Salid de ellos

Autor: Rafael Ángel Marañón

Salid de en medio de  ellos, y apartaos, dice el Señor.

Y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré,

Y seré a vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas,  

Dice el Señor Todopoderoso.

(2ª Corintios 6:17-18)    

 

Sin aturdimiento, podemos disfrutar de certidumbres como estas… ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo... A Él santificad; sea Él vuestro temor y Él sea vuestro miedo. (Isaías. 8:12,13). Es por ello que el Señor abomina a los que teniendo el nombre de cristianos, acuden a encantadores, adivinos,  espiritualistas, fetichistas, que practican toda  clase de supersticiones. Es ejercicio común entre el pueblo ignorante, que tendría que ser el pueblo de Dios.

Pero las gentes se ufanan como hemos dicho ya, de estas contaminaciones, y su posición arrogante sigue siendo la misma de todos los tiempos. La amonestación de Dios sobre el castigo también se expresa en su misma palabra: Para siempre seré señora; y no has pensado en esto, ni te acordaste de tu postrimería. Y añade, para que no haya dudas de ninguna clase en nosotros: Mi consejo permanecerá y haré todo lo que quiero... Porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí. (Isaías 46).   

Los impíos que se enfrentan a la invulnerable voluntad de Dios, deberían para su bien tener en cuenta lo que Él reprocha, siempre dando la oportunidad de acogerse a su gracia y su misericordia. ¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar... No hay paz para los malos, dijo el Señor. (Isaías capítulos, 47 y 48).

Dios insiste con los extraviados... ¡Volveos a mí!  La gente se entrega a lo mismos errores que los coetáneos de Noé. Es la época dorada de los magos, brujos, adivinos, espiritualistas y toda una procesión de charlatanes y farsantes. Toda una parafernalia perversa de engañadores.

Y paradójicamente, a pesar de tanta falsa ciencia y tanto falaz conocimiento y agnosticismo reinante, estas mancias o remedos de ellas, no carecen ni mucho menos de una generosa clientela, entre todas las gentes de todas las culturas y clases sociales. Los mismos que dicen que no creen en nada. Otra paradoja más de la “inteligencia” humana.

Es el momento dorado de esta clase de embaucadores y de los que les consultan, confiando en fuerzas que están señaladas perfectamente como opuestas a Dios, aunque ellos insistan en que sus pretendidos poderes los reciben de Él. Otros más osados, invocan sobre sí la variedad más alucinante de personajes, de las más estrafalarias y distintas extracciones, y hasta echan mano de los antiguos mitos y supersticiones. Todos tienen éxito en el mundo.

Dios advierte solemnemente: Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? (Isaías, 8:19). Pero el mundo no escucha a Dios. Escucha a los engañadores. He aquí que la palabra de Dios les es cosa vergonzosa, no la aman. (Jeremías 6:10) La palabra de Dios es burla, y también utilizada deshonestamente en todos los foros adonde estas gentes acuden a hablar o a oír.  

Hoy casi todos se van en pos de las supersticiones más burdas imaginables, y los más aparentemente inteligentes y todo el  resto del pueblo, ignorante voluntario, corren como orates tras las adivinaciones y sortilegios que se anuncian hasta en la televisión. ¡El hombre moderno; la bestia del siglo XXI! ¿Es esta la tan adorada  y magnificada razón? ¿Y solamente para coronar este bodrio, rechazan o abandonan a Dios?

Hoy tenemos mucha técnica, pero participamos de la misma ignorancia y los mismos vicios y supersticiones de los tiempos de Noé. Era esto mismo lo que prevalecía en tiempo de Noé y en tiempos de los profetas; el orgullo y la misma entronización del hombre.

Ellos, despreciando a Dios como soberano valedor de todas las cosas, se atribuían el poder de gobernar la tierra y proporcionarse a sí mismos orden y moral. Con esta clase de gentes nos atrevemos aun los cristianos a participar, aunque sea en contra de lo que Dios ha dispuesto para los suyos.

