La inalcanzable utopía humana

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo;

Y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra.

(Génesis 11:4).

Y vio Yahvé que la maldad de los hombres era mucha en la tierra,

Y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.

(Génesis 6:5).

 

Es insistente la voz de los que sin estar directamente involucrados en las cuestiones sociales de otros países, quieren criticar cualquier alternativa que se ofrece para remediar el atraso de tantos países en la pobreza y la enfermedad. Por supuesto todo ello al margen de la efectividad del cristianismo.

Las más locas y disparatadas teorías, brotan de las más indocumentadas y prejuiciados bocas, solo por que sí. Por que en el más desolado rencor, intentan dar una explicación casi siempre necia, y siempre equivocada. Teorías se ofrecen a miles. Alternativas válidas, ninguna. Y las alternativas históricas, han sido un fracaso clamoroso. Han costado la libertad, la vida, infinidad de sufrimientos, y la prosperidad de las gentes, pero hay un mucho de masoquismo en las masas.

El principal factor que es común en estas cosas, es el empecinamiento humano de atribuir la responsabilidad sobre todo aquello de  lo que a él le parece antipático, aunque solo sea por el sentido doloroso de no poder ser como el que se critica. Y los corifeos y demagogos sacan su buena tajada de las ideas peregrinas que siglo tras siglo vienen fracasando sin que las gentes saquen las, no ya espirituales, sino ni tan siquiera las lógicas consecuencias.

No es realmente envidia, que siempre la hay en todas las facetas e la actividad humana, sino que es más bien un sentimiento de impotencia inconsciente, de no llegar nunca a ser como el envidiado, y al que es fácil endosarle el motivo de su miseria y de la imposible redención. Y no faltan falsos apóstoles de estas teorías. Si en vez de estas necedades, proclamasen el trabajo bien hecho, la inventiva, la arriesgada acción de crear y hacer prosperar a una empresa de cualquier clase, otra sería la situación.

Pregonar e inducir a no pagar al fondo monetario, a que se condonen las deudas que se tomaron, para llenar el bolsillo de los demagogos que no se cansan de repetir las mismas necedades, es ser comedor de necedades. Los pueblos aceptan con gusto la demagogia, en la vana esperanza de que: “este sí. Este nos va resolver la situación”. Y ya vemos que soluciones han proporcionado.

Es una redención utópica que jamás se producirá, en las condiciones difícilmente cambiantes del carácter y las costumbres dimanantes de ese carácter, y propios de cada cultura. Es la clásica pescadilla que se muerde la cola. Mucho tienen que cambiar las circunstancias y ubicación de cada nación en el mundo, clima, raza, etc., para que cambie el carácter y las condiciones culturales de las gentes. Mucho tiene que cambiar y progresar la mentalidad, y carácter mencionado de las gentes, para que en cada nación postergada se produzca el milagro de la regeneración. Y hablamos de todo el mundo y no solamente de América.

El ser humano, en todos los lugares, es un ser perdido que ha encontrado en los tópicos de cada cultura, su acomodo y en ese acomodo vive más o menos feliz, sintiéndose  perteneciente a una civilización o cultura (como queramos llamarle), que le da identidad y razón de ser. Es universal, y por tanto en cada país existe ese elemento, que tanto condiciona  la forma de ser de cada persona.

Ahora el imperio está en América, como antes estuvo en España, Inglaterra, Alemania, etc. Y como siempre, alrededor y en la mucha cercanía, existen unas naciones que envidian su prosperidad y, sobre todo y más ocultamente, su capacidad de hacerse próspera y poderosa.

Este imperio a su vez para subsistir en medio de la mediocridad de los demás, ha de protegerse, de una forma u otra, a causa de la paranoia que produce en los otros su prosperidad y poderío. Una cosa lleva a otra; tiene que ser poderoso para evitar ser arrollado, y este mismo poderío le hace más y más aborrecible a los demás. Se constituye en el conductor y a la vez labora para su perdición. Su orgullo le hace vulnerable hasta de si mismo: A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. (Ezequiel 28:16).

