Las demandas rechazadas

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe,

Escuchando a espíritus engañadores,

Y a doctrinas de demonios.

 (1ª Timoteo 4,1).

Ya hemos dicho que con la mayor buena fe, así como con la ignorancia de los más elementales requerimientos de Dios, hay muchas buenas gentes que tratan de concertar sinceramente estas demandas de Dios con la filosofía de las gentes, tan de moda, tan de rabiosa actualidad, y tan tenazmente impuestas. Aparecen como convenientes y llenas de humanidad y buen hacer.

En muchos casos, y al contrastarlas con la palabra de Dios, se nos reprocha de falta de amor, deferencia, comprensión y hasta de compasión. La misma acusación que se hizo a Jesús por no haber curado a Lázaro cuando este permanecía todavía vivo. Jesús contesta a estos resentidos  reproches: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? (Juan 11:40). Así es como habla y actúa Jesús.

Se acusa de puritano al que se muestra contrario a esas prácticas que puede que para ellos sean el colmo del buen hacer, o por lo menos merecedoras de indulgencia, cuando no de aprobación. ¿Desde cuando y desde que prisma, se atreven a juzgar algunos a los que ponen todo su conocimiento y amor a Jesús, en la tarea de serle agradables? ¿Es que nos está vedado decir y practicar la verdad?

Todo lo pretenden tergiversar, dándole un enfoque de resentimiento personal, al deseo de cumplir hasta donde nos lleven nuestras fuerzas, guiadas por el Espíritu, para atender y hacer operativas las rigurosas, aunque suaves demandas de Jesús. 

Nuestra posición es clara. Si estas o aquellas prácticas no se conciertan con la palabra de Dios, son malas por sí mismas. A los cristianos no nos hacen falta estudios estrambóticos, y raras casuísticas para discernir todos estos  hechos. ¿Se oponen a la palabra de Dios? ¡Son malos!

No nos oponemos en absoluto, ni siquiera dejamos de animar a todo aquel que se introduce con ilusión, en clarificar y ampliar los conocimientos de teología, y profundizar en el estudio bíblico y los santos hombres que nos precedieron, relacionándolo con las actitudes del mundo. Pero relacionar no es conciliar. La diferencia es nítida.

Las instrucciones del Señor son claras y terminantes, y todo eso refiriéndose a su propio pueblo que andaba por malos caminos: conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. (Jeremías 15:19). ¿Puritanos? De acuerdo si a usted, que vive de espaldas al amor de Jesucristo le parece. Y también fundamentalistas. ¡Y todo lo que usted quiera! Ya nos han llamado hasta herejes muchas personas. Y esto solo por que hemos tratado de conciliar la acción de todos los cristianos en defensa del Evangelio y la Verdad.

No nos gusta y creemos que es injusto y deformante de la realidad; si esto tiene que ser así pues así sea, si esta es la voluntad de Dios. También a Jesús le llamaron Belcebú. Nosotros hablamos desde el punto de vista cristiano y sin querer ofender a nadie.

Nadie tampoco nos puede ofender, si nosotros mismos no nos dejamos ofender. Es inevitable cuando alguien está persuadido de algo, que esta certidumbre le lleve a ser firme en sus convicciones, lo cual se echa mucho de menos hoy día en plena era del relativismo, y de tanta perversión y extravío de muchas iglesias que se llaman a sí mismas cristianas.

No somos nada de lo que con estas descalificaciones se nos atribuye, desde el significado peyorativo y negativo que muchos se regodean en darle. Estar entregado a Dios, convicto y confeso, no es fanatismo negativo, sino fidelidad al que llama con tanto amor. Pasar por puritano es honra y no deshonor o error, si es por fidelidad a la palabra de Jesús. Es preferible, a pasar por indiferente y serlo.

Si alguno no piensa así está en su derecho, pero déjenos a nosotros con el nuestro que creemos que es el que tiene mejor y único fundamento. Por lo que se ve y se oye, a nadie se le puede llamar la atención sobre sus extravíos, pues nos llamarán fundamentalistas y otras lindezas. O pasas por el aro o te espetan lo de puritano y fanático, y atribuyen a tus acciones una motivación de intereses o rencores personales. Todo excepto cambiar sus caminos.

