Juventud y apostasía adulta

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

Ante todo pongámonos de acuerdo. La juventud es, como en todos los tiempos, una edad en la que se ignora el poder que se posee, y la vitalidad que se contiene. Solo estas dos afirmaciones nos hacen ver que, los jóvenes, no son sino seguidores de las filosofías de la vida que los mayores les hemos entregado en su infancia y pubertad. Y no solo influyen las enseñanzas particulares, sino que también es decisivo el ambiente que captan y en el que desarrollan sus apetencias y sus impulsos.

Estamos viviendo en una sociedad paganizada, que no hace la menor mención a Dios como fuerza sobrenatural, que trasciende el vivir humano. Ser hoy ateo "mola", en el lenguaje juvenil. Eso da prestigio, y hasta se dice del que así se declara: "eso sí, es una buena persona". Es ateo, o agnóstico ¿eso que es? O librepensador ¿en que pensará? O de cualquier otra manera, dice que a él le va el "rollo" y no quiere involucrarse en religión, porque eso lleva consigo mucho compromiso y nadie quiere prescindir de sus vicios y trapacerías, metiéndose a escudriñar lo que es el Evangelio.

Y no saben lo que se pierden en seguridad, amor verídico, capacidad para el trabajo, prosperidad integral, y la paz con la conciencia que todos los cristianos tenemos, por el seguimiento de nuestro credo. Y todo esto a pesar de que, cuando actúan de forma visceral o con la mente mediatizada por las costumbres corrompidas, se dan cuenta de que lo están haciendo mal. Por eso insisten en ignorar la cristiana conducta.

Hablarles de un hombre, Jesús, que dio pautas que son seguras pero que contrarían las apetencias y los impulsos más primarios del ser humano, es hablarles de alguien molesto y todo se vuelve buscar malos ejemplos de cristianos para apoyarse en ellos en su desesperada huida del centro de la vida.

A los jóvenes, que son por naturaleza "esto y ahora", es difícil hablarles de establecer y seguir una vida cristiana, ya que ellos ven afuera una serie de estímulos muy en consonancia con sus inclinaciones inmediatas, y sufren unas solicitaciones que son casi incapaces de rechazar.

A la vez, también padecen grandes desengaños cuando observan la conducta de los que quieren ser sus guías espirituales. Por eso es tan importante que los padres se entreguen, con ahínco a educarles desde niños, en la clara convicción de lo que esto supone para sus hijos cuando lleguen a la edad en que empiezan a tomar decisiones.

Los ancianos o los padres que padecen en sus hijos la droga, la pereza, el desorden, y todas las secuelas de la vida moderna, dicen que la juventud está podrida y perdida. Por otra parte, los profesionales de la educación de drogadictos y políticos, etc. se empeñan en decir que la juventud es muy sana cuando, por cualquier causa, un joven demuestra un comportamiento generoso como es propio mayormente de la juventud. Esto pasa con los voluntarios de las ONGS humanitarias, o como los que en la reciente catástrofe del barco petrolero hundido, se fueron a Galicia a ayudar en lo que pudieran con más o menos generosidad. En Algeciras no, pero esa es otra historia...

Ni lo uno ni lo otro. La juventud, en sí misma, siempre es una espléndida explosión de vida en estado semipuro, pero las normas modernas del dejar hacer y de las libertades ilimitadas, junto con un despliegue de propaganda de muchos derechos y nulidad de deberes cívicos y morales, hacen que esta juventud tire hacia adelante por los anchos senderos que se le ofrecen diariamente.

Se dice por ejemplo que no leen. ¿Y quien es el joven que se sienta ante un libro, cuando la televisión le esta ofreciendo una panoplia de canales de todos los temas y diversiones? Y cuando se le están introduciendo en sus mentes que apuren la vida con diversiones, y que prueben todo lo que quieran. ¿Será que no se pregona por todo lugar contra las drogas, el alcoholismo, etc.?

Un programa de televisión sacó a una chica de catorce años que había dado a luz a un bebé. ¿Se le dijo algo sobre responsabilidad? En absoluto. La locutora dijo con gran énfasis: ¡Que bien! ¿Y lo estás sacando adelante? Y ella sin pestañear y toda ufana contestó: Sí.

La madre de esta chica matizó con tacto que ella se ocupaba del bebé mientras que la chica iba al Instituto. O sea que al bebé lo estaba sacando adelante la abuela, porque la chica (como es natural) no tenía idea de nada de aquello.

Lo importante de este asunto no es la chica. Ella había tenido una o varias ocasiones, y había ido tras su instinto, como es propio de la juventud. Era la directora del programa la que jaleaba a la chica, y no estaba dispuesta a decir que un embarazo a los trece años con o sin marido es una calamidad. ¿Y que pueden pensar las otras chicas que ven el programa, en el que se les dice con gran entusiasmo que aquello era bueno? ¿Y cuando en el instituto o colegio, se están burlando de la chica que a los dieciséis años no ha practicado el coito y para más gravedad que no lo haya hecho indiscriminadamente?

Bendita juventud y malhadada madurez, que establece estos torvos caminos a los jóvenes, a los que nos debemos por ley natural. Dios pide cuentas a todos. Cuando la vida nos golpee, no digamos: ¿por qué? Ya lo sabemos.