Es pues algo que siempre sucede a lo largo de la historia. Los pueblos se forman mediante conquistas de otros más débiles y flácidos. Cuando el imperio se ha consolidado, sobreviene la abundancia, la pérdida de identidad moral y por tanto, la molicie se apodera de quien ya no quiere esforzarse en ser el más grande, a costa de su comodidad y su abundancia.

Se vuelve vicioso y cobarde (civilizado, se dice), se descompone la moral que antes sostenía aquel poder, y sobreviene la desintegración hasta que es sustituida por otro poder emergente. Grandes imperios amerindios se cuajaron y desbarataron, en el mismo lugar en donde hoy las masas pasan dificultades para sobrevivir. Esos imperios mayas, aztecas, etc. dominaron el mundo antiguo donde se ubicaban. Posteriormente esto acabó y claro la culpa la tienen los españoles. Ahora los estadounidenses. Mañana se buscarán otro a quien culpar.

Esto no es nuevo pues empezó desde muy antiguo cuando Adán contestó a Dios cuando fue reprendido por comer del fruto del árbol: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. (Génesis 3:12). Y ese fue su “razonamiento” repetido millones de veces por muchas generaciones que no aceptan su responsabilidad, sino que se buscan la comodidad de poner sobre otro, su fracaso y su desidia.

 La técnica y la inventiva pasaron a la dominación europea, y posteriormente a la formación del imperio actual. ¿Estamos impotentes ante esa técnica y sistemas de vida, que no concuerdan con nuestra mentalidad y capacidades? La culpa la tiene el imperio. Y despachado así el asunto, ya tenemos la coartada a nuestra dejadez, a nuestra renuencia a seguir pautas que nuestro clima, y nuestra mentalidad atávica, nos impide realizar. La culpa pues, de mis desdichas las tiene otro. ¡Qué bien!

¿Es que no es cierto que el imperio presiona y oprime? No tiene más remedio que ser así. Su propio peso lo condiciona. En Venezuela, Irak, Arabia, etc. hay que encontrar petróleo, y lo encuentran los que lo apetecen, los que lo codician, los que lo buscan, y los que tienen medios para hacerlo y para imponer su presencia en el negocio. Además se constituyeron en su tiempo, en los que dieron utilidad y por tanto valor a los productos extraídos.

Llegan tiempos de “liberación” y se intenta despachar el asunto diciendo: “esto es mío y usted lo está explotando”. Antes nadie sabía donde estaba el petróleo y otras materias primas, que necesitan una avidez entre quien los utiliza y una técnica avanzada para obtenerlo.

Los que viven en las naciones donde se ubican esas riquezas ocultas,  creen que con decir: esto es mío, y usted se va, ya tienen arreglado el asunto. Desgraciadamente no es así, por muchas razones. La primera es que los otros son poderosos y no van a aceptar más condiciones que las imprescindibles, para poder sacar con tranquilidad y las mínimas molestias su riqueza.

En segundo lugar, y no por este orden aleatorio, que los descubridores son ellos y algo tienen que decir ya que han cimentado su supervivencia en esto. No hay mmás que ver (cualquiera puede verlo en televisión o el cine etc.) como son esas urbes gigantescas iluminadas, los automóviles y demás artilugios imprescindibles hoy en la moderna tecnología y vivir, para darse cuenta de que no puede el imperio dejar que esto se vaya al garete. Pondrán todos los medios, y digo “todos” para que aquello siga como va.

Y si inventan otra fuente de energía (para mí que ya está hecho) la ruina sobrevendría sobre los países que, gracias a esa codicia por el petróleo, pueden vivir. Solo tenemos que figurarnos lo que serían en riqueza y políticamente los países productores cuando su mercancía ya no fuese precisa.  

En tercer lugar que no admitirán por que sí, que se le suban a las barbas los que antes estaban encantados de que en su país se descubrieran fuentes de riqueza, que ellos no habían podido alumbrar. Trasládese este concepto a todo el resto del mundo, y se tendrá una idea de lo que son los imperios.

