Cosas que pertenecen a la piedad

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo,

Si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu,

Si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,

Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor,

 unánimes, sintiendo una misma cosa.

   Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad,

estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;

   No mirando cada uno por lo suyo propio,

Sino cada cual también por lo de los otros.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,

El cual, siendo en forma de Dios,

No estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,

Sino que se despojó a sí mismo,

Tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;

Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,

haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo,

 y le dio un nombre que es sobre todo nombre,

   Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla

De los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;

   y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,

Para gloria de Dios Padre.

(Filipenses 2:1 al 11).

 

 

 

Aparte de las frases encantadoras y sugerentes, la oración y comunión con Dios, comprende un misterio y una dimensión que escapa al alma humana por su altura inalcanzable, como la de aquel a quien va dirigida.

Dice un fiel creyente, cuando titubea en la oración, que Dios pasa a limpio nuestra oración ya que como dice el apóstol Pablo: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. (Romanos 8:26).

Y es cierto que no sabemos pedir como conviene, por que nos dispersamos en asuntos que nos son, ni de lejos, relacionados con el negocio de la salvación eterna. Decía un personaje pagano: “Los dioses castigan a los hombre muchas veces, concediéndoles aquello que les piden”. Por que ellos piden cosas que son para su perdición, Nosotros en cambio sabemos que el mismo Espíritu Santo intercede por nosotros “con gemidos indecibles”.

Vamos a considerar. ¡Que es la salvación eterna? ¿Que calado tiene en nuestras personas, sentirnos salvos y del agrado de nuestro Señor Altísimo? ¿Que importancia o que número alcanza este maravilloso misterio y estupendo evento, en nuestra escala de valores? ¿Lo damos por hecho o que se hará cuando nosotros consideremos que se puede o debe hacer?  ¿Comparado a veces con las vicisitudes de nuestra vida, ocupa un lugar muy alejado de los primeros puestos de esta escala que mencionamos?

La oración es resultado de sentirnos en comunión directa y completa con el Creador, por Jesucristo. No es algo más que forma parte de nuestras preferencias, o de algún atavismo que arrastramos desde niños o que hemos elegido ya siendo mayores.

Ya expusimos en otra ocasión que es un cara a acara con Dios mismo.

¿Valoramos nosotros, siquiera por aproximación, lo que significa que el mismo Creador que, habita en un trono alto y sublime, se avenga a estar con nuestras miserables personas, y atienda nuestras demandas, y sobre todo, se allane a hablar con nosotros, solo por su amor y por su inmensa misericordia? ¿Estamos ponderando a quién nos dirigimos, de quién dependemos para cada respiración, y a quien pertenecemos?

Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. (Isaías 57:15).

Cuando tú, o yo, hablamos en oración con Dios ¿A quien creemos que nos dirigimos en ese momento? Es, hermano mío, al Creador de los Cielos y la Tierra, al que tiene todo el poder, y a Cristo, el hijo amado y sacrificado por nuestra salvación a quien nos dirigimos.

¿Tú te dirigirías de cualquier manera al rey de España, o al Presidente de tu país si te diera opción para que le hablaras y le pidieras alguna merced? ¿O  por el contrario, días antes de la audiencia estarías nervioso y preparando cuidadosamente, lo que irías a decirle cuando te diera opción a para hablarle?

Siendo así ¿Qué actitud tomar ante el que toda la creación se inclina; hasta las más grandes potestades? Jesús dijo de sí mismo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. (Mateo 28:18). Y poseyendo tal poder se entregó a sí mismo para que, despojado de todo, viniera a ser causa de nuestra salvación eterna a los que estábamos muertos y perdidos en nuestros pecados.

Pobre descripción la presente, pero en estas premisas y muchas más hemos de pensar y estar impregnados, cuando nos atrevemos a dirigirnos al que todo lo da y tiene derecho a recibirlo todo, pues todo es suyo. “Dios da a los que le dan y en la medida en que dan”. (Guillerand).

Claro está que nosotros, enseguida lo transformamos todo en cosas muy tangibles y prácticas para la vida corporal que, aun siendo tan importante, es algo muy pequeño comparado con lo que Dios es, y lo que ha previsto para nosotros, los que aun toscamente le amamos de verdad. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. (1ª Corintios 2:9).

Bueno, y nos atrevemos a rezar una oracioncilla, y ya le hemos despachado y cumplido. Todo el mundo disfruta de cosas y ¿por qué yo no voy a poder disfrutarlas como los demás? Pues amigo mío, por que nosotros disfrutamos ya de vida eterna, y todo lo demás por muy importante que nos parezca a nosotros, no es nada comparado con lo que nos espera sea para perdición de unos y galardón de los que le esperan

 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. (Romanos 8:18). Y eso lo dice el apóstol Pablo con toda seguridad. No duda, sino que como él mismo afirma “lo tiene por cierto”). Y consecuentemente así actúa. ¡Aprendamos!

La pregunta es ¿creemos nosotros esas afirmaciones del apóstol, o para nosotros son una pequeña parte de nuestras vidas, y algunas veces creemos que damos demasiado tiempo y espacio al pensamiento de Dios, y a la comunicación y comunión íntima con él?

¡Cuidado con lo que pensamos! Estamos trabajando sobre una salvación tan grande, que el asunto ha de tomarse con arreglo a lo que significa la Gloria eterna, seamos quienes seamos; hombres, niños, mujeres, jóvenes, o viejos.

Es tan inmensa, inimaginable e importante nuestra salvación, que podemos imaginarnos lo que queramos que Dios ha preparado, en las moradas de Cristo, donde estaremos con él, para que el sea el primogénito entre muchos hermanos (Romanos 8:29).

Por mucha imaginación y visión que tengamos, nunca llegaremos a una mínima aproximación, a la sublimidad del galardón de Dios para los que le aman. Dice la Escritura santa: He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. (Apocalipsis 22:12).

Ante el corazón entregado que se inclina ante Él, y presenta nuestra miseria, Él convierte  a esta en la más dulce de las características de nuestra alma. Reducida a su dependencia absoluta, desposeída de todo cuanto estorba la sublime relación con Dios, el alma se eleva a la insondable misericordia de Dios y ese es el terreno propio del creyente: “Yo nada, tú todo, Señor, por que mi nada llega a ser todo, cuando la entrego a ti”.

De este anonadamiento, como del de Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse… (Filipenses 2:6) mana toda fuente de la verdadera oración. Somos hijos de Dios y nuestra más formidable obra es creer en el que Él ha enviado para nuestra gloria (Juan 6:29). Para hacer la obra de Dios es necesaria la fe en su obra. Y dejarse acunar por el que posee los brazos más fuertes y a la vez más suaves y tiernos que nadie imaginarse pueda.

Nuestra misión es clara Dios es nuestro refugio y nuestra vida. Haremos las cosas mejor o peor (preferiblemente mejor ¿no os parece?) Pero como dice la Escritura y termino: (!!Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!) (Hebreos 10:31). Pero también dice a los fieles: No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. (Hebreos 10:35,36).