El arma del enemigo

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

¿Donde está el sabio? ¿Donde está el escriba? ¿Donde está el polemista de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.

(1ª Corintios. 1: 20-21).  

 

El primer esfuerzo del enemigo se dirigía certeramente hacia la destrucción total de la semilla pura y santa de Dios, pero fracasó en este intento ya que Dios restableció la semilla de Abel en la de Set. ¿Que opción eligió ejecutar el diablo para llevar a cabo su maligno empeño? Ya que Dios no le permitía, en su supremo poder, eliminar la semilla santa, Satanás trató de corromperla por medio de la mezcla con la inicua.

Así como con la tentación de Adán se valió de la mujer como agente indirecto, en este intento se vale de la mezcla de las hijas de los hombres con los hijos de Dios, para que esa mezcla llevara ya el estigma de la corrupción y la impureza. La atracción entre sexos (monumento al Supremo Hacedor) hace mucho daño cuando deviene desordenada.

Dios Santo, pues, tendría que destruir todo aquello tan inmundo, o Satanás lograría entonces llevar a cabo sus designios malvados. Pero el fracaso acompaña a Satanás, en toda su triste ejecutoria de intentos por contrariar los designios de Dios. El fracaso, es el destino eterno del diablo. Es imposible que pueda obstaculizar a Dios. Aparentemente ganará muchas batallas, pero la guerra ya la perdió; aun sus aparentes triunfos serán desvanecidos y utilizados por Dios para su inimitable gloria.

¿Por qué darle nosotros al enemigo, ocasión de salirse con la suya en nuestras personas? No le ofrezcamos ocasión de que nos muestre sus brillos mundanos, y vivamos una vida sobria y despegada de las artimañas de este malvado enemigo de la obra de Dios.

A Dios no podrá desviarlo de su designio, pero nosotros nos ponemos en grave peligro por causa de mirar al mundo, (reino del diablo), y hacer caso omiso de las enseñanzas y dirección de la Palabra de Dios. ¡Que falta de inteligencia! ¡Que carencia de amor a Cristo!  ¡Que burda sinrazón, sería tal proceder!

Ninguna unión, por altruista y conveniente que nos parezca, debe ser permitida por el cristiano, ya que de una u otra forma compromete el respeto a la verdad. Si es matrimonio nos podemos preguntar: ¿como serán criados nuestros hijos, y qué se les enseñará y ejemplarizará para su vida futura? ¿Qué clase de convivencia nos preparamos apartados de la voluntad de Dios? ¿Qué ambiente vivirán?

Si negocio: ¿como podemos andar juntos en operaciones industriales o comerciales etc., si en el orden moral lo que es malo para ti, es óptimo y espléndida ocasión de enriquecimiento para tu socio incrédulo? Si se trata de amistades y compañerismo: ¿que lugares frecuentaréis, que lenguaje y aspecto usaréis, y como concertaréis la forma de comportamiento y pensamiento cristiano con el del mundo?

Estas reflexiones deberían bastar para convencer a cualquiera que no esté fuera del control de la Escritura, de que de ningún modo hemos de hacer causa común con los incrédulos. Y lo repetiremos continuamente, porque sería ingenua torpeza pasarlo a la ligera. Es duro merecer las palabras del profeta:… me dejaron a mí, fuente de agua viva y cavaron para sí cisternas; cisternas rotas que no retienen agua. (Jeremías. 2: 13).

No se trata de adoptar poses ovejunas, porque eso no es auténtico cristianismo alegre y atractivo. Se trata de respeto y de consideración hacia los demás, y de firmeza cuando se trate de defender la fe como dice la Escritura:… santificad a Dios en vuestros corazones y estar prestos para presentar defensa con mansedumbre y reverencia a cualquiera que demande razón de la esperanza que hay en vosotros. (1ª Pedro: 3-15).

“En mis muchos años, (me decía un anciano cristiano), todavía no he conocido a un solo amigo incrédulo, que adopte el porte y la actitud cristiana en ningún caso. Ni siquiera para contentarme por los breves momentos que paso con ellos. O te adaptas tú a sus maneras y costumbres o tienes que marcharte”. Es algo que está comprobadísimo, así como el hecho de que demasiadas veces caemos en el estúpido error, de adaptarnos a sus costumbres para no desairarlos.

