Estridentes

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Una de las características de la mansedumbre cristiana es saber guardar silencio cuando la ocasión lo exige. Y como dice el sabio: "siempre me arrepiento de haber hablado, nunca de haber callado". Esta exageración no es del todo cierta, pues hay que hablar en muchas ocasiones en las que callar sería consentir en la injusticia o el error.

 

Pero hay algo que distingue en estos tiempos (y creo que en todos) al que guarda las ordenanzas de Jesús; el hablar pausada y suavemente. Esta condición no se da hoy, pues la jactancia y la soberbia brillan, y parecen ser lo que debe apetecer el ser humano. Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de la caída la altivez de espíritu. (Proverbios 16:18).

 

Las estridencia, los malos modales, el chillido, el exabrupto, ciertamente ni aun entre los no creyentes es agradable. Por eso las personas estridentes no tienen cabida en los grupos, y también suelen tener pocos amigos, ya que estar con ellos supone un constante estado de estrés.

 

Los niños, sobre todo, que no tienen defensa contra estas maneras sufren mucho más que con el abandono esporádico, las ausencias, o la escasez. Para ello, están especialmente dotados por la sabia naturaleza. En estas casos la Escritura es clara: Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. (Marcos 10:14).

 

El grito, la invectiva continua, o presenciar una disputa en donde los discutidores se gritan, amenazan y chillan, es insoportable para los oídos infantiles. Realmente no son soportables por nadie, por lo que como antes dije, los chillones no tienen amigos; especialmente los niños, en tales ocasiones, se tapan los oídos, porque no pueden soportar lo que los adultos, irresponsablemente y sin tenerlos en cuenta, se gritan ante ellos.

 

En una ocasión presencié una buena y simple lección; un niño gritaba a un gatito que se fuera de la habitación, y el padre le dijo de inmediato: "el gato no es sordo y te oye muy bien a la distancia  que estás; dile que se vaya y verás como aprende".

 

He conocido magníficos tipos, cultos, y hasta refinados, pero con unos modos prepotentes y sobre todo chillones, que a pesar de sus otros muchos atractivos, eran temidos en cualquier grupo y por cualquier persona de las que les conocíamos. Uno de ellos, por lo demás un buen hombre se dejaba razonar, y hablaba más comedidamente conmigo, quizás por la diferencia de edad o por el respeto que me tenía.

 

Tan pronto como me dejaba o acudían otros para algún asunto, ya se lanzaba por el mismo camino de la contestación destemplada y amarga. No se sabía si era por el contacto con su familia que podía ser chillona, por que causa en su infancia o de su adolescencia, pero era realmente insoportable y la comidilla de cualquier grupo.

 

Algunos cristianos, conocidos míos, cuando agarraban la ocasión de hablar con alguien sobre cosas de la fe eran tan agresivos y chillones, que cuando se marchaban (o les dejaban con la palabra en la boca), se volvían hacia mí y hablaban pestes de quien se retiraba de su lado por no aguantarle más.

 

Uno de ellos se tuvo que marchar a otro lugar en donde (según se conocía de él), volvería a los mismos procedimientos, haciendo pasar vergüenza ajena a todos los que participábamos o le acompañaran en el momento de sus improvisados y agresivos discursos. La Iglesia no salió bien parada en la opinión de los que le escucharon, y todos lo pasamos bastante mal.

 

Una aportación bíblica que viene al caso: Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

 

¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Y también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois.

 

Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; (1ª Pedro 3:12, 13, 14, 15).

 

Mansedumbre, que no es servilismo ni cobardía;  reverencia, que significa respeto y comedimiento, ante cualquiera que viendo la conducta cristiana pregunte por la causa de ella.

 

AMDG