Trabajo de paz

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

El trabajo es seguramente una de las grandes dificultades con las que se enfrentan las personas a la hora de «buscarse la vida». Hay quien dice que es algo opresor y una maldición bíblica que se cumple. Yo sostengo que el trabajo realizado con entusiasmo, aunque no sea (y no lo es) casi nunca lo que anhelábamos conseguir en nuestra juventud se puede redimir. 

Cuando se hace un trabajo bien hecho, en una tarea ardua y constante que requiere la concentración debida, en la que se ponen en marcha todas las capacidades de cada uno, ese esfuerzo deviene acompañado de las más altas y profundas compensaciones y satisfacciones. 

Normalmente la gente trabaja de mala gana, y se encuentra con muchas dificultades que provienen de la laxitud y hasta el desprecio de lo que está haciendo. Así, el trabajo es una tortura diaria para la mayoría de los humanos. 

Muchos otros, encuentran su mayor satisfacción en el ejercicio de de su profesión, en la realización de sus aptitudes, y en la búsqueda continua de aquello que les llena. 

La saciedad de estímulos, y de todo aquello que puede satisfacer sus tendencias peores y su emotividad, (a la que no ponen coto aun sabiendo que es en su perjuicio), no consigue darles el placer que buscan, y muy rara vez da lo que promete. 

El placer inmediato y la abundancia de solicitaciones, son contrarios al placer que nos procura, continuamente, la satisfacción de hacer las cosas bien, del equilibrio emocional, con el acompañamiento de una conducta juiciosa. 

Es pues necesario al cristiano, la obtención de una imperturbabilidad ante el fragor que le rodea, y la consecución de un poder propio que le permita un absoluto autodominio para reaccionar contra cualquier tendencia deletérea que le aparte de su fin, y de la satisfacción de ordenar sus acciones y no ser esclavo de las demandas de afuera.

Una cita bíblica: porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:13).