Todas las argumentaciones paganas, están en oposición frontal con la palabra de Dios, y carecen del más insignificante valor espiritual, siendo mentiras adornadas de erudición muy nociva. Es lastimoso que tengamos que recurrir a la experiencia, que lamentablemente y con grandes sufrimientos lo demuestra por los desastres continuos. No hay para qué fracasar, cuando la palabra de la Escritura dice en otro lugar. Dios es luz, y no hay tinieblas en Él (1ª Juan 1:5). Si hay abundante luz ¿qué ventaja obtendremos en andar en tinieblas?

Lo apropiado en el cristiano, no es deliberar y enjuiciar temerariamente el mandamiento, sino obedecerlo. Y esto en el pleno conocimiento de que está dispuesto por Dios para nuestra conducción por el camino que lleva a la comunión con Él, y no para fastidiarnos como parecen creer algunos que realmente no conocen a Dios, aunque profesen ser cristianos. ¿Que idea tienen de Dios? ¿Cómo es posible que lo conciban tan pequeño y mezquino, tratando de rebajarlo a la medida de sus propias mezquindades?

“¡Que lejos estamos! cristianamente lejos, de la demasiado injustamente criticada «sumisión a la voluntad de Dios», que podría, hecha en nosotros y por nosotros, templar el buen acero de la voluntad humana rendida a Dios, y blandida contra las fuerzas de las tinieblas y el debilitamiento”. (Teillard de Chardin).

De modo, que si tú conservas la continua amistad y convivencia con los paganos, o falsos cristianos que viven como quieren, perezosos y desentendidos de Dios, ya has  claudicado ante el espíritu del mundo y te sitúas a ti mismo fuera del proyecto de Dios para los salvos. Estás fuera. Simplemente fuera… a los tibios los vomitaré de mi boca. Apocalipsis 3:16).

La experiencia nos muestra a su tiempo el inmenso valor  del mandamiento, pero mientras tanto hemos andado por el camino de la rebeldía y el sufrimiento, hasta que éste nos abre los ojos que hemos insistido en mantener cerrados a la  iluminación. Ahora ante el fracaso es cuando acudimos a la Palabra.

Antes hemos recorrido la dura senda del desengaño. Falta de luz; falta de fe en suma. Es anteponer los compromisos mundanos a la verdad de Dios… no sois del mundo. Si fueseis del mundo el mundo os amaría… pero por cuanto no sois del mundo sino que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. (Juan 15:19) Si el mundo nos aplaude y nos ama, es signo de mala cosa.

El emblema del cristiano debe ser siempre de forma invariable: “manténgase la verdad a todo trance y bajo cualquier condición”. Es cierto que podemos ser infieles en muchas ocasiones y pecar, pero la lealtad al mandamiento y a quien lo da, debe permanecer inalterada e inalterable. Y esperar firmes y confiados en su misericordia.

La promiscuidad con las gentes del mundo, es totalmente  contraria a la voluntad de Dios. Toda la parafernalia de razonadas sinrazones, no pueden mover un ápice la perennidad y solidez del mandamiento… la pluma mentirosa de los escribas, no nos debe confundir.

Existe ese peligro en comprometer la verdad (en los esfuerzos de algunos) en aras de la armonía y la unión, que son siempre deseables y buenas, (esa es nuestra vocación, pero es preciso estar vigilantes para no caer incautamente en estos compromisos peligrosos. Es difícil, y nadie ha dicho lo contrario a poco que haya experimentado estos problemas, pero no es imposible.

Dios nos lo advierte; y por esto mismo, sin pararnos a discutir sobre fe y obras con gentes tercas y polemistas, y teniendo un Pontífice eternamente eficaz, dejemos toda mezcolanza de pensamientos y obras, y acerquémonos pues, confiadamente, al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia abundante para el oportuno socorro. (Hebreos 4:14 y ss).

Hay muchos incrédulos, que al observar que no queremos involucrarnos, ni en su modo de pensar, de actuar, ni de discurrir ante cualquier situación, nos tachan al instante de intolerantes o de fanáticos. La respuesta es obvia y clara. “Amigo; sabemos que tienen que existir sobre la tierra hombres como usted y como yo. Haga usted como quiera y déjeme a mí libertad para hacer lo que creo que debo, y de esa forma tanto usted como yo, practicaremos la auténtica tolerancia”.

“Usted sabe como yo pienso y yo sé como piensa usted. Yo no trataré de hacerle violencia a su pensamiento; y usted permita (en su alardeada tolerancia) que tampoco tenga que hacérsela al mío, por agradarle y  acomodarme a usted. Practiquemos juntos lo que es compartible, y en lo demás, respetémonos mutuamente como proclama la tan mal interpretada y practicada  tolerancia, que así como la concibe usted no es libertad, sino soportar al otro de mala gana”.

