Irlanda en guerra

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa,

 y que no haya entre vosotros divisiones,

Sino que estéis perfectamente unidos

En una misma mente y en un mismo parecer.

(1ª Corintios 10).

Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple:

Amarás a tu prójimo como a ti mismo)

Pero si os mordéis y os coméis unos a otros,

Mirad que también no os consumáis unos a otros.

(Gálatas 5:14,15).

 

 

Doy gracias a Dios, de que no tengo poder alguno para matar o dar vida a ser humano alguno. Sería, de poder hacerlo, algo insoportable para mí. No deseo pues ningún poder terrenal, fuera del que Dios proporciona a cada uno de los mortales.

Hace bien poco tiempo la organización terrorista IRA, que pretende defender los derechos católicos del Ulster, pedía perdón por las víctimas causadas “no militares”, en los que ellos consideran como enemigos del catolicismo y los derechos de los católicos en el Ulster (Irlanda del Norte). Estos son los llamados “daños colaterales”.

Después pareció que los protestantes no estaban conformes con el iniciado “proceso de paz” y con su desarrollo, por lo que “rompieron la baraja". Y siguieron las matanzas. Dos organizaciones “unionistas” (protestantes), se declararon fuera del proceso de paz, hasta que el católico IRA, no diera muestras claras de respeto a los pactos, entregando el armamento y dando con muestras inequívocas, querer de verdad la pacificación del país.

Volvieron de nuevo a combatir. Ni unos ni otros se fían y el vuelo de las campanas de la paz ha de ser detenido de nuevo, y el futuro se vuelve incierto por enésima vez. Como vemos todo esto no es muy “cristiano”. Ahora parece, que la política intenta solucionar lo que el amor cristiano no ha podido reinar y arreglar.

Se cometen horrendos crímenes, en nombre de unos derechos (no discutiremos ni entraremos en esto), que tienen un componente, no solo territorial y social, sino netamente religioso. Cualquiera que contemple esta situación característica del cristianismo histórico, se lleva las manos a la cabeza y advierte (por que se lo ponen delante de sus ojos los mismos “cristianos”), que ese no es el camino de la paz, la reconciliación, ni la prosperidad de una nación, saturada de odios entre “cristianos”. En esta situación, no se pueden dar las condiciones de realizar un verdadero diálogo.

Y si alguna vez se consigue la paz, será por imposición de los poderes políticos o de intereses distintos, pero no por el amor que debería prevalecer y presidir las relaciones entre cristianos, cualquiera que fuera su forma de concebir el correcto culto a Dios. A Jesucristo que es príncipe de la paz, pero allí no le dejan serlo, sino más bien es el motivo de la rencilla y el crimen entre comunidades “cristianas”.

A mí, como cristiano, no me extraña que en  sociedades de otras creencias se den toda clase de conflictos y masacres, pero si me quieren convencer estos beligerantes de que hablamos, de que son cristianos, no lo aceptaré jamás. Los que estas barbaridades perpetran con mutuo perjuicio, tendrán que hacer una paz tan desfavorable como quieran, pero ni un solo día, ni una sola hora deben seguir con esta horrible situación. Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados? (1ª Corintios 6:7).

Pero para ellos, es mejor salirse todos con la suya, con lo cual caen en lo que dice el santo apóstol: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. (Santiago 4:1,2).

Comunidades cristianas, que no pueden tener hacia otras, cualquiera que sea su credo, aun errado según el parecer de los otros, pero comunidades y hombres y mujeres que buscan la paz, y la siguen por respeto a quien ellos dicen ser su Señor: pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. (Juan 10:26).  

Lo que hacen no es cristiano, digan lo que digan y quién lo diga. Disculpen la petulancia. Sé, que en todo hay motivos, todo lo legítimos que se quiera, pero el cristiano no ha de albergar odio en su corazón, y menos cultivarlo. Todo lo que él crea que hace para Dios, no vale nada: Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.

Laváos y limpiáos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. (Isaías 1: 15, 16,17,18).

Todavía (y esto, por conceder) si hubiera hambres, esclavitudes, o situaciones extremas, podría pensarse que era todo fruto de una extrema situación, pero esto no se da. Por tanto, todo cuanto acontece es fruto de la ambición, de las creencias, y la envidia entre sí. En todo lugar hay problemas y carencias, y no se matan con tanta vesania.

No, por favor, no se trate de dar justificaciones que no son admisibles, ni puede admitir nadie que tenga que ver con el cristianismo sentido en su interior. No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. (Isaías 1:13).

Hay otra realidad que guste o no, se produce en esta furibunda y empecinada enemistad. En la prensa y en otros medios de comunicación españoles, se dice cuando se ha producido uno de esos  execrables crímenes: “un fanático protestante asesina a un católico.”

Si la víctima es mujer, sacerdote  o niño como “daño colateral”, se resalta la circunstancia todo lo que se puede a fin de (cómo se dice en el argot periodístico) “hinchar el perro” o sea, magnificar y resaltar al máximo la noticia.

En cambio si la victima es protestante se dice casi de pasada: una nueva víctima en un atentado del Ira. Nada de protestante o católico. La alternativa es la siguiente tan sencilla. O fanáticos protestantes o solo el IRA. Eso es encubrir la verdad y eso es impropio de cristianos. Que digan que luchan por territorio, independencia, etc. pero no por diferentes credos.

Es así, dicho con  más o menos énfasis, para que se fije en la mente de quien lo lea. Las gentes aceptan la noticia tal cual y los protestantes son adecuadamente demonizados. Y eso no hace falta para sostener el propio credo. La verdad se defiende por sí sola, cuando la dejan.

En Inglaterra por el contrario la gente achaca a los católicos la culpabilidad, y ser los autores de los disturbios y de la desdichada situación. ¿Y estamos hablando de cristianismo? Las admoniciones de las respectivas iglesias son dejadas de lado, ignoradas y puestas en solfa, cuando debería bastar la autoridad de sus jerarquías para parar tamaño dislate.

No concibo otra clase de cristianismo que el que se excede solo en el amor a las personas, por que es el amor de Cristo y: El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor. Si lo que hay es odio, envidia, malas intenciones, agresiones externas e internas, eso no es cristianismo, lo diga quien lo diga.

Conviértanse al Señor, hagan cuentas de lo que vale su salvación o perdición eternas y que todos, para lo bueno o lo malo, se reconcilien y den honor y dignidad a Cristo, sin ultrajarlo, como lo hacen cada día ante el regocijo de los incrédulos. Y Dios juzgará la verdad en el día de su manifestación.

Que todos puedan presentar la paz; y quien más sacrifique de ventajas propias en pro de conseguirla, pienso que hallará más misericordia que el que por salirse con la suya, continúe esta sangrienta trayectoria.

Y termino este insolente y atrevido trabajo, con un dicho de Jesús: ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? (Lucas 6:46).