No estamos contra la convivencia pacífica, ni contra la comprensión hacia todos, en lo que a nosotros espiritualmente no nos concierne. No se trata de perseguir a nadie, de la misma forma que no deseamos que se nos persiga. Lo que decimos es solo para cristianos, y para los que quieran sumarse a los que ya han subido al carro de Cristo vencedor. Se trata de que si somos lo que manifestamos ser, y si andamos en las costumbres de las gentes, hayamos de aceptar la enérgica admonición de Dios. No aprendáis el camino de las naciones, ni aún de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad. (Jeremías, 10: 2-3).

Dios lo quiere todo a su soberana manera, y no como imaginan las gentes con sus sofisticadas, ridículas y falsamente filantrópicas formas de opinión y comportamiento. Todo lo que no moleste su pretendida superioridad sobre la palabra de Dios, es escuchado con agrado, atención, y con el máximo respeto.

La palabra de Dios, y sus resultados en conducta y apreciación moral de las cosas, es temida y por tanto atacada y despreciada agriamente por todos los escépticos. Pronunciar el nombre del Señor Jesucristo es casi ofensivo para ellos, u objeto de una sonrisa irónica.

La profecía bíblica es casi desconocida y despreciada por todos, que solo van a fuentes espurias a beber de un manantial pisoteado y embarrado con el lodo maloliente de la superstición y el engaño.

Los repetidos y perfectamente detallados ensayos para explicar la marcha de la humanidad, solo miran lo que pueden ver. No profundizan en el meollo de la situación pues su mirada es miope para distinguir la profundidad de la rebelión, y la marcha cada vez más veloz hacia la nueva hecatombe.

Los sombríos presagios de los que más se acercan a la realidad profunda, no son tenidos en cuenta; a lo sumo se le da una importancia anecdótica y secundaria. Las gentes se tapan los ojos para no ver la verdad, y creen que saben todo sobre todo. No hay ceguera más aguda: Si fueseis ciegos, no tendríais pecado; mas por cuanto decís: vemos, vuestro pecado permanece. (Juan 9:41). Eso decía Jesús a los que se jactaban de conocimiento y rectitud.

Anden los palabreros y los más estrafalarios personajes, diciendo y haciendo los despropósitos más indignos y repugnantes, y lo considerarán cultura y formación de las masas en el conocimiento “libre” de las cosas. Personajes de las más extrañas extracciones y cataduras,  burdos, son escuchados con avidez por las masas corrompidas, y lo que dicen se bebe como ambrosía. Es “el signo de los tiempos”, la corrupción generalizada.

Es verdaderamente insólito contemplar hoy día, en la plenitud de la civilización, la muchedumbre de magos, adivinos, y el innumerable cortejo de embaucadores, que se acusan unos a otros de falsedad en foros públicos de grandes audiencias y a los que, sin embargo, no les falta abundante clientela entre pobres y ricos, avispados y torpes. No es asunto trivial y de poco interés, como actualmente se considera por la mayor parte de los creyentes.

Los cristianos debemos hacer bueno para nosotros, el mandato de Dios a Jeremías. Si te convirtieres, yo te restauraré; y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Y te pondré en este pueblo como muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti pero no te vencerán: porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice el Señor. (Jeremías 15)                

Lot era un buen hombre y justo según la Escritura, y hasta se abrumaba por  la nefanda conducta de los malvados: Porque este justo que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos. (2ª Pedro 2:7)

Vemos claramente el ejemplo de un justo, abrumado cada día a causa de estar rodeado y casi envuelto en la iniquidad, pero  no se marchaba de la corrompida ciudad. Sus hijas y sus yernos, su propiedad y todo otro tipo de consideraciones, le impedían apartarse de aquel laberinto de maldad en donde él mismo se había involucrado.

No es nueva esta confusión para el hombre. Es imagen misma del creyente de hoy, que estando lleno de devotos pensamientos hacia Dios, no da el paso definitivo de separación de tales gentes y sus obras, y atrae neciamente sobre sí los juicios del Señor. Es tan necio estar lejos de Dios, como estar cerca y no hacer aprecio a los tesoros de piedad y dones espirituales que Él libremente ansía otorgarnos.: No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi padre que está en los cielos. (Mateo 7:21). 

A Lot le tuvo que sacar Dios apresuradamente de Sodoma, después de padecer afrenta y ser humillado por aquellos con los que cohabitaba, y con pérdida total de todo lo que había acumulado de riquezas y posesiones, de relaciones y amistades. Todo fue destruido por el fuego, y solo su parentesco  con Abraham y por ello, el favor de Dios, le valió a Lot para ser sacado de aquel horno ardiente, aunque apresuradamente y  en el último momento.

