Ecumenismo Real

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús,

(Romanos 15:5).

Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir

 vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros. (2ª Corintios 13:11).

     Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor.

     Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: !!Regocijaos!

     Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres.

El Señor está cerca.

     (Filipenses 4.)

Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;

No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición,

Sino por el contrario, bendiciendo,

Sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.

(1ª Pedro 3:7,8).

 

 

Cuando hablamos de ecumenismo casi todos se llevan las manos a la cabeza, por que entienden que el ecumenismo es solo y como se decía antiguamente, “apuntarse” a alguna organización” y ya hemos acabado. No matarlos y no desprestigiarlos. Eso es lo mejor que sucede actualmente.

Esto da lugar a las posturas arriscadas de muchos movimientos que, dentro o fuera de la Iglesia Católica, han hecho de su ideología un bastión que más que unir lo que hace, es dividir cada vez más a las personas que dicen creer en Jesucristo y a Jesucristo.

Estas mencionadas personas, atienden más a establecer divisiones por un “quítame allá estas pajas”, y de ahí el pobre resultado de una iniciativa ya no muy novedosa, pero imposible de obviar.

Y es imposible pasar de esta obligación por otra parte tan gratificante, por que la unidad de los cristianos es un mandamiento y no una opción. Sed todos de un mismo hablar y un mismo sentir. Lo dice el apóstol Pablo. Y a los cristianos de Corinto a los que a pesar de todo llama santos (es decir separados para Dios), les suministra unas admoniciones que no dejan lugar a dudas sobre el estado, semejante al de hoy, que reinaba en las iglesias que antes había plantado el gran apóstol.

Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.

Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1ª Corintios 1: 10 y ss.)

Notemos que hasta algunos son más segregacionistas aun, diciendo: yo de Cristo. ¡Como si los demás miembros de la Iglesia, no fueran de Cristo! Las banderías son severamente reprochadas por el apóstol, que quería que se hiciera la voluntad de Dios de ser todos uno con Cristo, y uno en Cristo. Y Pablo no duda en decir quien le ha suministrado aquella verídica información, con la claridad evangélica que debe presidir entre nosotros, los defectos de los demás… y los nuestros propios.

Pablo les amonesta, con una abundante porción de edificantes reproches y acusaciones que han llegado a nosotros, y que también se dirigen a nosotros, y que nos deben hacer pensar que es lo que todos estamos haciendo, respecto a este asunto del ecumenismo.

Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Efesios 1:1 y ss.).

Esto nos llama a reflexión. ¿Qué sucede cuando hay una dispersión, tan contraria al espíritu de fraternidad, que es la base del amor de Jesús? ¿Que puede pensar Jesús de esta situación? Nos lo podemos imaginar fácilmente. Él quiere un solo redil. Y cuando alguna oveja vaga por los montes del error y la perdición, quiere buscarla; y su instrumento y vehículo somos nosotros.

No despreciemos el esfuerzo por llevar una sola alma a Cristo, por que nos parezca que es demasiado esfuerzo, para tan poca y problemática oveja, pero el mismo Gran Pastor, no dudaba en dejar todas las demás que estaban a buen recaudo, para ir en busca de la perdida por los montes y los riscos. Todos los implicados deben ponerse en soledad, y pensar lo que dijo el apóstol a todos los componentes del Cuerpo de Cristo.

Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. (2ª Corintios 13:5 ). Si hacemos eso no es para que nos rasguemos las vestiduras por nuestros fallos constantes. Lo que hemos de hacer sencillamente, es poner nuestros espíritus en consonancia y sincronía con Jesús, de una vez, y veamos tanto individual como colectivamente, lo que podemos hacer para que la unidad del Espíritu sea, o pudiera ser, algo tangible.

¿No es posible por muchos motivos la unión? Pero si es y deben ser posibles las demostraciones y los intentos de llevar una sola voz, sobre los asuntos de la vida que los mundanos perversos, tratan de imponer entre una humanidad perdida, que solo atiende a sus querencias y opiniones superficiales y particulares.

