Relaciones sociales: ocasión de apostolado

Autora: Rebeca Reynaud

 

 

Los primeros cristianos fueron capaces de transformar la sociedad pagana, haciéndola cristiana y, por tanto, más humana. También a los católicos de hoy, nos quema las entrañas el afán por acerca a la gente a Dios.

Hay padres de familia que llevan a sus hijos a asilos u orfanatos para que aprendan a ver la realidad de la vida, para que tengan entrañas de misericordia, preocupación social y aprendan a dar desde pequeños.

“Una Pequeña Fábula”
Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. 
Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales... La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. 
En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él el siguiente diálogo: 
-Buenos días. Buenos días -Respondió el guardián. 
-¿Cómo se llama este lugar tan bonito? 
-... Esto es el Cielo. 
- ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos! 
-Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente . 
- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed. 
- Lo siento mucho - dijo el guardián- pero aquí no se permite la entrada a los animales. 
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante. 
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía. 
-Buenos días - dijo el caminante. 
El hombre respondió con un gesto de la cabeza. 
- Tenemos mucha sed, yo, mi caballo y mi perro. 
- Hay una fuente entre aquellas rocas - dijo el hombre- indicando el lugar. 
-Podéis beber tanta agua como queráis. 
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre. 
-Podéis volver siempre que queráis - Le respondió éste. 
-A propósito ¿Cómo se llama este lugar?- preguntó el hombre. 
- El Cielo. 
- ¿El Cielo?-... ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo! 
-Aquello no era el Cielo, era el Infierno - contestó el guardián. 
-El caminante quedó perplejo. 
- ¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! - advirtió el hombre. 
- ¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos... 

Para un católico coherente, las relaciones sociales son siempre un medio para hacer apostolado, ocasión de llevar la sal y luz de Jesucristo.

Antes de acudir a un espectáculo, hay que tener la seguridad de que no será una ocasión de pecado. Y si, por estar mal informados, asistiéramos a un espectáculo inmoral, la conducta a seguir es levantarse e irse. Hay quien no lo hace así por falta de valentía.

“Es una pura ilusión pretender mantenernos inmunes al espíritu mundano, si lo que entra a oleadas en nuestro interior, por los ojos y por los oídos, no es otra cosa que el centellear de sus colores, la sensualidad de sus imágenes, la falsa inocencia de sus “desnudos”, la violencia de sus escenas. El mundo más peligroso no es el que nos combate, sino el que nos atrae; no es el que nos odia, sino el que nos acaricia” (Cantalamessa).

Criterios sobre el uso de la televisión.

Es evidente que la inmoralidad de muchas emisiones es cada vez más agresiva. Por allí se puede meter un ambiente pagano a los hogares.

Hoy en día todos los desastres son problemas dramáticos, llegan a nuestra vida en forma constante. El mensaje más destructivo que la TV hace llegar es que la vida normal, decente, estable y funcional es aburrida, es tan gris que ni siquiera vale la pena como historia para ser contada. Esto contribuye al pesimismo de la gente. Las personas se sienten pesimistas no sólo porque escuchan malas noticias sino porque sienten que su vida no tiene sentido si no se relaciona con situaciones excitantes como caerse de un edificio, lidiar con explosivos o lograr que un amigo se emborrache, o si no tiene ningún asesinato que connotar, o si no tiene que luchar con triángulos amorosos.

En el cine y la TV vales por lo guapa o guapo que eres, por lo que tienes, no por lo que eres. ¿Qué tienes? Una cara o un cuerpo perfecto. ¿Y el alma? Como no se ve, no se valora tanto.

En los primeros 10 años de la TV, una imagen permanecía en pantalla aproximadamente 70 segundos, y además producían con una o dos cámaras. Ahora tarda 8 segundos en promedio. Esto crea personas que no pueden estar quietas.

Estamos en la época de la imagen, del video. Para esta generación el mundo es el mundo que ven. Las cosas que no ven allí están pero no les interesan y esta es la tragedia, porque todo nuestro conocimiento es abstracto. Las anteriores generaciones leían el periódico o escuchaban la radio, estaban interesados en la política y en la lectura. Sólo nos llama la atención aquello que podemos entender. Ver no significa entender.