Responsabilidad y libertad

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Cuando se enumeran los vicios y males del mundo, siempre nos vamos por las ramas. Jesús nos dio normas, para andar siempre en la justicia y la verdad. O sea que podemos, porque no nos dejó solos, ni sin poder para ejecutar integralmente sus mandatos y consejos. Normalmente se inculpan a las cosas más superficiales, la causa de cualquier cosa adversa que sucede.  

Hay esclavitud de muchas distintas maneras, guerras, amenazas de individuo a individuo, de nación a nación, y de todos contra todos que es  en lo que se va convirtiendo el medio social. Y hay un factor importantísimo que debemos ponderar. Las libertades; y todo eso de que se jactan las gentes, sin saber que nada ha cambiado desde el principio, y que esas supuestas libertades (no libertad), han devenido en una terrible falta de responsabilidad.  

Responsabilidad que se echa a faltar en todos los órdenes de la vida, y hasta en los cristianos tibios que se parecen tanto a los agnósticos. Una de las más hermosas dádivas de Dios, ha sido el de la libertad humana, dentro de sus designios; miremos lo que hemos hecho con ella.  

No hay nada de libre albedrío; por la simple razón de que todos estamos sometidos a nuestra época, a nuestras limitaciones naturales, y otros muchísimos factores que determinan como se reacciona ante cualquier evento o posibilidad. Hasta de nuestras hormonas. 

Dios es el único que tiene libre albedrío, al ser omnipotente. Lo demás, incluyendo al mundo animal y hasta el inanimado, es tributario del designio del Creador. No obstante, lo que sí hay hasta cierto punto, son unas opciones otorgadas por el Señor que se pueden aceptar o no, cumplir o no, pero que son manifiestamente claras, respecto a como repercuten en el buen vivir de las humanidad. 

Repasando los muchos intentos de corregir a la humanidad, y redondear los agudos colmillos del lobo que todos llevamos dentro (como dice Papini), he contemplado muchas opciones y he tratado de mirarlas todas (incluso la cristiana), con objetividad. 

Pablo apóstol tiene una salida enormemente convincente, que derrite y pulveriza todos esos intentos parciales (buenos en sí, pero incompletos y no posibles para todos), de mejorar al ser humano: la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, (Romanos 3: 22, 23,24.) 

Algunos de estos intentos son basura incomestible; otros contienen consejos y reflexiones de grandes maestros, que son siempre buenos para todos porque están basados en la experiencia, en la reflexión, y en la observación de la conducta humana. Cuando leemos alguno de estos magníficos consejos, entendemos que son un reto a nuestro entendimiento, a nuestra memoria, y a nuestra voluntad. Las tres facultades del alma que más destacan. 

Pero la responsabilidad está disminuida (por lo menos su ejercicio), por un poder enemigo del ser humano que zarandea a sus seguidores con tópicos, promesas que son trampas malignas, y placebos que son como el sabio dice: No confíe el iluso en la vanidad, Porque ella será su recompensa. (Job 15:3). 

La falta de trascendencia, trae consigo la falta de responsabilidad, como hoy contemplamos horrorizados los que sabemos las consecuencias que, tarde o temprano, traen estos modos de vivir. Y esa falta casi absoluta de responsabilidad tanto material como espiritual, según tales irresponsables, es de Dios que no les da fuerzas ni poder para enfrentar las solicitaciones deletéreas de su entorno. Además ¿Quién quiere oponerse a estas solicitaciones tan sugestivamente presentadas?  

Pablo apóstol va al grano, sin más preámbulos que los precisos para la comprensión de los fieles: Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa.  

Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.  

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. (Filipenses 3:15, 16, 17, 18, 19, 20, 21).

AMDG