¡Ah! La verdad

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

Muchos de los males que sufrimos los humanos se deben principalmente a que no sabemos la verdad, pero más aun (y ese es el gran problema) a que no queremos la verdad. Aborrecemos la verdad y nos encontramos más cómodos, aunque más vulnerables en nuestra soledad interior. Por eso las gentes buscan la algarabía y la diversión, para distraer sus males internos que los devoran y azotan cruelmente.

Se han dado casos de pérdida de razón o de suicidios por no poder soportar esta carga que, a veces, es mucho más pesada que cualquier tormento externo corporal.

Se dice que Pilato era malo o indeciso, político o indiferente, pero ¿por qué no pensar que el aquel hombre sufriera la carga de su conciencia cuando vio ante sí un ser purísimo que, sin ofenderle, le hacía ver el infierno en que estaba inmerso a causa de su conciencia.

Dicen los más incrédulos que no existe la conciencia si no existe religión, pero eso es falso de toda falsedad. Hasta el más depravado delincuente o criminal tiene conciencia y su escala de valores por muy corrupta que esta sea. Y a esa escala de valores se dirige la conciencia para acusar o dar conformidad. En el fondo todos envidian al que defiende su pureza y su integridad con humildad aun siendo objeto de burlas y acosos.

Es cierto que las gentes no conocen la verdad, y consecuentemente son presa del primero que les dice algo insólito, sea curandero, mago, adivino, o consultor de muertos, etc. En algo tienen que apoyar su entrega al mal. Desean tener un referente “moral” para que sus conciencias no los atormenten en demasía o de forma insoportable. ¿Que es, si no, esa tendencia a idolatrar la ciencia, cuando cada nuevo descubrimiento deja en evidencia la falsedad y temeridad del anterior que queda como inservible? 

Pero es que la verdad es como la luz que ilumina todo el panorama interior, y desnuda toda obra, incluyendo las nuestras propias. Eso es insoportable si el ser humano no encuentra alguna idea, creencia o fábula, en la que verter ese cúmulo de basura espiritual que todos transportamos dentro de nosotros mismos. 

Los cristianos no tememos que algún hecho secreto, nuestro, sea revelado. Ciertamente no nos gustará, (significa evidenciar una caída o una debilidad) pero sabemos que puestos en consciencia y arrepentimiento interior esos hechos y confesados ante Cristo, ya no tienen aguijón alguno. Si no fuera así ¿Para qué murió Cristo?

Es una revelación la frase que aparece en 2 Tesalonicenses 2. Hablando del anticristo: inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira.

Líbrenos el Señor de prescindir de su misericordia, por medio de la cual fuimos hechos hijos de Dios, al contemplar las situaciones de otros, pero no nos engañemos tampoco.

La palabras del apóstol Pablo son concluyentes en su carta a los efesios Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús... Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.

El amor a la verdad nos lleva a la verdad de forma inapelable. No hay otra vía. Con ese don ya todos se van acomodando a los planes de Dios para cada uno en particular. Es don de Dios para que lleguemos a la fe y seamos salvos.

De nuevo la Santa Escritura nos amonesta con su veraz palabra: Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

Ahora una vez leído este pobre trabajo, meditemos por donde va nuestra vida, y si somos amadores de la Verdad.

De la sincera respuesta que nos demos a la luz de la revelación de Dios, sabremos nuestra posición en el amado, Cristo Jesús.