Entrega y descanso

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Por nada estéis afanosos,

Sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios

En toda oración y ruego, con acción de gracias.

(Filipenses 4:6).

Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; (Colosenses 4:2)

Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones

Y acciones de gracias, por todos los hombres;

(1ª Timoteo 2:1).

Confesaos vuestras ofensas unos a otros,

Y orad unos por otros, para que seáis sanados.

La oración eficaz del justo puede mucho.

(Santiago 5:16).

Mas el fin de todas las cosas se acerca;

Sed, pues, sobrios, y velad en oración.

(1ª Pedro 4:7)

La fuerza y la pureza del cristiano con lo que mejor se mide es con la oración. La oración es la clave para medir la calidad cristiana. Cristianos de oración apresurada, y con la atención puesta, la mitad en lo que se ora y la otra en el problema que ha de resolver no es oración. Es una parodia de oración.

El alma que ora adecuadamente se eleva hasta el trono Santo y allí puede hablar de todas las cosas con su Señor. Ha de haber desprendimiento de las cosas cotidianas y entregarse a la llamada de Dios que por el Espíritu Santo nos hace desprendernos de lo contingente y externo para sumergirnos en el todo de Dios.

Entonces hay verdadero diálogo y verdadera comunión, por que todo se ha dejado atrás para atender a la principalísimo tarea de cohabitar con Dios y pedirle lo que necesitamos. Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lucas 11:13).

Este estado de comunicación y entrega absoluta que es la verdadera oración requiere una renuncia y un desprendimiento de todo aquello que no es imprescindible para el mantenimiento de la vida y desde luego que no estorbe esta relación con nuestro Señor.

Cualquiera al leer estas palabras podrá decir con aparente razón. ¿Quién pues hará las faenas propias para la vida y la prosperidad de la sociedad y el mantenimiento de su familia, de sus hijos. Por que la Escritura es clara a ese respecto: porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo. (1ª Timoteo 5:8).

¿Como podemos casar estas palabras con lo anteriormente dicho de desprendimiento y renuncia? Es normal que cada cual quiera para sí lo mejor entre lo que pueda escoger. Si la comunión con Dios en Cristo, es lo mejor que podemos escoger entre varias opciones, es normal que lo demás ocupe un lugar secundario y en muchos casos y cosas un nulo lugar.

Vivir envuelto en negocios y afanes, es desprenderse de la comunión con Dios y lanzarse a prosperar en un mundo que no da nada gratis, sino que lo que se puede sacar de él es a costa de sacrificios personales y la ofrenda de la vida espiritual ya que el mundo, reino de Satanás, actúa como su rey (enemigo de Cristo) le ordena que ha de actuar.

Quedamos pues, en que el que quiere estar en perfecta comunión con el Señor, ha de mirar con indiferencia todo aquello que es lucimiento mundano y apariencia de piedad. Es cierto que muchos cristianos y muchas iglesias constituyen en el mundo el casi único cauce de la ayuda a los demás, y son auténticos luchadores de la caridad entendida como ayuda material a los más pobres.

Es imposible por definición, que todos los hombres se comporten de forma cristiana y así establecer la justicia, y por lo tanto la paz y la innecesaria caridad. Cuando hay justicia, sobra la caridad. Esto, no se produce así, por que lo vemos cada día y el mismo Señor lo dijo claramente: porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. (Mateo 7:14).

Existe pues la imposibilidad de que, universalmente, se implante por parte del hombre una sociedad mundial de respeto cristiano y de auténtica equidad, por que las pasiones humanas como la ambición, la debilidad ante las tentaciones, y sobre todo el poco amor a la verdad lo hacen impracticable.

¿Y que hay de los cristianos? ¿Cuál es nuestra posición correcta ante esta tesitura? La valoración número uno que rige nuestra escala de valores. Dios es antes que nada, de la misma forma que el uno es antes que el dos. Que la fe sea suficiente, para entregarnos sin miedo y a todo trance a los brazos del Señor, es lo que distingue al buen discípulo.

Si en nuestro corazón guardamos un rincón, por pequeño que sea a la vida material, y no tratamos al mundo con la indiferencia que un hijo del rey pondera la bazofia que se le ofrece, sabiendo que en su palacio hay manjares excelentes, ese cristianos está en fallo perpetuo.

No hablamos aquí de salvación que eso requeriría un estudio muy pormenorizado lejos de los propósitos de estos trabajos que son solo estímulo y orientación.

El camino seguro que lleva a la vida es angosto y la puerta estrecha. Y eso lo dijo Jesús. Además añade para más dificultad; y pocos son los que la hallan. Bueno, se podrá decir. Bien difícil me lo pone usted hermano. Pero el meollo del asunto no está en la dificultad, ni en nuestras fuerzas, ni en el llamamiento, ni en el esfuerzo evangélico y misionero.

 El meollo es ¿creemos nosotros que vale la pena entrar por esa puerta, que dichosamente hemos encontrado los que somos de Cristo? ¿Vale la pena hacer, como aquel mercader que buscaba perlas de calidad? Veamos lo que dice Jesús: También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.  (Mateo 13:45,46).

Ese mercader no era pobre pues compraba buenas perlas y tendría bienes. Pero cuando halló la perla que le fascinó por su esplendor y belleza única, lo vendió todo para poder comprarla.

¿Es esa nuestra vocación, cuando entregados a Cristo, confiando en su sacrificio y esperando en su amor sin límites, dejamos como escoria todo lo que no concentre nuestras vidas en la Vida Eterna? ¿En la comunión con Dios como hijos amados? Si así es, sobran las explicaciones, puesto que sabemos (no suponemos), no solamente que tenemos vida, sino que Dios el Padre se complace en tener comunión y diálogo con sus hijos.

¿Qué eres torpe? ¿Que no sabes mucho todavía, etc.? No tiene importancia, si en tu vida el factor número uno es Dios, y nada más que Dios.

Que él nos ilumine y nos conduzca por los caminos celestiales en Cristo Jesús.