Quisiéramos que este ejemplo sencillo y ejemplarizante, convenza a cualquier cristiano atento y que busque la verdad, de que la separación es el método de Dios para todos nosotros los que creemos, y su objetivo es nuestra verdadera libertad y purificar para sí un pueblo celoso de buenas obras. (Tito, capítulo 2) 

Abraham permaneció en el monte con sus ganados sin querer disfrutar los placeres que existían en la ciudad, pero fue amigo de Dios y conservó vida, bienes y paz, al permanecer alejado de todo lo que para Lot era prosperidad y una forma de vivir avanzada y refinada.

Abraham por esta fe y confianza consecuente en el oráculo de Dios, aunque era hombre falible y tuvo que padecer a causa de sus naturales debilidades (como también nosotros) se cuidó muy bien de no entregar a su hijo Isaac, heredero de la promesa de la bendición de Dios, a las mujeres cananeas.

Envió a Eliezer, su mayordomo, con camellos, criados, presentes y bajo juramento de buscar esposa para su hijo entre las hijas de su propio pueblo. (Génesis 24: 8) Desligó a su criado de la obligación del juramento si la doncella a la que iba a buscar para Isaac, no quería acompañarle a la vuelta, pero puso como condición última que de ninguna manera llevase a su hijo a su tierra de origen.

El heredero de sus bienes terrenos y la bendición divina, no podía salir de la tierra, y volver de nuevo a la tierra de donde su padre fue sacado para no contaminarse. No se había de hacer un movimiento que comprometiera el cumplimiento de la promesa del Señor, de entregar aquella tierra a sus descendientes en la simiente de Isaac.

Abrahán muchos siglos antes, hizo válidas y efectivas las palabras de Dios tal como posteriormente dijo Jesús: El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama. El que me ama mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. (Juan 14:21-23). Solo permanecer en su amor, y todo lo demás se nos dará por añadidura. Lo creemos o no. Pero no se discute si se cree; y tampoco si no se cree.

Las promesas de Dios son tan inmensamente grandes que nos cuesta un enorme esfuerzo mental y espiritual asimilarlas, precisamente por su riqueza inconmensurable. Parecen solo textos sublimes, y lo son, aunque lo principal es que son realidades profundas: Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles, ni principados ni potestades ni lo presente ni lo porvenir... ni ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Romanos 8: 38 y ss.).

Ante este cúmulo de promesas y de vivencias diarias, los cristianos no tienen por valor alguno las vanidades de la vida, que solo son  llamadas del diablo a que empleemos los sentidos y pensamientos a su servicio, en contra del mandamiento de Dios y sus promesas eternas.

 

 

NO VAS A CONVENCERME

 

No vas a convencerme por mucho que me acoses

Ni voy a echarme en brazos de tu frivolidad,

Que acecha ya la Parca con negra seriedad,

Y anhelo retirarme, sin lloros y sin voces.

 

Pretendo andar mi curso llevando por la vida,

Incólume esperanza de la gracia de Dios;

Camino confiado pues ya le dije adiós

Al mundo y a la carne, que di ya por perdida.

 

La gloria del pecado basura es y gusanos;

El vicio mata al hombre y fiero le esclaviza;

El fin de toda vida, escoria es y ceniza,

Y no deja esperanza a necios ni a paganos.

 

No digas que tu vida es lógica y hermosa,

Pues siendo prisionero de miedo y amargor,

Adoras fama y oro y tiemblas de temor,

Sabiendo que tu cuerpo se pudrirá en la fosa.

 

Conozco bien quien soy, y Quién es mi sustento;

De donde me trajeron y cual es mi destino,

Y sé hacia donde voy y también el Camino,

Que sin perder jornada me lleva a mi aposento.

 

Que somos barro innoble, que en tierra ha de acabar.

Que no hay nada constante, que todo es tan cambiante

Que solo en una hora, de forma terminante,

La vida y el aliento nos van a reclamar.

 

Así que no me ofrezcas tu mísero manjar,

Que yo en modesta mesa, con gozo santo y puro,

De sabrosa pitanza ya como sin apuro,

Que Dios en su clemencia se digna aparejar.