Algo sobre el nuevo nacimiento

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

No tengamos tiempo ya             

En esta vida mezquina
Por tal modo,
Que mi voluntad está
Conforme con la divina
Para todo;                           
Y consiento en mi morir
Con voluntad placentera,
Clara y pura,
Que querer hombre vivir
Cuando Dios quiere que muera         

Es locura.

Jorge Manrique.

 

Esta estrofa del poema de Manrique, se aplica a la muerte del maestre su padre y expresa su total comunión con la voluntad de Dios, siendo un regalo y ejemplo para todos los que de veras amamos al señor.

Veamos claro, los que un día quisimos morir al mundo, que Dios quiere la muerte del hombre viejo, del hombre carnal, del hombre de pecado, y quiere que vivamos la vida resucitada que nos dio, cuando por fe nos levantó de nuestra muerte espiritual y nos dio vida, estando nosotros muertos en pecados. Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (Romanos 6:4).

Esta vida nueva, es una vida desprendida de todo lo anterior y empieza ahora, amigo mío, cuando estás leyendo este escrito. Ahora, en este minuto, empieza a vivir esa vida. ¿Cómo? podrás decir. Sabes que para que haya nueva vida, tiene que haber primero muerte de la anterior, y después resurrección. Empieza ahora  y pondera fielmente las gloriosas palabras del apóstol: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,  aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo) (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, (Efesios 2:1, al 10.).

Al morir al viejo hombre, emerge grandioso y poderoso, el nuevo, con la naturaleza divina implantada en él, para que cada de nosotros esté en la firme convicción de que ya somos participantes de la naturaleza divina, y así dice la Escritura: Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; (2ª Pedro 1: 3 y 4).

Si somos valientes para morir, como el maestre Manrique con voluntad clara y pura, al pecado, al mundo, a la vanidad de las cosas, a la envidia de los muchos bienes del prójimo, y sabemos valorar los bienes espirituales actuales y venideros, haremos ni más ni menos, que la voluntad de Dios

Muchas de nuestras obras, están impregnadas de la naturaleza carnal del hombre viejo, de la vanidad, del deseo de destacar, de hambre de aplausos, por lo que pierden un gran bien los que hagan esto. Todo eso es la carne. Nosotros somos del Espíritu.

Sea nuestra obra la fe. La humildad sea el soporte de toda ella. Así aseguramos nuestra dicha eterna, sabiendo que estamos en la voluntad del Padre y que, muriendo a lo antiguo y pagano, nacemos de nuevo a Dios para siempre. Nos es necesario nacer de nuevo.

Nicodemo, un judío notorio preguntó como se podría hacer que el hombre pudiese volver a la comunión perfecta con Dios, y Jesús le mostró la maravillosa lección, que nosotros hemos arrebatado ardientemente con gozo y con fe, para que se haga esta lección plenamente operativa en nosotros.

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. (Juan 3:3 al 8)

Si no estás aun en esa órbita, escapa rápido de donde te ahogas en los deseos engañosos, y corre a Cristo para que en una nueva vida empieces a gozar de la perfecta comunión con Cristo y con el Padre en el Espíritu Santo. Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;

Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo (La Iglesia), bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. (Efesios 4:13, 14,15,16).

Para que ya no seamos niños fluctuantes, dice el apóstol, que solo se alimentan de leche y que van tras la última novedad, sino hombres y mujeres de Dios, que tienen en su oración, en su comunicación, en su andar diario con Cristo, todas las fuentes del poder y la felicidad. La paz nos acompañará siempre, y la eternidad en las moradas de Cristo nos espera. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. (Juan 14:2). Y las gentes dirán cuando os conozcan y sepan de vuestra vocación, de vuestra fe, y de vuestras obras. ¡Ese es un valiente soldado de Jesucristo! (2ª Timoteo 2:3).

Eso es lo que vale en el testimonio. Que sepan todos (por que a todos es ofrecido el evangelio que Dios) se tiene preparado unos pocos, que sí, saben y quieren hacer su voluntad. (Hebreos 10:7,8,9).

Ese es el testimonio válido, esa es la mejor forma de predicar que se puede aprender, y esa es la posición que Dios quiere para nosotros. Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón. (2ª Corintios 3:2 y 3).

¿No has muerto aun a la carne? Pues empieza ¡Ahora! y tu alma perdida será salvada por la buena palabra del Señor. Él ya ha dicho su palabra, a nosotros nos corresponde ser consecuentes con ella. Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra… (Mateo 8:8)  

No consientas, hermano, que el diablo reine sobre ti: No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; (Romanos (6:12 y siguientes) sino que Cristo ocupe el trono que le corresponde en tu corazón. Y nadie habrá mayor que tú entre los hombres, ni menor entre los hermanos. Por que todos somos hermanos del que dio su vida por nosotros, según el determinado consejo del Padre y no por una casualidad, como muy bien dice la Escritura: a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.   (Hechos 2:23).

Y ya es hora de que nos decidamos, y nos pongamos manos a la obra.  ¿Qué esperamos? Dejemos las niñerías, las broncas, las enemistades, la murmuración, y presentemos nuestras personas, para que Dios haga con ellas la obra que desea sin impedimento alguno. Romanos (6:13 al 19). Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. (Romanos 13:11).

Y termino con otra estrofa del poema Manrique

Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
  ya pasadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
  trastornadas;
  así, que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
  y prelados,
así los trata la muerte.
como a los pobres pastores
  de ganados.