Nadie es perfecto

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.

   Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu,

Y el del Espíritu es contra la carne;

Y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

    y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio,

fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades,

Pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,

   Envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas;

Acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes,

Que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

   Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,

Benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza;

Contra tales cosas no hay ley.

(Gálatas 5:16 al 23).

 

 

Nadie, ha promovido más que yo (en mi pequeño ámbito) la tolerancia y la comprensión mutua de todas las personas. Por que estoy convencido y lo he experimentado a lo largo de mi corta vida en esta tierra, que solo el dialogo y la comprensión de las debilidades de los demás hace posible un convivencia razonable. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. (1ª Corintios 10:12). Lo que no haré nunca es justificar las conductas y las ideas nocivas tanto para la persona individual como para la colectividad.

La frase “nadie es perfecto”, es un coladero por el que todos los depravados y viciosos quieren justificar sus malas obras y costumbres. Con esta muletilla tratan de justificarse y a la par, consiguen que los demás adquieran la idea fatalista de que todas las personas podemos también llevar adelante, un comportamiento perverso y nocivo. No es así.

Somos libres para elegir nuestras vivencias y actos; y por supuesto es muy difícil hacer lo que a uno le parezca, sin restricciones morales, y que ello sea cosa buena. Y digo difícil por no decir imposible. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado. (Romanos 14:23). Y ese concepto se puede aplicar en cualquier caso.

Cada cual es responsable de las consecuencias de lo que cree, así como de lo que hace. Y quien dice constantemente “nadie es perfecto” trata de decir que: “como yo hago cosas malas, tú también las haces o puedes hacerlas. Por lo tanto no puedes censurar mi conducta”. El que quiera que se le respete, que respete él también, y no trate de hacer a otros copartícipes de sus maldades: Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, No consientas. Si dijeren: Ven con nosotros; Pongamos asechanzas para derramar sangre, Acechemos sin motivo al inocente; Los tragaremos vivos como el Seol, Y enteros, como los que caen en un abismo; Hallaremos riquezas de toda clase, Llenaremos nuestras casas de despojos; Echa tu suerte entre nosotros; Tengamos todos una bolsa. Hijo mío, no andes en camino con ellos. Aparta tu pie de sus veredas,

Nosotros estamos a salvo de la maldad por el Espíritu Santo de Dios, por que conocemos nuestras debilidades y (si estamos en lo que debemos estar), aborrecemos las obras de la carne: Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros. Gálatas 5: 24, 25,26).

Respetamos a las personas y no las juzgamos, pero tenemos el derecho, y el deber, de rechazar las conductas perversas y condenarlas explícitamente. Son malas y en el silencio puede haber muchas veces cobardía o aprobación. No agresivamente, ni lanzando maldición o anatema, pero sí poniendo todo delante del Señor que sabrá pronunciarse correctamente en cada caso

Al hombre solo le juzga Dios. La acciones manifiestas son sometidas a juicio por el creyente, por que el incrédulo no tiene referencias espirituales para juzgar un caso, sino que se dedica a juzgar a las personas: En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. 1ª Corintios 2:15.

La Biblia dice claramente que: todos somos pecadores y todos estamos desposeidos de la gloria de Dios. Solo su gracia y su misericordia pueden una y otra vez volvernos a sí. Pero a los reluctantes a seguirle, a los empedernidos, y recalcitrantes impenitentes, llegará el momento que no se esperan, en el que llega la desolación, porque después ya no queda sacrificio por el pecado, haciendo de nuevo a Cristo víctima de otro sacrificio.

Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. (Hebreos 6:4, 5,6).

Y por que en ese caso ya no hay arrepentimiento sino remordimiento. Para los que amamos a Dios siempre está su Gracia generosamente extendida: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. (Romanos 5:1,2).

Así que Dios no justifica los malos actos. Solo justifica a los que, arrepentidos del mal, se entreguen reconociendose culpables, a su misericordia. Todos podemos ser lo mejor y lo peor. Pero sepamos claramente que cada acto tiene sus consecuencias. Buenas si hacemos lo bueno y malas si hacemos lo malo. Así de claro y simple. Meditémoslo.