La utopía

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

La utopía es la tendencia larvada en todo hombre a la excelencia, a la paz y a la abundancia. Hay múltiples concepciones de utopía que se refieren al interés de cada aspiración individual. Las gentes desean un mundo perfecto donde morar en paz. La vuelta a la Era de Oro, el Paraíso prístino, y la nueva tierra plena de goce y comodidad.

 

A través de diversos tratadistas y en distintas culturas y épocas desde la Arcadia , Montaigne, el contrato social de Rousseau, el mundo feliz de Huxley, hasta la Utopía de Thomas Moore, la eterna perfección de la vida en este mundo ha sido tema de sumo interés durante siglos y la aspiración, consciente o no, de todos los pensadores.

 

Todos los comentaristas contemporáneos adolecen de un espíritu utópico, y políticamente correcto de contrastar la realidad con lo que según ellos desde su particular óptica debería ser. Todo desde el punto de vista circunstancial, de cada vicisitud social o política.

 

En todas las civilizaciones existe la leyenda o mito de una era anterior en la que la vida era perfecta y una "Era dorada" prevaleció en algún tiempo lejano. Dioses o figuras míticas se encargaron de mantener, según las leyendas, este estado de perfección.

 

La mitología griega se encargó de darle una forma, en la que los dioses protectores adolecían de los mismos defectos que los humanos, y por tanto la mitología descendió (hay quien dice que ascendió) a tratar los asuntos de los dioses y de su relación con los humanos, con las mismas pasiones, temores y poderes limitados de estos.

 

La utopía puede ser encarada desde distintos puntos de vista, que son vasallos de una forma de pensar o ideas que condicionan la realidad de las utopías. El punto de vista de los musulmanes por ejemplo, con su aserto de que todos nacemos musulmanes, o la cristiana que se basa en el pecado original o en la perversión y corrupción inevitable del ser humano. El budista que habla de regeneraciones sucesivas en busca de la perfección por el aniquilamiento, es otra forma de pensamiento, raíz que, como los otros antes mencionados, condiciona la concepción de utopía.

 

La utopía tal como la  concibe y explica Moore, es simple y elemental. Se trata de obtener la paz mediante un sistema social no impuesto, y en el que se precisa, como en todos, un consenso no solo de intenciones y disposición social de los ciudadanos sino del dominio de las pasiones de estos. Es curioso que Moore, siendo cristiano, prescinda del aserto cristiano que revela insistente la depravación interna del ser humano.

 

El buen salvaje de Rousseau es utópico, pero tan solo con este condicionante aislado es como se puede construir la utopía. Tan pronto como se pone en marcha una sociedad tribal o super tribal (modernamente) se empiezan a revelar las contradicciones de cada ser componente de ellas.

 

La primera utopía se produce en la mente de los que creen que el ser humano va a pensar en la perfección de sus relaciones, en vez de pensar y tratar de poner en práctica la satisfacción de sus intereses, su sexualidad, o su orgullo.

 

Nadie se puede sustraer de su propia naturaleza, y si bien el pecado original aparece para muchos como una fábula, que justifica ciertos ritos de iniciación en algunas religiones, la depravación del ser humano no admite controversia. Con respecto a la sociedad, el cristianismo mantiene con razones y experiencias, aparte de la revelación, que la depravación heredada es una realidad completa que puede (eso sí) contemplarse desde muchas perspectivas, debido precisamente a la complejidad de cada uno.

 

Si al hombre pensador, educado e instruido en ciencias sociales, se le puede convencer de que se preste a dejar de disfrutar de ventajas inmediatas en pro de una mejora de la sociedad, a la inmensa mayoría le tiene sin cuidado este concepto. Lo primero para cada individuo es aprovechar la ocasión y coyuntura, para satisfacerse a sí mismo; lo demás es para ellos solo música celestial.

 

En la Utopía de Moore se supone una insólita y quimérica unanimidad en los componentes de esa nación perfecta, así como una abundancia y adecuación del clima y la geografía, perfectamente rebuscadas para que puedan coadyuvar al establecimiento y mantenimiento de tal sistema social.

 

En el «Brave World» de Huxley existe el soma, una droga -inocua por supuesto- que hace que las personas se sientan bien en la situación en que viven, y no tengan inquietudes sociales que se salgan de lo que el sistema ha impuesto. Además los niños (que nacen en unas incubadoras) son programados de tal forma, que se sientan bien en el clima y trabajo que le sean asignados de antemano por el sistema. De hecho una utopía bastante opresiva y  estúpida, por cuanto se anestesia a las gentes, de tal manera, que el que tiene criterio es tratado como salvaje y asocial. Y es que el sueño de la razón (utopía) produce monstruos.

 

Es pues la utopía solo eso, utopía. Nadie en su «sano» juicio entrega sus necesidades e ilusiones en pro de una sociedad mejor. A lo sumo se conforma con unas limitaciones impuestas, y se supone que en pro de sus intereses como componente de la sociedad. Es decir, obtener la protección del estado, la policía, la paz y la seguridad de un empleo, de un domicilio, y la aceptación en el grupo humano del que forma parte. Y tan pronto como puede y en una situación propicia, no duda en saltarse las reglas y hacer lo que cree su conveniencia inmediata o su voluntad personal.

 

Por lo demás, lo que se constituye pecado o tentación en las distintas religiones, no es más que la tendencia natural de ejercer una absoluta soberanía sobre sus pensamientos y acciones, a lo que nunca ha renunciado interiormente, sea consciente o no. Por ello se habla mucho de perfección social, mientras se hace lo que se puede por afirmar las tendencias naturales que están larvadas en cada ser humano. Eso es lo que se revela en el relato del Paraíso, en los primeros capítulos del libro de Génesis.

 

Así pues, concluimos que la utopía solo llegará con la transformación del actual espécimen humano en un ser mucho más espiritual y elaborado que el actual, pero totalmente desvirtuado y desfigurado, o sea, un ser humano hecho a imagen y semejanza de la sociedad utópica que se aspira a construir.

 

Definitivamente la aniquilación del hombre y la creación de una criatura moldeada por el hombre, y no por la naturaleza. Y por supuesto fuera de la soberanía de Dios. Esto se ha intentado siempre, y se intenta aun con resultados más que problemáticos. Ni instinto ni razón. Un presunto elaborado hombre obediente con satisfacción a las consignas dadas (al fin y al cabo) por otros hombres. El reino del anticristo.

 

Mientras tanto, la sociedad se desarrolla con altibajos, avances y retrocesos históricos. Estos, mientras no la lleven a la autoaniquilación conformarán la humanidad natural, existente desde y hasta siglos y milenios. No hay nada que nos demuestre que el hombre actual es mejor que los antiguos griegos, babilonios, egipcios, etc. Hasta podríamos atrevernos a pensar lo contrario. Y el futuro es tan oscuro como lo ha sido el pasado.

 

Concluimos que la utopía solo sería medianamente alcanzable, individual e interiormente, en cada ser humano que por su fe en la Palabra de Dios, se transforma en su pensamiento y actitud ante Dios mismo (y por ende ante sus semejantes) por mediación del Espíritu Santo, iniciando su camino hacia y a través de su propia utopía, en la realidad revelada y experimentada de la fe en Jesucristo.