El adversario está unido. Su propósito es claro: desbancar a Dios de su trono, y entronizar una filosofía que es, ni más ni menos que el “espíritu del anticristo”. Una de sus mejores armas, es la dispersión cristiana. Quitémosle de sus manos ese instrumento. Ya que no podemos ser ni siquiera aliados, seamos al menos “cobeligerantes”. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. (Colosenses 3:14). Ese vínculo que trae la paz.

Es cierto que siendo realistas, las cosas parecen imposibles, y la historia es tozuda en demostrárnoslo, pero Dios es Dios de imposibles. ¡Pongámoslo a “prueba”. Tengamos fe de verdad, y lancémonos a poner a Dios a prueba. Él nos desafía a que lo hagamos, para mostrarnos sus inmensas riquezas, y su Gracia y poder para con nosotros. ¡Atrevámonos!

Cuando no había agua para los sembrados, los árboles adolecían, los parásitos e insectos dañinos privaban al pueblo de los abastos necesarios, y el pueblo padecía gran escasez, todo eran quejas ante Dios por que ¡naturalmente! (como pasa ahora también) la culpa decían que era de Dios, y no de aquellos israelitas desobedientes y codiciosos.

 Dios dice a los hebreos rebeldes, que padecían de la desprotección de Dios por sus muchos pecados: Traed todos los diezmos al granero y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Yahvé de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. (Malaquías 3:10).

Vivimos descuidadamente, como si el Señor no nos hubiera dejado tareas gratas que hacer a cada uno de nosotros. ¿O no sabemos que la acción de Señor, se hace en gran parte a través de nosotros? ¿Nos ufanamos que Dios cuente con nosotros? Parece ser que no tanto como deberíamos. ¡Hay tanto que decir acerca de estas cosas!

¿De quien es la culpa? ¡Líbrenos Dios de poner sobre los hombros de nadie, este fardo tan pesado! Pero las cosas transcurren así, y sin dudar de que haya grandísimas diferencias, es indudable que hay alguien, o muchos, que andan errados. Sinceramente errados, pero no menos sinceramente equivocados. Eso queremos creer, en nuestra imitación a la misericordia de Cristo. No mencionamos algunos de los mil ejemplos que podríamos poner, solo refiriéndonos a la actualidad.

Aquí solo aludiremos a la historia de los heresiarcas antiguos. Que llevaron tantos al error. Y así hubo, pelagianos, semipelagianos, arrianos, priscilianos, marcionistas, nestorianos, y un largísimo etc. Gentes todas con una “teoría” sobre algún misterio particular, que sostuvieron algunos hasta la muerte. Es muy de respetar y admirar, a los mártires que dieron su vida por confesarse seguidores de Jesucristo, pero no por afirmar doctrinas que surgieran de sus mentes y de sus propios razonamientos. No dudamos, (aunque podamos), de su buena fe. Pero las herejías fueron sus frutos.

No entramos en estas pugnas, sino que debemos poner punto por punto y con todo rigor en marcha en nuestra mente, labios y corazón el dicho del apóstol: Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. (Carta del apóstol Judas).

Esta es la hora, cuando las tinieblas avanzan ominosamente sobre la fe y sobre la moral cristiana, con burlas y ataques frontales; esta es la hora de poner pie en pared y decir ¡Hasta aquí llegó! No se puede dar un paso atrás. Hay que instruir a los creyentes de verdad, sin subterfugios, para que la iglesia cristiana recupere de nuevo su autoridad moral, demostrando su enorme superioridad en todos los aspectos. Su firmeza, su constancia y su deseo de servir a todos, como mandó su Señor.

Y sobre todo hacer misericordia, aunque como dice el mismo apóstol: Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu.

Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.

A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne.

Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén. (Judas 17 y ss.).

 

Soli deo gloria.