Algo sobre la Sangre

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Estimado amigo, de ninguna manera pretendo menospreciar sus creencias, pero no dude de que la fe cristiana no es una creencia. La fe es en algo concreto y real, aunque distante o impalpable, pero la creencia es la desviación del intelecto y el instinto en cualquier dirección que se muestre atractiva o aparentemente conveniente, mientras que la fe es la certeza (no suposición) de algo que no se ve.

Siempre se creyó en los tiempos antiguos, que la sangre de los animales podía sustituir a la de los humanos. De hecho había civilizaciones como los mayas que sacrificaban a los dioses de la naturaleza o los de sus creencias, a personas humanas, cuanto más jóvenes y hermosas, mejor para agradar a los dioses.

En el Antiguo testamento se sustituyeron esos sacrificios por los de un animal.  Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona. (Levítico 7:11).

Han tenido que pasar milenios, hasta que esa afirmación se ha corroborado científicamente sin lugar a dudas. No insisto sobre este punto. Lo que sí es cierto es que cuando el templo de Jerusalén se construyó se previeron que en aquel lugar se hiciesen los sacrificios además de los tributos que eran la parte de los levitas, (el llamado diezmo) que eran los encargados de matar y componer los animales.

El sacrificio de animales sustituía la parte de expiación de la persona dependiendo naturalmente de la disposición de esta, y no un mero trámite para los pudientes, o una coartada para cometer impunemente los pecados que se trataba de expiar.

La sangre de Cristo sustituyó a la de los animales en la nueva dispensación, ya que por su valor es capaz por si sola, de librar del pecado y de extender el Espíritu, sobre los que con fe la aceptan como sacrificio completo. Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. (1ª Juan 1:7).

Tu pregunta sobre por qué la sangre y el sacrificio de Jesucristo y por qué Dios no proveyó de otro método, es a la vez fácil y difícil de responder. Que Dios pudo disponerlo de otra forma, es evidente. Pero de resultas de esta manera de disponerlo es (entre muchos más motivos prolijos de exponer) que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo. (Hebreos 2:14).

Es nuestra fe un certificado de que la verdad es incontestable por ley natural que no es más que un trasunto de la divina. Se puede hablar de malos cristianos, de cristianismo mórbido y flojo, de fallos garrafales y todo lo que se quiera, pero el meollo es que nadie puede contestar ni refutar cualquier punto  (cualquiera) que la revelación toca de forma perfecta. Es la perfección llevada al extremo.

De lo que me dices de Noé, poco puedo añadir a lo que leíste en el libro. Pero los cananeos que fueron aplastados y sometidos por los hebreos habían llevado su maldad y sacrificios humanos, hasta el límite a que es capaz el hombre dejado de la mano de Dios, y entregado a instintos y aberraciones sobre cualquier forma de vivencia humana.

Ya siglos antes Dios era conocedor ¿como no? de la maldad de las gentes pero no había llegado la hora del castigo. De ahí las palabras proféticas a Abrahán. Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí. (Génesis 15:16).

Hay muchas explicaciones para cada acción de Dios, cuando se profundiza algo sobre los motivos. Aceptar que Dios dé vida, estancia, y salud para disfrutarla, y negarle su soberanía sobre lo suyo, es temeridad.

La sangre de Cristo, fue determinada por El Padre como medio idóneo para salvación del ser humano, y sustituye, con la cruz, el castigo que merecen nuestras fechorías, de cualquier manera como las llamemos. De ahí que se diga en la Escritura Santa: a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; (Hechos 2:23)

Así que nada sucede al azar como sostenía Monod en su obra “Le hasard et la nécessité”. Estos factores constituyen como la fuerza de la gravedad y todos los demás elementos de la creación que no son ni mucho menos lo que el meritorio sabio sostenía. El azar no existe en el programa de Dios y la necesidad está ya servida desde hace siglos. Una cosa es estudiar los fenómenos y otra en darlos como diocesillas que hacen por su cuenta lo que desde siempre y eternamente está determinado por Dios.

No quiero alargarme ni pasar por letrado, pero estoy como siempre a tu disposición, pues tu interés es genuino

Un saludo respetuoso.