Promesa firme

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

Tenemos también la palabra profética más segura,

A la cual también hacéis bien en estar atentos

Como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro,

 Hasta que el día esclarezca

Y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones...

 Nunca la profecía fue traída por voluntad humana,

Sino que los santos hombres de Dios,

Hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

(2ª Pedro. 1:19). 

 

 

Isaac por descuido de sus deberes para con Dios reaccionó demasiado tarde y esto le supuso la separación de sus dos hijos, muchas tribulaciones en su vejez, y dejar incumplido el mandamiento de Dios. La alocada aventura de Rebeca y Jacob sustituyendo a Esaú en la bendición, trajo consecuencias que desde luego hubiesen sido muy trágicas de no mediar Dios con su magnánima providencia.

Uno huyó por temor a la ira de su hermano y el otro por que las mujeres que tomó de las hijas de Canaán parecían mal a Isaac su padre. Para poner a salvo a Jacob de su vengativo hermano, dijo Rebeca a Isaac: Fastidio tengo de mi vida, a causa de las hijas de Het. Si Jacob toma mujer de las hijas de Het, como estas, de las hijas de esta tierra, ¿para que quiero la vida? (Génesis 27:46) por que había sucedido que cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca. (Génesis 26:34 y 35).

Vemos otra vez a Jacob, el hombre elegido, contrariando los propósitos de Dios y enredándose en aflicciones, y también podemos admirar la misericordia de Dios que en sus sobrevenidas amarguras no le desampara, sino que endereza, sabia y provechosamente, todas sus equivocaciones y las consecuencias de estas. No por méritos de él,  sino por su gran  amor y soberano designio.

La unión de Esaú con las mujeres extrañas fue motivo de amargura para sus padres de forma tal, que no pudo ya seguir viviendo junto a ellos. Sus mujeres lo separaron de la familia de Dios y amargaron la vida de sus padres. Él se fue con Ismael, que era otro hombre dejado por Dios fuera de la promesa espiritual de Abraham.                  

Como dijimos anteriormente, cuando Abraham volvió del rescate de Lot, se le ofreció por el Rey de Sodoma un botín tentador. Abraham, una vez conseguido el objetivo de librar a su pariente Lot, ya no quiso más compromiso con aquel rey ni aceptó nada de él, aunque era su derecho. Resueltamente respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Yahvé Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram; (Génesis 14:23). Para el no conocedor, diremos que Abram era el primer nombre que tuvo Abrahán, hasta que Dios le dijo: Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. (Génesis 17:5).

Abrahán solo quería aceptar lo que Dios le ofreciera por los medios que quisiera, pero no premios debidos a su propio esfuerzo, que le pudieran desligar lo mas mínimo de su dependencia de Dios. Ningún botín o riqueza ofrecida por el hombre, que él no supiera que era enviada expresamente por Dios, tuvo cabida en la mano ni en el corazón de aquel hombre de Dios. Así también hoy, para el creyente, no debe haber cosa de valor que no sea de parte expresa de Dios. Lo que  es de Él, no se puede mezclar nunca con los dones de los hombres.

Es preciso rehusar, todo lo que no concuerda con los propósitos expresos de Dios, de forma decidida y definitiva. En asunto de tanta trascendencia como es la vida eterna, no podemos andar livianamente al socaire de los hombres mundanos y sus obras. Bastante obra es mantener la relación con el Señor, a pesar de  nuestras propias debilidades.  

Si no podemos rehuirlos, al estar constreñidos por fuerzas superiores a las nuestras, es signo de que Dios quiere que seamos nosotros los que nos apartemos diligentemente de los aparentes bienes que provengan de los hombres extraños a Dios. Hemos de ser muy cuidadosos, a la hora de discernir de donde proviene cada don que recibimos, sea de quien sea, y ser capaces por el poder del Espíritu de apartarlos de nosotros: Aparta mis ojos, que no vean la vanidad. (Salmo 119:37).

Es a veces un trance duro y sin aparente utilidad inmediata, pero solo este método funciona para vivir la comunión con Dios. Y solo este estado del alma, es el que permite gozar de forma constante de la unidad de Cristo y el creyente, como dijo el mismo Señor en una de sus sublimes afirmaciones de la verdad. Yo en ellos, y tú en mí...  (Juan 17:23).

