Estar o no estar

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

Bienaventurado el varón que soporta la tentación;

Porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida,que Dios ha prometido a los que le aman.

   Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios;

Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;

Sino que cada uno es tentado,

 Cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

   Amados hermanos míos, no erréis.

Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto,

Del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.

El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad,

Para que seamos primicias de sus criaturas.

(Santiago 1:12 y ss.).

 

La maravillosa y divina paz de Cristo, es solo para los que desprecian de corazón las pompas y vanidades de un mundo desquiciado, que hace de sus más negras vilezas, su bandera de orgullo. Solo cuando quieren representar honestidad y honradez, es cuando aparentemente exhiben virtudes cristianas pero la palabra es clara: Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. (Lucas 16:139).

¿Que tendrá el Evangelio, que cuando conviene aparentar ser bueno se asumen sus sublimes postulados? ¿Por qué en el mundo se desprecian sus caminos, y cuando se quiere testimoniar algo con deseo de ser creído, se acude sin vacilar a las palabras y hechos e Jesús?

No es posible amar al mundo, y disfrutar de la suave conversación con Dios. Esto no debe extrañar en los paganos, pero en los que se dicen cristianos esta forma de hacer es consuetudinaria en muchos casos. ¿Cómo pueden pensar que agradan a Dios, si están poseídos por una terrible avidez de los bienes de este mundo? De los halagos, y hasta del reconocimiento de ser tenidos por grandes predicadores, líderes o cualquier otra clase de honra mundana.

Todos quieren gozar de comunicación con Dios… cuando tienen problemas o problemillas. Pero cuando la vela de alguien  está hinchada, y su barco navega (eventualmente) viento en popa, entonces ya se olvida de Dios, y lo introduce en el fondo del baúl de cosas que no quiere ver, hasta los próximos escollos. Entonces volverá a clamar lastimeramente.

Satisfacer los deseos carnales, y participar en el diálogo y la consolación de Dios, es imposible por definición. O se sirve a uno, o se hace lo que el otro ordena. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. (Gálatas 5:17). Y eso lo dice San Pablo, al que no le podemos negar solvencia en el conocimiento de los misterios de Cristo.

Jesús nunca dijo que el asunto tan trascendente, como es la salvación y el discipulado cristiano, fuera liviano y que se podía llevar de cualquier manera. No es pertenecer a una iglesia, y estar tanto tiempo en ella que todos crean que eres el conserje. Jesús decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. (Lucas 9:23) No es un consejo para algunos “aficionados” a las cosas religiosas. Es una condición “sine qua non” para estar en la onda de Cristo y claro está, en la del Padre Celestial.

Cuando la repoblación de Samaria el rey ordenó que se restableciera el culto a los dioses (Yahvé) que había anteriormente al exilio y dispersión. Las gentes lo aceptaron, y así tenía culto a Dios verdadero, y a las falsas divinidades que cada uno traía del país de procedencia.

Es imposible amar de corazón, como el Señor exige (no recomienda), y a la vez adorar mundanalidades y vicios a los que realmente amas más que al Señor. Nadie está libre de esta tentación. Todo humano tiende a esta forma de enfocar los asuntos que son de Dios.

A los files les dicen los mundanos: No hay problema, tú, en tu estancia privada, adora al Dios que quieras, pero en la vida cotidiana has de adorar al dios de este mundo, que es el que impone su ley. Es lo que harás, si quieres participar de los beneficios del placer sin control, y de las desviaciones y sacrilegios, en los que participamos nosotros.

Deja a Dios fuera de tu negocio, o no podrás medrar en él. Y así sucede. Muchos cristianos pasan dificultades, por seguir las reglas de vida de Dios en este mundo infatuado. Ellos son, los que Dios tiene como  levadura y sal de la tierra. Levadura para aumentar su rebaño. Sal para que la tierra no se corrompa totalmente sin remedio.

No basta desechar los bienes y placeres mundanos con nostalgia, y en disposición de volver a ellos en la primera ocasión “que valga la pena, según nuestro mundanal criterio. Eso no es triunfar, sino arrastrarse por el lodo, y sin estar ni en un lado ni en otro. Aunque siempre que se separe alguien de Dios, ya está en su contra. Y así decía Jesús: El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. (Lucas 11:23).

Es preciso que aborrezcas los bienes y placeres mundanos; que los tengas por bajos y viles, por enemigos de tu alma y por basura que te puede impedir establecer una onda continua de intimidad con Cristo. No es una retirada prudente, y sin dejar de mantener el contacto. Es aborrecimiento total, si totalmente amas la vida eterna, la verdad, y a Dios en Cristo. Esa reserva para “por si acaso” puedes volver a los vicios y concupiscencias, son los mayores enemigos para tu salvación y tu comunión con Dios. Solo esa consideración, basta para que entendamos la índole tan trascendente del abandono del mundo.

Cristo pues nos debe bastar, y nos basta y aun sobra, para una vida triunfante y pacífica. Ese es tu amigo, ese es tu médico, ese es el que siempre te escucha, y ese es quien no te deja con la palabra en la boca cuando hablas con Él.

Pero ese Jesús, es el mismo que lo juzgará todo con sus propios criterios y poder, y por lo que encuentre en tu conciencia. Y no puedes tener un ojo mirando los bienes relativos y casi inalcanzables de la tierra, y mirar a la vez los bienes celestiales.

Hay un tópico insistente, que los cristianos tenemos que derribar con nuestro proceder y caminar por la vida.. Cuando se habla de bienes venideros, no se está hablando de una entelequia o promesa vaga, que se cumplirá o no. Es una realidad desde que te entregas al servicio de Cristo, que es para tu paz y protección ¡Ahora y para siempre!

¡Piénsalo! Por que el mismo Jesús, dijo a los que querían seguirle: Yo les doy vida eterna. No dijo yo les daré sino yo les doy. En el mismo momento que Cristo entra en ti, ya tienes vida eterna.

Si meto una joya en un estuche, esta lo acompaña a donde quiera que vaya. Donde vaya el estuche irá la joya. Si estas en Cristo, irás a donde él vaya para siempre, a menos que seas desechado. Hoy ya estás en Cristo y por tanto ya no puede haber retroceso. Dijo Jesús: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. (Juan 10:27).

Así pues: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?  

AMDG.