Licenciatura en paternidad

Autor: Mikel Agirregabiria Agirre


 

He pasado toda mi vida estudiando. He transitado por múltiples colegios, escuelas y facultades de distintas ciudades. Tengo diplomas en Ciencias y en Letras. Cuando acabé mi primera licenciatura en Física, comencé a trabajar como profesor de maestros, pero seguí estudiando Ingeniería, cursos de doctorado, postgrados y masters en Museología, pedagogía, tres oposiciones y finalmente, con treinta años, abandoné todos esos estudios académicos y profesionales, y me concentré en mi última singladura con la carrera más difícil. Ahora, tras 21 años de complejos estudios, estoy en mi último curso y el próximo junio espero graduarme en paternidad. 

El currículum de paternidad es el más difícil del mundo, si exceptuamos el de maternidad que es, desde la matrícula, incomparablemente más… embarazoso. Ambos planes de estudio contienen innumerables asignaturas que abarcan desde la pediatría y nutrición, hasta pedagogía desde la cuna a la temible adolescencia, pasando por todas las materias escolares desde infantil, primaria y secundaria. La teoría no es lo peor; las prácticas resultan insufribles, con horarios diurnos y nocturnos en un calendario que abarca todos los días de muchos años. No se pueden cometer errores graves de ningún tipo, por lo que estos estudios son tan absorbentes que toda la vida debe girar de acuerdo a su programa. 

Esta carrera sólo tiene dos ventajas, una falsa y otra verdadera. La primera consiste en que no se exige selectividad ni prueba de acceso, lo que se puede transmutar en un serio inconveniente porque en ocasiones inician estos estudios personas incapaces de terminar con éxito, y algunos de ellos llegan a abandonar pronto o tarde con graves consecuencias para todos. La verdadera ganga es que se puede estudiar y examinarse en grupo: normalmente en pareja con apoyo de familiares, especialmente de los insustituibles abuelos y abuelas. El intento de culminar tan espinosa carrera en solitario es heroico, aunque se conocen casos muy admirables. 

Un inconveniente que agrava y complica la realización de estos estudios, sin mencionar lo costoso económicamente que resulta porque no hay becas en esta “universidad del hogar”, es que frecuentemente se combinan varios planes de estudio secuenciados, pero casi simultáneamente. La diplomatura sólo se consigue cuando apruebas el más reciente de los “programas”, es decir cuando el hijo menor cumple 18 años. Entonces todavía queda, hasta alcanzar la licenciatura, que se independicen, casen o, de alguna forma, se vayan de casa todos ellos. Esto puede significar otros 10 o 20 años adicionales. El doctorado, quienes llegan vivos para lograrlo, se produce cuando te dan el título de aitite (abuelo), y el cum laude cuando puedes sacarlos a pasear a tus nietos y nietas, y exhibir ante ellos y ante la sociedad toda tu sapiencia. La paternidad, como cualquier otra clase de estudios que requieren algunos sacrificios, resulta sumamente gratificante. Es la carrera más costosa, pero también la más correspondida. ¡Anímate si estás a tiempo y todavía no te has atrevido!