La supersticiosa creencia de que tan solo con la asistencia a la iglesia el domingo,  (cosa muy necesaria por cierto y de inmenso valor espiritual) es suficiente para la vida cristiana, hace creer a muchos que la simple y rutinaria asistencia, es un medio apropiado para la salvación.

Esto dispensa al cristiano (según se cree por muchos) de la obligación de permanecer, antes y después del culto, apartado de los muchos desarreglos del sistema, y de introducirse en los medios donde el nombre del Señor no pueda ser magnificado de forma continua. Por la mañana está calladito en el culto, y por la tarde vocifera contra el árbitro en el partido de fútbol. No podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. (1ª Corintios 10:21).

Distracción,  elemento, o lugar en donde no se aprecie la presencia y aprobación del Señor, no es terreno adecuado para el cristiano y sí ocasión más que propicia para pecar. Esto sin contar, con que solo entrar en estas situaciones, ya constituye pecado. Si Dios dice que nos apartemos, es muy injuriosa e inútil toda controversia a la palabra de Dios. ¡Apartémonos!  Esto puede parecer, y parece, muy estricto para el incrédulo o tibio, pero es la única forma que agrada a Dios y eso es lo verdaderamente importante.

Nuestro Señor Jesucristo, espejo de nuestro andar y nuestro pensar, es modelo en toda virtud que queramos imitar y desarrollar. Pero en esta exposición solo acudiremos a unos pocos textos que nos abran el espíritu, para conocer que clase de sujeción inspiraba a Jesús en relación a su perfecta sujeción al Padre.

Yo no soy del mundo.- El mundo nada tiene en mí.- Apartado de los pecadores y hecho mas sublime que los cielos.- Aparta de mí Satanás, porque no piensas las cosas de Dios.- Y lo quisieron hacer Rey, y el se apartó de ellos y se fue solo al monte.- Todavía no ha llegado mi hora.- No reseñamos textos. Puede buscarlos, si lo desea, el lector interesado.

En cada uno de ellos, encontraremos amplias fuentes donde beber y deleitarse, solo contemplando reverentemente, el espíritu de consagración total que rebosaba del corazón de Jesús. Así dijo reposadamente a sus padres que legítimamente le reprochaban su apartamiento de ellos, para ocuparse de lo que verdaderamente le interesaba hacer: ¿Por que me buscabais?  ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario  estar?  (Lucas 2:49) Hay que buscar a Jesús, en los asuntos que conciernen a la voluntad del Padre. No lo encontrarás en otro lugar.

Es tan  trascendente y decisivo el apartamiento, que podemos observar en la Santa Escritura, cómo hombres elegidos para misiones difíciles, muy  especiales y concretas, tan pronto como se distanciaron de Dios para seguir sus locas inclinaciones, cayeron en las más humillantes situaciones.

Solo salieron de ellas por la misericordia de Dios, mediante el sincero y hasta desgarrado arrepentimiento. Por ello en la Escritura se consignan tantas caídas, que tanto escandalizan hipócritamente a muchos. Son para nuestro ejemplo y para que no caigamos en semejantes situaciones. Son escritas para nuestra admonición y provecho espiritual.

David, Sansón, Josué, y tantos otros, tuvieron que hacer frente a desgracias y pérdida de bendiciones, ingentes y ciertas, que el Señor les prometía tan frecuentemente, tan solo por acercarse a la unión y compañerismo, con aquellos que Dios había ya claramente señalado como sus manifiestos enemigos, y causa de pecado.

¿Y que es la Gloria, sino una separación total e irreversible de toda persona o cosa enemigas de Dios? … una gran sima esta puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. (Lucas 16:26). Esta separación no es revocable, y eso debe ser sabido claramente por el que  pretende estar en la onda de Dios.

Es una unidad inquebrantable con Él, constituyéndose uno con Cristo, y uno con la bendita majestad del Padre. Desde el principio de la creación del hombre, Dios ha tratado siempre, en todos los tiempos, de apartar para sí un pueblo suyo de su elección y amor.

Comienza por Adán y le prepara un huerto y un árbol de su exclusivo uso, mandándole estrictamente que no coma del fruto prohibido, del que se tiene que mantener apartado por muy cercano que estuviera de él.