Un buen hermano veterano y fiel nos decía: “es desconcertante comprobar que hay algunos cristianos profesantes, que no entienden o desconocen totalmente la Escritura. Lo poco que saben son fábulas y cosas que satisfacen su abulia o su rencor contra otros, obra de hombres y nada más. Para colmo, se enfadan si no estamos de acuerdo”. Así añadía también el poeta:

”Si les hacen una ofensa,

Aunque la echen en olvido

Vivan siempre prevenidos:

Pues ciertamente sucede,

Que hablará muy mal de ustedes,

Aquel que los ha ofendido”. (J. Hernandez.  “Martín Fierro”).

Así le dijo un israelita a Moisés, cuando le reprochó el que pelearan entre sí: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? Y en seguida, acompañando la invectiva, el reproche avieso. ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? (Éxodo 2:14). Cuando Cristo perdonó a la pecadora le dijo: yo tampoco te condeno; vete... y no peques más. (Juan 8:11). La última parte del versículo se trata de ocultar por algunos, como si no estuviese en el contexto de lo que Jesús dijo.

Ahora le dirían a Jesús que estaba  bien que perdonara, pero que; ¿quién era Él para inmiscuirse, en si podía pecar o no aquella mujer más adelante? El que perdona una, puede perdonar muchas más. Nicodemo, Zaqueo, Simón, la samaritana del pozo, y tantos otros pudieron hablar con Jesús. Pero ellos se convirtieron a él, y  Él nunca se desvió un ápice de su enseñanza y su misión.

¿Fundamentalista quizás? ¿Acaso era hereje o cismático? ¿Tal vez puritano? El mensaje que recibía constantemente de todos y sobre todo de los que estaban en autoridad era: “vas demasiado lejos, maestro”… “Está fuera de sí”… “En nombre de Belcebú hace este esos prodigios”. En fin, toda clase de descalificaciones. Nosotros no podemos aspirar a ser mejor tratados. Y por supuesto en el caso contrario de comer con los mas pobres y variados personajes y lugares. Siempre actuó como judío, y nadie pudo argüirle de pecado.

Ahora se ha desatado contra la iglesia de Dios, y solo mediante la firmeza y la entrega entera a Cristo, es como se puede parar y hacer retroceder, a este agresivo fenómeno. No pongamos muestra confianza en gobiernos o vicisitudes humanas. Solo Dios puede (complaciéndose en nuestro andar) guardar a la Iglesia de sus enemigos y contradictores.

Porque Jesús quería que las cosas se hicieran solo como Dios ordenaba, antes y después: Así pues lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho. (Juan 12:50). Jesús nunca hizo alguna cosa que no fuera la voluntad de su padre en todo momento. Es un claro ejemplo para nosotros.

Cuando vemos en la actualidad la entrega de la humanidad al hedonismo, y a la más perversa forma de comportamiento en todos los habitantes del llamado Occidente Cristiano; cuando vemos a “cristianos” en Irlanda matándose con tan gran vesania; cuando vemos que en una España, que se suponía cristiana, se hacen legales el matrimonio y la adopción de niños por homosexuales.  ¿Qué quieren que pensemos?

Cuando se habla de que en Alemania, casi dos millones de personas se han dado de baja oficialmente, de la Iglesia luterana alemana; cuando se miran los cientos de cadáveres producidos por el terrorismo, con la indiferencia, cuando no con la complacencia, de algunos llamados cristianos, tenemos que decir: ¡amigos, hermanos clérigos o laicos! “esto marcha fatal”. “No es esto, no es esto”, que decía Ortega y Gasset antes de la guerra civil española. Pues no es esto lo que quiere el Señor.

Empezamos por dejar que se pasaran pequeñas cosas, y al fin hemos dejado que pasen todas las más tremendas aberraciones sociales, y el más bajo nivel moral. La pobreza de muchas criaturas nos da en la cara con su estado, que solo los idealismos optimistas pregonan que se puede corregir, aunque sin contar con que cambie el corazón de los hombres y se entreguen a Dios. Las experiencias históricas hablan o, mejor dicho, gritan la verdad… y esta es que no.

La gente quiere creer en algo que les libere de sus esclavitudes y necesidad. Una historia mal contada, de lo bien que lo van a pasar los pobres en el ultratumba, no convence a nadie y no es de recibo. Ellos saben que podrían comer, con solo los restos de la comida que tiran los occidentales. Y por lo menos eso quieren: “primun vivere deinde filosofare” primero comer, y después filosofar.