 “Usted quédese si lo desea en su terreno, pero déjeme a mí permanecer en el mío, y no se agravie usted si yo no quiero transitar por caminos que a usted le pueden parecer perfectos, pero que para mí como cristiano son abominación. Yo tampoco trataré de hacerle vasallo mental de mis ideas”.

“Yo puedo estar equivocado, de acuerdo; usted también es posible que  pueda estar equivocado. Admítalo como hago yo. Pero dejemos las cosas como están, y convivamos en la seguridad de que en lo que yo pueda servirle, lo haré con gusto siempre que ello no comprometa mis convicciones ni mi modo de vida”.

“Si quiere saber, pregunte, por favor. Lo que yo puedo comunicarle no es un secreto para esconder, sino un Evangelio que proclamar. Usted después haga lo que quiera”. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”. (Romanos 14:12).

Esa es nuestra idea de la tolerancia. Lo repetimos, porque es trascendental para nuestras vidas cristianas. No debemos permitir ninguna unión que afecte en lo más mínimo al respeto a la verdad, y la correcta relación con Dios. Hay cristianos que se esfuerzan con gran tesón en guardarse de ocasiones de pecar, pero temerariamente se introducen en los ambientes paganos con evidente peligro. ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? (Proverbios 6:28)

Cuando Noé creyó, el enemigo había fracasado otra vez, apenas su victoria sobre los propósitos de Dios parecía asegurada. Dios abrió nuevos cauces a su obra, propuesta desde la eternidad, que el enemigo nunca podría destruir. De la devastación causada por el demonio en el paroxismo del mal, tal como en el Calvario, se produce la más humillante derrota del inicuo, rencoroso y fracasado enemigo, y el triunfo inapelable e irresistible del Omnipotente.

Y se arrepintió Yahvé de haber hecho hombre en la tierra y le dolió en su corazón. (Génesis 6:6). Ningún remedio hubiera surtido efecto. Recomponer lo que estaba totalmente corrompido, no entraba en los propósitos de Dios, sino que, definitivamente se trataba de una nueva creación que hiciese prevalecer su propósito frente a las estratagemas del diablo.

Este creía que había llevado a Dios con sus malas artes a una decisión obligada, única, y totalmente inmodificable. Se equivocó esta vez, como siempre, en sus enfrentamientos con el Señor. Dios es omnipotente y ninguna argucia podía torcer sus planes. Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero. (Isaías 46:10).

Tenía que producirse una destrucción completa de aquello que había corrompido la raza y la había desviado de los caminos señalados por Dios. No había nada que recomponer, sino empezar de nuevo con lo que por la voluntad de Dios y su poder, había quedado limpio y digno. Todo había de ser destruido para dar lugar a una nueva era.

Los hombres de renombre; los hombres poderosos que representaban la máxima seguridad para la humanidad  y el máximo temor, habían de ser raídos de la faz de la tierra como trasto inútil y sucio que estropea la belleza de una casa hermosa. Y sin vacilación limpiar la faz de la tierra, y dejarla de nuevo preparada para renovar su inquebrantable obra.

Para el Dios Creador esto iba a realizarse de un modo que nadie podía imaginar, pues como ahora, los hombres se casaban y se daban en casamiento, comían y bebían y no observaban, ajenos como estaban de Dios, ninguna señal que les hiciese sospechar la calamidad que se cernía sobre ellos… hasta el día en que Noé entró en el arca y vino el diluvio y los destruyó a todos. (Lucas 17:27)

Como hoy, el comercio, el poder, el dinero fácil y sin medida, las diversiones inicuas, prevalecían y eran tenidas, como lo único que merecía el interés de la sociedad que ellos construían… diciendo: paz , paz; y no hay paz. (Jeremías 8:11)   

Toda carne estaba incluida en aquella condenación y destinada a la destrucción, como indigna de habitar el mundo según el designio señalado por Dios que dijo: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado. (Génesis 6:7). He decidido el fin de todo ser. (Génesis 6:13). No era el fin de una parte de la carne, porque toda se había corrompido delante de un Dios santo y paciente, y no era posible reconstruirla desde la base del mismo rampante pecado.