Como niño que no conoce la repercusión de sus actos, así procedió el hombre en el paraíso y asimismo hace a través de todos los tiempos. Es una maldición terrible, como corresponde a la ofensa de despreciar, al que le mantiene y le protege.

Cuando Elías, el gran profeta, le recrimina al Señor, que ya no queda más que él de entre los profetas y sacerdotes, Dios le dice escuetamente: He hecho que queden siete mil varones que no han doblado su rodilla ante Baal, ni han besado su frente. (1º Reyes 19:18). Es decir, no han participado de usos y pecados de idolatría de los demás. Dios siempre guarda esos siete mil simbólicos, que son la sal y la levadura del mundo, así como los que guardan el testimonio de Jesucristo.

Muchos creen que por pertenecer a una denominación, acudir a las asambleas y andar en religión con prudencia mundana, ya tienen arreglado el asunto de su vida y su salvación. Ellos lo hacen todo tan bien que han “merecido”su salvación.

Es una fatal equivocación, porque tanto ellos, como asimismo los que antes se llamaban a sí mismos pueblo de Dios, están en la posición que describe Jesús cuando dice: Nunca os conocí. Apartaos de mí hacedores de maldad. (Mateo 7:23). Incómoda y extraviada posición. ¡Cuan deseable es que se hicieran claras las palabras de Jesús a muchos, que andan jactándose de religiosos y caen dentro del gran grupo de los que no son conocidos por Cristo.

Solo el hombre que cree a Dios vive en la realidad, ya que lo demás es vanidad pasajera e ilusoria, que lleva a la infelicidad, a la perpetua frustración y desencanto desesperado, que vemos en las gentes de toda clase y condición. En esas condiciones ¿a quién iremos? ¡Solo a Cristo!  Y como insistimos siempre, solo en sus condiciones y no en las nuestras.

¡Como se llena el corazón de gratitud al comprobar la eficacia y el consuelo de estas palabras de Jesús, que no son simple retórica, sino que están respaldadas por el poder del que todo lo puede y jamás nos defrauda. Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mateo 11:29).

¿Que extraña rebelión es esta, que haciendo caso omiso de las declaraciones tan claras del divino maestro, tratan de componer unas extrañas teologías sin base alguna, solo porque ellos lo afirman sin saber?

No hay manera de conciliarse con ellos, porque no acceden de ninguna manera a discutir (no disputar) y a escudriñar la Escritura. Solo los pasajes que ellos tuercen, como dice el apóstol Pedro en sus cartas, hablando de las epístolas de San Pablo: Entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos o inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. (2ª Pedro 3:16).

Estas personas desprecian altaneramente las admoniciones, y nos preguntamos: ¿Es que no quieren, o no pueden? ¿O de antemano conociendo, se niegan a apearse de sus formas de pensar que han incubado largo tiempo, y de las que les cuesta tanto trabajo desprenderse? Esto hace bueno el dicho antiguo:

“O sabe naturaleza,

Más que supo en otro tiempo,

O tantos que nacen sabios,

Es por que lo dicen ellos”. (Lope de Vega)

Nosotros deseamos fervientemente que sea realidad la palabra que dice: Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia viene de Dios. (2ª Corintios 3:4-5). Si estamos dentro de la disciplina de las Escrituras, sujetémonos a ellas y a la natural y no deformada exégesis, que tantos se esfuerzan en sacar del contexto.

 

 

LOS ENEMIGOS

 

No temas fiel cristiano de enemigos

Que Dios te los envía por amarte

Pues no hay mejor maestro; al criticarte,

Reprende y te previene del castigo.

 

Si quieres que el Señor sea tu testigo

Es bueno que te avise de los males

Si tú no sabes donde están los tales,

Que no te advertirá ningún amigo.

 

Preciso es pues que el pérfido adversario

Se ocupe en señalarte tus errores

Pues Dios lo constituye en su notario

 

Son capa, los amigos, de los vicios;

Los malos son un freno a tus pecados

Que imputan sin recato ni artificios.

 

Toma los beneficios

Que te hace el enemigo, al señalarte

Tus faltas, invitándote a salvarte.