Tampoco la apatía y la negativa a prepararse, para trabajar en bien de sus países por parte de ellos es digna de justificar. Es un fenómeno que hemos visto en África y en muchas partes del mundo, en donde los mismos nacionales de cualquier país, se matan de forma frenética entre sí. A pesar de ello creemos que hay para todos, con algo de buena voluntad por parte de todos. Queremos decir todos, y no otra cosa.

Los cristianos tenemos razón de tal peso, como nadie puede tener, porque estamos con Dios, pero nuestras obras no terminan de acreditar nuestra militancia. Pueden calificarme de negativo y hasta de desmesurado, pero la realidad es que el mensaje de Jesús está por los suelos frecuentemente, y no sola y precisamente pisoteado por los incrédulos o enemigos, sino por nosotros mismos. Si no miramos arriba y no al ombligo, estamos haciendo flaco favor al Evangelio.

Si somos sinceros como es nuestra vocación y nuestro estandarte, tenemos forzosamente que admitir estas invectivas anteriores, como una admonición severa que nos despierte del sueño en el que vivimos los cristianos. Si no es así ya nos podemos dar por rechazados y reprendidos, porque hemos dejado de ser luz. Y dijo Jesús: … Si la luz que hay en ti es tinieblas ¿Qué serán las mismas tinieblas? (Mateo 6:23).

Y le era necesario pasar por Samaria. (Juan 4:4). Por Samaria pues, pasó Jesús, pero no se consideró nunca samaritano, a pesar de alabar los buenos hechos de algunos de estos. Es necesario esforzarse en ver claro, entre tanta agitación.

Él no desautorizó la ley, sino que les enseñó a todos como se la había de cumplir debidamente, y ese fue uno de los muchos ministerios que cumplió. Hay muchos que quisieran que cuando la gente consideró duras sus palabras y se fueron, hubiese dicho: “¡Ea, ea! no hay que llevar las cosas tan lejos”.

“Por favor Pedro, ve en busca de los que se han ido por causa de mis palabras, tan imprudentes y duras para ellos, y diles que no hay que tomarse las cosas tan a pecho. Diles que vuelvan, que al fin y al cabo la cosa no es tan grave”. Pero eso no fue lo que dijo el manso Cordero de Dios. Se afirmó en la verdad, y ofreciéndoles la libertad de opción a sus discípulos restantes les dijo: ¿Queréis acaso marcharse también vosotros? (Juan 6:67).

Es cierto que hay apóstoles fraudulentos, que se disfrazan de ángel de luz para hacernos tragar las “fábulas judaicas”, y hacernos creer que nuestra salvación depende de que cumplamos la Ley, lo cual no es posible a causa de nuestra humana debilidad.

Dice el mismo apóstol Pablo: Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne no mora el bien: porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero sino que el mal que no quiero eso hago. Y si hago lo que no quiero ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mí. (Romanos 7:18 y ss.).

No es menos cierto que también los hay que pretenden minimizar la exigencia de Dios, con el mismo pretexto de nuestra inutilidad. Tratamos de cumplir, y no podemos. ¡Pues para ello está la gracia y la misericordia de nuestro Señor Jesucristo! Para vestirnos de justicia y de verdad. Pero eso no quita que por amor, hagamos el máximo esfuerzo. Es bueno para nuestra paz y nuestra salud espiritual y corporal. Para esto es erogado el mandamiento. Para nuestro bien, y el bien de todos.

Porque la Gracia de Dios se ha manifestado para salvación de todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo, templada, justa y piadosamente... (Tito 2: 11-12). Y: Baste ya el tiempo pasado para hacer lo que agrada a los gentiles. A estos les parece cosa extraña que vosotros no corráis en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan. (1ª Pedro 4:3-4).

La gracia hace que nos despeguemos de los deseos mundanos, que conspiran contra nuestra paz y nuestra estabilidad. Salvación es salud integral. El enfermo no es libre, pues está atado a su enfermedad. El sano puede moverse y andar por donde quiera. Y sabe por donde, porque tiene mente sana y una referencia cierta desde donde guiarse.

No es pues tiempo de vivir descuidados y relajados, en cuanto al conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo, sino que velando en oración y súplica unos por los otros demos gloria al Señor y ejemplo a la humanidad. Este es el verdadero ministerio universal de los creyentes, y para el cual estamos todos capacitados por torpes que nos consideremos. Y resulta que es prácticamente el mejor de los ministerios, en el cual no hay equivocación ni error. Pedid y se os dará… porque todo aquel que pide, recibe... (Mateo 7:7,8).

