Sólo el pobre es generoso

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Levantando los ojos, vio a los ricos

Que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.

Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas.

   Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos.

   Porque todos aquellos echaron

Para las ofrendas de Dios, de lo que les sobra;

 Mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.

(Lucas 21: 1,2,3,4).

 

Si das o compartes bienes de este mundo, piensa que te haces más favor a ti que al que ayudas en su necesidad. Y eso es más cierto aun en las ayudas espirituales. (Hechos 10:1,2,3,4). Tu dádiva, si es hecha de corazón puro, es atesorada en el Cielo y queda a buen recaudo esperándote. (Lucas 6:34,35). ¿Para qué atesorar riquezas en esta pasajera vida, cuando es tan ligera y pasa rauda hasta morir? Deja que Dios te lleve. Descansa. Espera tranquilo en Él. Encomienda tu camino a Dios, confía en él y él hará. (Salmo 37:5).

La vida, como decía el filósofo, es un estado de ánimo. Así si estás deprimido, el mundo te parecerá hostil, difícil de sobrellevar, y hasta hay quien desea la muerte por lo mucho que le pesa. De otro lado, el que se levanta por la mañana lleno de esperanzas y de asuntos que le parecen van a ir favorables a sus deseos, en el mismo lugar y situación, mira las cosas como algo estimulante y agradable.

Es la misma situación, pero el estado de ánimo hace a unos optimistas y a otros sufrientes y temerosos. El creyente dice: He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jahvé, quien ha sido salvación para mí

Sé sagaz, y pon inteligencia espiritual en lo que haces. Ponlo todo en el tesoro del Cielo y allí nadie te lo podrá disminuir ni arrebatar. Los intereses son altísimos según la promesa del Jesús. (Mateo 6:20). El cristiano que anda en ansiosa búsqueda de riquezas en este mundo corrompido, que se deteriora cada vez más velozmente, imita a Baruc cuando en medio del anuncio de la destrucción de Israel quiso medrar. Como a él, merece que se le diga Y ¿tú buscas para ti grandezas? (Jeremías. 45:5).

No podemos andar titubeantes ante la realidad de la vida. Esta postura es la peor de todas, por que no gozas de ninguna de las dos ofertas. Ni gozas de los placeres, que son basuras del diablo, pero que te las presenta como atractivas y oportunas, ni de las de Cristo que son más ásperas, pero que llevan indefectiblemente a la paz y a la gloria. Debemos procurar por todos los lícitos medios de que dispongamos, que no se pueda aplicar a nosotros el dicho de Jesús: porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz. (Lucas 16:8).

Vivimos en un mundo donde reina la insolidaridad y está pidiendo a voces su destrucción, y aun buscamos un “porvenir” que no sabemos cuando ni como vendrá, y nunca a la medida de nuestros deseos. !Vamos ahora! Los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. (Santiago 4:13,14).

Vanidad de vanidades, dice el Predicador:  Vi todo lo que se hace debajo del sol y todo era vanidad y aflicción de espíritu. (Eclesiastés 1:14). Este mundo es vanidad, hipocresía, y buena apariencia de gentes que escriben bellos libros y artículos, dando brillo de oro a lo que solo es vil metal, que tan pronto desgasta su barniz, muestra la pesadez del plomo y su negrura. No es oro lo que encontramos en las obras de los hombres, sino solo apariencia, tanto en la prosperidad como en la piedad.

Es vanidad echar en esas cosas el ancla de nuestro corazón, porque es como apoyarnos en una caña cascada. Eso es el mundo para los hombres que se agarran a él como asidero, pero que como caña cascada se parte y dobla, hiriendo la mano del que en ella se quiere sostener. He aquí que confías en este báculo de caña cascada, en Egipto, en el cual si alguno se apoyare, se le entrará por la mano y la traspasará. (2º Reyes 18:21)

No nos dejemos engañar por el mundo, por que es semejante a esas grandes ciudades y esos inmensos e impresionantes torres y edificios. Parecen eternos, pero son vulnerables en grado sumo, como se ha demostrado ahora, y en las ruinas que contemplamos de los suntuosos palacios  y ciudades de los antiguos. 

Dentro de ellos se encuentra la mentira, el robo, el despojo, y la rebeldía contra Dios. Son palacios del demonio que, asiendo a los que en ellos se involucran, les hace sus esclavos poniendo siempre delante de ellos una gloria que nunca han de alcanzar. 

Poco provecho puedes sacar de allí, tanto si eres rico y lleno de tus aprensiones, como si eres pobre con tus necesidades. Al cristiano le basta con su vida como don de Dios, y su manera de vivir que es en sí misma un ejemplo de la obra de Dios, constituyéndose por sus obras y modo de vivir, en evangelio vivo para todos los hombres.

Así dice la Escritura para nuestra admonición, y para nuestro consuelo y bien eterno. Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. (Hebreos 13:5,6).

Solo el hombre convertido a Dios es generoso, aunque sea pobre. Porque confía en Dios, y no en cualquier otra cosa que le abandonará cuando más necesite de ella. La espada de la verdad abre al mundo de la mentira, y lo muestra tal como es; falaz, mentiroso y prometedor de bienes que nunca va a dar. Y no solo en lo referente a las riquezas materiales, sino que hace vivir a los hombres que se le entregan, en la más abyecta miseria moral para sostener su posición vana y pecaminosa.

Bástele pues al cristiano, la sombra de Dios y la mano bendita de Jesucristo, y así no tendrá que ir, prendido del ronzal del diablo, como todos los demás, por que el diablo ata bien duramente a los suyos. Promete por medio de sus testaferros, mucho y bueno, pero al final solo da suciedad y perdición. Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. (2ª Pedro 2:19).

Despertemos a la verdad pura, y no hagamos más una vida tibia y desangelada, por que el Señor habla de fríos o calientes, más a los tibios echará fuera. Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !!Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.

Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. (Apocalipsis 3:16).