Y Dios plantó un huerto

Autor: Rafael Ángel Marañón

Y Jahvé Dios plantó un huerto en Edén, al oriente;

y puso allí al hombre que había formado.

    Y Jahvé Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer;

también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.

Génesis 2:8-9.

 Tomó, pues, Jahvé Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.

     Y mandó Jahvé Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;

     mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;

porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.

Génesis 2: 15-16-17.

 

El árbol de la cruz solo existe porque anteriormente había sido creado el árbol de la vida. Y desde luego no habría habido necesidad de él sin que antes hubiese sido creado el árbol de la ciencia del bien y del mal, donde hurgan constantemente los hombres en busca de las soluciones de las que tan necesitados están.

Solo por esta vuelta de espaldas al árbol de la vida y su asentimiento a la serpiente para elegir vivir del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, es por lo que se hizo necesario que Cristo viniese y padeciese en el árbol de la cruz. Elegimos libremente caer de la protección y amor de Dios haciéndonos aborrecibles por la desobediencia. Rebelión que prometía el discernimiento de las cosas a través de la ciencia, y de entresacar el bien y el mal por el propio criterio del ser humano.

Adán conoció el mal desde el mal, cuando desde el bien había conocido anteriormente (en la obediencia) el mal desde el bien. Solo en la codicia por comer del fruto del árbol del bien y del mal, sufrió las consecuencias de su propia elección y quedó despojado de su inocencia y su invulnerabilidad.

La verdad de Dios fue sustituida por la obediencia a la serpiente que, como enemiga de Dios (que es la verdad) dijo la mentira a la pareja para que cayeran de la suave comunicación y convivencia directa con su Creador. La mentira de Satanás no hubiese tenido efecto sobre la pareja si no hubiese actuado la codicia.

La codicia en el hombre fue incitada por el astuto enemigo, así como el pecado es resultado de la codicia concupiscente. Como dice el apóstol Santiago: Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Amados hermanos míos, no erréis. Santiago 1:14 y ss.

Es muy clara la voz de Dios: Todos nosotros nos descarriamos como ovejas...pero Dios cargó sobre Él todos nuestros pecados. Isaías 53:6. De modo que la cruz, la sangre y el sufrimiento de Jesús y su muerte, no se explican, si no es por ese pecado que dio a luz todos los pecados, por los que la humanidad jamás podría ofrecer compensación alguna. Solo la resurrección de Cristo, investido de todo poder en el Cielo y en la tierra, hace posible la reconciliación con Dios y la supresión del abismo que el pecado del hombre ha dejado abierto desde el principio.

Una inmensamente mayor expectativa de gloria que la que Adán podía tener, es la explicación del misterio de fe que significa la obra de Cristo en este mundo, y sobre todo, en el corazón depravado del ser humano.

La valoración sincera y serena de este misterio (aun desde nuestra corta perspectiva y capacidad) es capaz, con la acción del Espíritu Santo, de hacernos constantes en la esperanza y fuertes, y hasta tercos, en nuestra fe. Quien ha puesto su confianza en Dios es el más inteligente y bien dispuesto de los hombres.

La esperanza no le defraudará, porque es promesa de Dios: Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.

Esperanza que tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.  Carta de San Pablo a los hebreos.6:16 y ss. 

Creamos a Dios y al Espíritu de Cristo, y habitemos feliz y sabiamente, bajo las alas de Dios que se encargará de garantizar nuestro trascendente porvenir. No olvidemos que el velo del templo se rasgó de arriba para abajo, porque era Dios mismo el rasgaba el velo que separaba a los hombres del lugar Santísimo donde moraba con los querubines. Ahora ya tenemos acceso a Dios por la muerte y resurrección de Jesús.

Dios ha hecho su obra. Nosotros hagamos lo que debemos.