Sobre las pérdidas de la familia

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

Querido amigo: Comprendo tu problema aunque tu punto de vista es por lo menos discutible. Cuando tenías a tu esposa, no te dabas cuenta del tesoro que tenías. Ahora sí, te das cuenta cuando te falta. Es como la salud que creemos que es nuestra y para siempre, hasta que se presenta un problema y nos damos cuenta de la fragilidad de esta.

Dios tiene sus propósitos, que en una mente así no tienen marra. Cuando Jesús curaba a algunos, hubiera podido con su divino poder curar a toda aquella generación, pero la libertad fue respetada escrupulosamente por Él. Nunca dio orden, sino a los demonios. A los hombres para curarles les decía ¿quieres ser curado? O comprobaba que la curación era ardientemente deseada por el enfermo. A veces, solo para demostrar el poder y la gloria de Dios o acreditar su ministerio y obra.

Es por tanto ocioso poner reparos a lo que Dios ha hecho cuidadosamente. Él sabe todo desde la perspectiva eterna, y todo responde a un designio desconocido por nosotros. No es lícito culparle de nada de lo que hace con lo suyo.

Es natural que sientas el desgarro que supone la separación de un ser tan querido pero ¿Acaso diste gracias a Dios cuando la tomaste para ti? ¿Acaso diste alabanza, cuando gozabais los dos de salud, alegría y juventud?

¿Creías (como creemos casi todos), que comer beber, tener a nuestro lado a nuestros seres queridos, era cosa que se nos debía de consuno? Es un prodigio enorme; nosotros pasamos la vida creyendo que esta nos pertenece y que podemos manejarla a nuestro talante, cuando en realidad somos briznas de paja que circulan por el río de la Creación.

Sé que las palabras significan poco, cuando se está en tu estado; dolorido, resentido con el que nunca has tenido en cuenta sino acaso en los trances difíciles. ¿Sabes que hay gentes que darían lo que tienen por solo poder comer o andar, o siquiera orinar, defecar correctamente y no pueden?

Nosotros todos, disfrutamos alegremente de una serie de dones que no usamos correctamente según la voluntad de Dios, y casi siempre nuestros males provienen de nosotros mismos que nos dañamos, y creemos que Dios en su consejo y gracia no tiene nada que ver en ello.

Siento mucho lo de Patricia, pero tienes que resolverte a aceptar que se fue. Así que emprende tu camino de nuevo, pero ya conociendo que no somos nada más que seres que necesitamos adquirir la paternidad de Dios, ofrecida generosamente por Él. Toma lo que te ofrece, y espera en el Señor, que nunca defrauda ni miente. Echa mano de la vida eterna, y verás que la trascendencia de ella es superior a nuestras vanas acciones, que creemos que hacemos en libertad, cuando solo son un discurrir propiciado por el Creador y mantenido por Él.

Toma al Cristo, no lo dejes escapar, consuélate en su obra y amor y déjate llevar por Él. ¿Quién sabe si todo esto no es más que una prueba que Dios quiere poner delante de ti? Patricia descansa en la misericordia de Dios. Entra en esa esfera aquí y ahora y verás como, cataratas de consuelo descienden sobre ti. Dios es padre y no deja que sus hijos sufran, ni gratuitamente, ni por demasiado tiempo, para que no caigan en la tristeza ni en el desánimo. Acepta tu cruz como Jesús aceptó la suya, y ten confianza en Dios que siempre tiene el comodín en la manga.

Al final es siempre el ganador, y los que le amamos y obedecemos, participamos de su victoria.

Ten paz.