca, frases que hacen pensar y que desde Jesús derivan muchas otras más, al hilo de lo que Él nos reveló.

 

Cuando se habla de frases pueden hablarse de las siguientes; el gusano que roe; (Marcos 9)  los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder (2ª Tesalonicenses 1:9), y otros muchos más que son igualmente terroríficos.

 

El infierno es algo que ningún cristiano ha de padecer y, si por temor al infierno hemos de formar en las filas del Maestro, "vamos aviados". La ley de Jesús es el amor, y el mayor mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas; por lo que extenderse en algo, que ni nos va ni nos viene, es un poco rizar el rizo. Por lo menos para mí.

 

Así como para el salvo, la redención y la vida eterna empieza desde el momento en que se sometió y entregó a la voluntad  de Dios y a la guía de Jesucristo, así también el llamado infierno, gehenna de fuego, castigo eterno; a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. etc., comienza en el momento en que un ser humano consciente, rechaza la salvación o se ve privado de ella por no habérsele predicado, ni haber tenido alguna chance u oportunidad.

 

Ya en esta vida vemos de forma ostensible, los peligros y penurias de todas clases que experimentan los que se apartan de las suaves restricciones del Espíritu Santo de Dios, y de las provechosas "ordenanzas" de Jesús. Viven un infierno interior donde el sueño se marcha y los dolores se multiplican.

 

Puede que estas cosas aparezcan injustas, o sea, que unos se salven y otros sufran eternamente o mueran definitivamente, pero es algo incomprensible y sobre todo para los que han padecido los horrores de la persecución, del crimen de la separación, de las injusticias con que el mundo (al fin y al cabo los seres humanos), tiene la costumbre de atormentar a las gentes.

 

Se ve un accidente provocado, o un asesinato de un hijo, de un padre, esposo, esposa, etc., por el que se encuentra lejos de la tragedia como algo lamentable pero ajeno y lejano  (para él, es un suceso más), pero para el que lo padece, es algo único y de un dolor casi infinito. No es igual perder unos dólares,  que perder "los euros" que tenía para comer y dar de comer a los suyos.

 

Las cosas adquieren un valor distinto, y en muchos casos definitivo para según quién. El pan que partimos para la eucaristía, mesa del Señor o conmemoración, etc., según distintas interpretaciones, no es el mismo que el que comemos para un refrigerio cualquiera. En estos anteriores casos cobra un valor de ofrenda a Dios según claro está de la intención del que lo hace.

 

No es bueno forcejear en estos temas porque como todo misterio lleva una carga de intención, que no es la de averiguar cada cual lo que le pete, sino como valor ilustrativo del diferente destino de los hombres; como dice una linda versión de la Biblia "La Eterna damnación".

 

Un toque Bíblico.

 

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,

 

los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.

 

El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo, quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades. (1ª Pedro: 17, al 22)

AMDG