El escritor Francis Schaeffer, nada sospechoso de ser judaizante, y por el contrario probado defensor de la Gracia, cuenta en su obra “La verdadera Espiritualidad”, que algunos de los estudiantes que iban a escucharle a su casa suiza de L`Abril querían deshacerse de la Ley, y él se dio cuenta de que lo que realmente deseaban no era liberarse de la letra, sino  hacer lo que quisieran sin restricciones morales.

Dentro de la libertad que todos debemos ejercer de elegir entre las cosas de Dios y las de la carne, se puede dejar de lado la Ley, porque así ya está rebasada. Lo que no los autoriza a revocar la ley de Dios, sino como Nuestro Señor Jesucristo hizo, cumplirla como el Padre quería que se hiciera. Sin restricción moral, el hombre vaga y habitualmente se extravía. ¿Luego por la fe invalidamos la Ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley. (Romanos 3:31).

El mismo Señor Jesús no anuló nada de la ley, sino que la hizo más exigente y profunda, lo que no le impidió rechazar toda clase de autoritarismo espurio, basado en las tradiciones y extremismos de los hombres, así como de las adiciones que querían aplicar a toda costa entre los pobres y desvalidos.

Por ello Jesús, que no se preocupaba de lo que pudieran pensar las gentes aviesas sobre su doctrina, dijo así a los oponentes religiosos: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. (Mateo 23:23).

Todo se contenía en la Ley. Pero realizada y cumplida por el único que sí podía hacerlo, y este no era otro que el mismo Cristo. A partir de Cristo, sacerdote según el orden de Melquisedec, la Ley, recuperada en su pureza y espíritu es distinta al cambiar de sacerdocio: Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de  Ley. (Hebreos 7:12). Ahora no estamos bajo el régimen de la ley, porque estamos ya bajo el yugo compartido de Jesucristo, nuestro Pontífice eterno.

Se trata de superar la letra de la ley, para hacer lo que agrada a Dios, lo que  Jesús  nos enseñó de muchas maneras y con innumerables ejemplos. El apóstol Juan lo expresa taxativamente: El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo. (1ª Juan 2,6). Esto, es imposible para nosotros, ya que somos seres limitados y débiles pero; ¿debemos por eso anular el precepto, y dejarlo de lado por esa consideración?

Naturalmente que no podemos, pero para nuestros continuos apuros podemos contar con la gracia y la misericordia de Dios. ¿Cuantas veces habrá que insistir sobre este estupendo misterio de la obra del Espíritu de Cristo en nosotros? La sencilla comprensión de la exigencia del mandamiento y la solución de nuestra debilidad provista por Dios, sería (bien explicada) de gran consuelo y seguridad para millones de creyentes que se debaten entre la Gracia y la Ley. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en ; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por . (Gálatas 2:20) Si Cristo vive en nosotros, el asunto está solucionado ampliamente.

Démos la verdad sin modulaciones al uso, y esforcémonos en entrar por la puerta estrecha y el camino angosto, en la confianza de que nuestro amor al Señor y la guía del Espíritu, nos bastan para todo lo que emprendamos en su nombre, y bajo sus continuas bendiciones. Vivamos seguros sin tanto cavilar, y hagamos de nuestro vivir algo jubiloso y esperanzado.

Dicen algunos que lo único que fue anulado era la ley ceremonial y es de darle en parte la razón, pero no es aceptable para el creyente formado en el conocimiento de la Iglesia y la práctica de la Escritura, tomar parte de algo de  la verdad, de forma arbitraria, y dejar apartado algo que está tan vigente como lo demás, aunque en su mente el hombre lo haya desechado.

Es, “sostenella y no enmendalla”. La mente y el corazón cerrados no son los mejores discípulos. Si, por ejemplo, se nos dice que Jesús hacía limpios todos los alimentos, hay que aceptarlo así, y además muchos más pasajes que apoyan reciamente este aserto de Jesús. (Marcos 7:19). Aceptar llanamente y sin complicaciones, aquello que se dice  claramente. ¿Que hay quien tiene escrúpulos? Téngalos para sí, y siga en su pensamiento, si así cree que honra mejor al Señor.

