Mansedumbre es poder

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

Cuando una persona se entrega al amor de Dios con absoluta confianza, no tardan en emerger, para su bien, las mejores virtudes; y sobre todo la amabilidad y la mansedumbre.

Creen las gentes, y parece que muchos cristianos también, que estas virtudes son propias de un carácter mansurrón, o de un espíritu cobarde y destemplado. Nada más lejos de la realidad.

El manso sabe que no conviene ganarle a nadie, y el esfuerzo que pone en aparecer (y ser) manso ante todos, por amor a Jesucristo su modelo, es enormemente provechoso, ya que una respuesta mansa evita y ahoga mucho pleitos, riñas y rencores, amén de otros muchos peligros añadidos. ¿Ha discutido alguna vez con la policía de carreteras?

Yo una vez me sometí por causa de su autoridad y reconocí mi fallo; el policía que no quería ser menos, me dejó ir sin sanción. Discuta usted agriamente con el policía, y ya puede tener toda la razón del mundo, que este policía no se dejará vencer por una discusión y le multará a usted. Porque también es humano y no le agrada que lo aplasten, siendo una autoridad. 

Así con todo el mundo. A nadie le gusta ser aplastado por una réplica o argumentación, hecha con aridez y despego. Nosotros mismos cuando respondemos mansamente a los «agresores» externos, hay veces que quisiéramos caer como un rayo sobre ellos, y aplastarles con nuestro mayor conocimiento o posición.

Pablo, apóstol de Jesucristo dice sobre esos inconvenientes, persecuciones, calumnias etc. que nunca faltan al cristiano: Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; (2ª Corintios 4:17).

Y es que sabemos que todo esto es transitorio y decirle a cualquiera «cuatro verdades que merece», es el peor método para ganarse a alguien para sí mismo y menos para Cristo. Tragarse el orgullo (por cierto muy conveniente), es el mejor camino para tener amigos que vean en nosotros que somos fieles seguidores de Jesucristo

Esa mansedumbre y amabilidad, gana más a las gentes que la mejor predicación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. (Mateo 5:5). Es cuestión como en todo lo concerniente a las cosas espirituales, de tener confianza en Cristo y sus promesas. Creer en Jesús y creer a Jesús.

Siempre serán menores  los esfuerzos que hagamos para mostrarnos razonables, incluso ante gentes gritonas y sin «modos», que los que nos exige el entablar discusiones, en las cuales nadie escucha a nadie.

Tenemos a quien imitar y, con valentía, seguridad en los comportamientos, y mansedumbre ante los iracundos y maldicientes, tratar de ser iguales a quien lo dio todo por nosotros y fue escarnecido y vilipendiado en su época; y aun ahora hay muchos que se esmeran en buscar como desacreditarle. Nuestro manso y dulce Jesús. ¡Bendito Jesús!

AMDG