Se había puesto a prueba toda aquella generación y,  como más tarde a Sodoma, se la había hallado indigna y vana. La imposibilidad de una reconstrucción se revela en el mandato dado a Noé. Haz para ti un arca de madera de gofer. (Génesis 6:14) La acción empezaba, a partir de la orden dada a Noé, aunque ya se había puesto en marcha mucho antes en el corazón de Dios. Pero Noé halló gracia ante los ojos de Yahvé. (Génesis 6:8) Solo la gracia valió a Noé a pesar de ser… varón justo y perfecto en sus generaciones y caminó con Dios. (Génesis 6:9).

Noé comprendió el cataclismo que se cernía sobre toda la humanidad tal como hoy comprendemos nosotros, los que esperamos al Señor, el juicio que se avecina. No se trataba de un castigo parcial ni de unas pruebas en las cuales se podría ofrecer aun una salida redentora, sino la destrucción total y una nueva regeneración contando solo con Noé. Así ahora, la restauración se hará también contando solo con nosotros los creyentes, judíos o de otras razas cualesquiera, por la gracia y el propósito de Dios en Jesucristo.

Tal determinación no entraba dentro de las mentes de los paganos de aquel tiempo, del mismo modo que tampoco cabe ahora en la de los que viven hoy. Es objeto de burla cuando no de escarnio, ya que este evento va contra su optimismo, contra la pretensión de poder controlar sus propias fuerzas. Hay una potencia que impide la entronización del poder del hombre cuando procura constante y obstinadamente que Dios no tenga parte en sus vidas, y elaboran y ponen en práctica sus insensatos planes.

Los paganos, en su engreimiento y desobediencia, creen que han superado en poder y sabiduría, los divinos planes del Creador. Igual que en Babel, su propósito era hacerse un nombre, y destronar a Dios expulsándolo de su propia creación que ellos pretendían usurpar.

Sus consecuciones y sus proyectos, serían el signo de su ansiada y pregonada emancipación. Esa emancipación que les lleva al orgullo y a la envidia con su secuela perenne de guerras, rivalidades y destrucción final, para comenzar de nuevo la misma secuencia.

En estos tiempos de apostasía y desorden, muchos claman por la anarquía que ya no solamente aparta a Dios, sino que desprecia también toda autoridad de otros hombres, y así nos acercamos aceleradamente a la destrucción. “El sueño de la razón produce monstruos”, como vemos hoy continuamente.

Monstruos a los  que se intenta conjurar con medidas y añagazas inútiles, ya que las heridas han de ser abiertas y limpiadas para que puedan curar. El hombre crea el monstruo, y después se fatiga buscando las armas para destruirlo. La burla de ellos, solo es inseguridad y miedo interior. De ahí la paranoia, más o menos evidente, que predomina en la humanidad. Hacen tratados que están dispuestos a vulnerar, tan pronto como algo no les sea favorable en particular. Es una asociación de lo más endeble que se pueda construir.

Así la interpretación del sueño del Rey por parte del profeta Daniel refleja exactamente la situación ahora y en aquellos tiempos de Noé: Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro. Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. (Daniel 2:43,44,45).

 

 

OÍDO ATENTO

Confidencias de Cristo

 

Yo tengo sana entraña y tengo oído atento

Para todas las cosas que me quieras contar,

Un hombro preparado donde puedas holgar,

Y un corazón abierto que asuma tu lamento.

 

Si te agobian secretos que no puedes abrir,

Yo callaré a tu lado o hablaré si tú quieres;

Si la pena te agobia te abriré amaneceres

Y por ti si es preciso volvería yo a morir.

 

Si en tu lucha no encuentras la paz o la utopía

Te ofreceré en mi pecho un amparo seguro;

Un remanso amoroso, silencioso y oscuro

Donde encuentres descanso, comprensión y alegría.

 

Si en tu angosto camino el amor no te llega

Y buscas con anhelo quien te quiera y entienda,

Sabrás que aquí me tienes y que te haré la ofrenda

De mi esfuerzo y mi vida en tu animosa brega

 

Que no te haré preguntas de imposible respuesta,

Ni te daré consejos ni pediré más cuentas,

Porque a mí me interesa tan solo lo que sientas

Y callaré a tu lado sin tilde ni protesta 

 

Cuando llores o calles yo sabré comprenderte

Y tus males y penas serán las penas mías;

Mis más grandes delicias serán tus alegrías

Y ofrendando mi vida compartiré tu suerte.

 

Y al final de la senda, cuando te haya ofrendado

Todo lo que he luchado, todo lo que he sufrido,

No haré una sola cuenta, pues tanto te he querido

Que me sabrá a muy poco lo que por ti ya he dado.