Sostener distintas tesis de buena fe es legítimo, aunque si carece de apoyo bíblico (y con todo respeto a la opinión contraria)  hacemos caso omiso a todo lo que contradice dicho pasaje y concomitantes. Lo que no haremos jamás es ofender a sus sostenedores, porque piensen con legítimo derecho que eso es lo que Dios quiere que sea. Respeto e independencia es lo indicado.

Háganlo ellos también, aunque sigan en su creencia. Ahora bien, si ellos consideran (por poner un ejemplo) que no deben comer algo que Dios en su antigua ley había prohibido, en beneficio de la salud del hombre, y por otros motivos que no son del caso señalar aquí, no hay por que hostigar su celo y su firme convicción, que solo Dios discernirá.

Ellos tampoco deben juzgar a los que, convencidos de que Dios hizo todas las cosas para que disfrutáramos de ellas, comemos y bebemos con toda libertad lo que creemos que agrada a Dios: Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y la oración es santificado. (1ª Timoteo 4:4,5). Si se quiere, por motivos personales o de higiene, seguir las restricciones antiguas, hágase con paz y con amor hacia los demás.

Este pasaje puede aplicarse a muchos más asuntos que se pueden “comer” aunque no sean alimentos físicos. Ese prurito de tomar solo lo que combina y concierta con nuestro prejuicio, nos puede  convertir en “pequeños papas” que mortifican a todo aquel que no comulga con sus peregrinas ideas.

Dice el líder de la iglesia bautista a escala mundial: “tenemos 100.000 pequeños “papas” que llamamos pastores”. Nosotros adelantamos más aun, y no es de ahora, que cada grupito o congregación contiene muchos pequeños y petulantes “papitas”. Y conste que no lo decimos por afrentar, sino por que es así, y eso no es bueno ni lo que dejó bien dicho el maestro divino.

Hoy día la obediencia no se practica, ni el liderazgo es sacrificado y carismático, con todo lo que esta palabra contiene de positivo y bueno. Y sin pensar en liderazgos (que no son despreciables, y si muy necesarios los legítimos) dice San Pablo: Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Así que sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. (Romanos 14:17). Es decir, en el respeto, no haciendo tropezar a otros por unos motivos tan triviales, que pueden destruir en algunos la obra de Dios.

Nuestra postura es fácilmente asimilable por cualquier persona de buena voluntad, y algún conocimiento de la Escritura mediante la cual, por cierto, deberíamos ser ya maestros, después de tanto tiempo. (Hebreos 5:12). Los cristianos espirituales y no solamente ritualistas, ya deberíamos ser personas de acendrada doctrina y probada conducta. La perfección solo la da Cristo: y nosotros estamos completos en Él, que es la cabeza de todo principado y potestad. (Colosenses (10:11). Muchas cosas y muchos eventos dependen de nosotros los que abrazamos el testimonio de Jesucristo. Es pues una gravísima responsabilidad y un don de nuestro eterno Dios.

 

 

SIN SALDO.

 

Se acaba ya mi vida en paz y sin congoja,

Con fracaso y victoria, con pena y alegría;

Una vida que antaño eterna parecía,

Y ahora se manifiesta como una paradoja.

 

En la fe que sostengo espero trascendencia;

No admito que la vida sea solo una charada;

Una tumba sombría con mi guirnalda ajada,

Y el huero comentario de alguna concurrencia.

 

En final predecible y en certeza ferviente,

Agradezco por todo,  de nada me  lamento

Porque somos candelas de vida y sentimiento,

Que unidas forman parte de un aura más potente.

 

No soy más que un humano sin valor ni relieve,

Pero sé que el que ostenta la razón escondida,

Bien sabe lo que hace con nuestra cruz y vida

Y ando en paz hacia el fin, como el que nada debe.

 

Mis sólidas certezas las tengo ya archivadas,

Y duermo con el sueño de un niño descuidado

Que descansa en su padre sabiéndose agraciado,

Y así recibe besos, riñas y carcajadas.

 

No tengo ningún mérito que presentar en saldo,

Pues lo que haya de ser está ya preparado;

No temo ni juicio, ni fuego, que abogado

Está también previsto y de ello yo me valgo.

 

Y al cabo todo pasa, como está ya previsto

Por el que todo puede y todo lo ha creado,

Que con celo de padre a todos nos ha amado,

Y para nuestra paz nos ha otorgado a Cristo.