¡Y no se sorprenden!

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

Todo lo que hagáis hacedlo para el Señor

Todo es bueno si se hace con acción de gracias

Solamente me pidieron que nos acordáramos de los pobres.

 

Hay quien dice que no le sorprende ya nada; yo, por el contrario, no ceso de sorprenderme del estado de esta humanidad de la que formamos parte todos.

Cuando veo a las gentes enzarzarse en discusiones sobre la situación del mundo, no dejo de acordarme de esos niños de la guerra, a los que sus mismos padres han sumido en la miseria y el dolor.

Nosotros, también somos cómplices de esta situación de alguna manera. Somos peleadores, agresivos, quejicosos, y debiluchos. Lo más malo, es que no nos creemos así.

Creemos, por el contrario, que somos muy desgraciados porque carecemos de las comodidades y privilegios que son patrimonio de unos pocos, que además duermen como las liebres con un solo ojo, para que no les priven de esas "ventajas" que creen tener.

La paz de espíritu brilla por su ausencia en unos y en otros... ¡los cristianos también! Y eso es lo más lamentable.

No nos hemos entregado al llamamiento celestial, y por eso nadamos entre dos aguas, como náufrago que no sabe si agarrarse al bote que Cristo le ofrece, para después llevarlo a su hermoso bote de la eternidad.

Braceamos y manoteamos, en el debatirse del medio ahogado en un naufragio, pero no damos de una vez nuestro brazo, nuestra mano tendida, a quien la tiene siempre presta para recogernos y hacernos vivir con gozo, con alegría de la salvación, y con la promesa respaldad por el Espíritu Santo.

En esta vida ciertamente padeceremos tribulación, pero queda un ancho y espacioso panorama de mil colores y sensaciones, para los que de veras se han acogido al gran Dios que hizo el cielo y la tierra, y los mantiene palpitantes y activos.

¿Nos alegramos de pertenecer a una clase, de verdad privilegiada, de salvos en Cristo y ¿hemos recibido la arras del Espíritu de la promesa, o por el contrario estamos entre dos lealtades? ¿El mundo o Cristo?

Dice  el apóstol Pablo: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2ª Corintios 13:5).

Andamos en un cristianismo adaptado a las circunstancias y, sobre todo, referenciado a lo que nosotros creemos que se nos debe en esta tierra, donde habitamos tan precariamente.

Olvidamos que Jesús dijo a los suyos a los que pretendemos pertenecer.: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. (Juan 16:23).

Seamos serios y sinceros; ¿somos mujeres y hombres que han confiado en las palabras de Jesús? ¿Sabemos que con Él hemos vencido al mundo? ¿O solamente tenemos en cuenta al Dios del Cielo y la Tierra, para tener un lugar donde encontrarnos cómodos? Con una doctrina muy arregladita, y polemizando sobre todo lo que cae a nuestro alcance, o como dice San Pablo: Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.

Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa.

La lucha es de Dios; nosotros solo tenemos que permanecer acurrucaditos en su seno templado y blando porque, si somos verdaderos creyentes, sentiremos la verdad de Jesús: Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; (Mateo 11:29).

¿Que más necesitamos para entregarnos enteramente a nuestra vocación?. Los viejos ya solo podemos ofrecer decadencia y decrepitud de nuestros cuerpos y mentes, pero los jóvenes deben sentirse ufanos, por entregar a Dios toda su juventud y su inocencia. Hagamos, todos, la ofrenda, como la hizo Jesús entregándose por nuestros pecados.

Somos entregados a la vida, aunque es precedida de lo que decía Pablo apóstol: llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. (2 Corintios 4:10).

¿Nos lanzamos ya, o estamos todavía esperando... qué?