Muchos años llevaba la Unión Soviética intentando equilibrar y hasta superar a los EE. UU. Y solo han conseguido derrumbarse estrepitosamente, así como China, que muy a su pesar y sin saber como acabará el proceso, se ha tenido que unir al carro del libre comercio (exterior), y a muchas reformas para incentivar la iniciativa privada.

Tan pronto como adquieren libertad estas masas derivan enseguida a la espiritualidad verdadera y ya se ha visto el resurgir de la religión en la antigua Unión soviética, a pesar de venir desde hace setenta años o más adoctrinadas enérgicamente, en el materialismo y el ateísmo.

Esta mencionada  “iniciativa privada”, depauperada, y al no disponer de los capitales necesarios para aflorar grandes industrias, solo pueden competir a base de compras de material industrial, en los países que tienen inventiva y técnica,  y echar mano de una explotación estatal de los bajos salarios, y las largas jornadas de trabajo mediatizado.

Todo, controlado férreamente por los muchos inspectores, que acucian y condicionan las mentes de los que son explotados, pero a los que se les convence de que están luchando por el paraíso prometido y que nunca llega.

Otro pues, tiene la culpa de cada situación problemática, y lo que es general en cada época, es ahora la filosofía de vida que domina la sociedad entera. Basta con que un tipo mediocre, poeta, escritor, político etc. se arroje a los brazos de ideologías “antiimperialistas” para que se conviertan en “vacas sagradas” que el papanatismo general, entroniza en el campo social donde se desenvuelven.

Como en la película MATRIX, solo quedan unos pocos que, libres de verdad, afrontan la persecución general de los mediocres y vendidos que aguantan firmes a pesar de las traiciones, los desprecios y la incomprensión de todos. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. (Juan 15:20).  Eso dijo Jesús sabiendo que las cosas de la vida evolucionarían, tal y como estaba previsto, y en función de nuestra condición humana.

No hay redención, sino por la puesta en práctica de los principios y moral (sin atavismos anticuados, por favor) que ha establecido el verdadero cristianismo. Solo este, trae liberación real, por que todo lo puede utilizar de manera sabia, y es la sal de la tierra que la mantiene sin corromper totalmente. Es la levadura que produce nuevos hombres y mujeres, dispuestos a seguir la senda que lleva a la vida. Y no es solo promesa.

Promesas hay muchas, incumplidas siempre. El verdadero cristiano ya tiene, en el momento que adapta de veras el Camino, la superioridad que todos sueñan, y que él encuentra sin buscarla. Y la felicidad de saber como es la realidad en todo este galimatías del mundo, en el que tantas fuerzas luchan entre sí, sin encontrar ni justicia ni paz.

Solo Cristo es nuestra paz. Y la paz de todos los que le buscan. El famoso Ché Guevara, que no conoció escrúpulos, dijo al final de su vida en la que privó a tantos de la suya: “América cambiará, cuando cambie el corazón de los sudamericanos”. Eso se lo podía haber dicho yo mismo que no soy nadie. Esa revolución que el tanto impuso por las armas y llenó de sangre para implantarla, solo triunfará cuando se base en principios de libertad y amor.

Entonces, y solo entonces, resurgirá la raza con sus mejores cualidades, para entonar el ecuménico himno a la verdadera raza humana sin distinción de color, a la libertad, a la verdadera justicia y a la auténtica prosperidad. Con solidaridad y servicio a Dios en cada prójimo. No asesinando a los que discrepan de sus peregrinas ideas. Ejemplos presentes los tenemos si queremos mirar.

El anterior papa Juan Pablo II, dijo unas palabras que nos pueden servir de guía, aunque son simplemente la expresión de lo que el Evangelio dice por activa y por pasiva. “La ideas se exponen, no se imponen”, Hágase la justicia antes que nada por que como dice un apóstol

El fruto de la justicia se siembra en paz, para aquel que hace la paz.  

(Santiago 3:18)