Lecturas y cultura

Autora: Rebeca Reynaud

 

Uno de los grandes males de nuestra época es la falta de lectura o no tener el hábito de la lectura. Generalmente nuestra vida no nos permite leer mucho, y lo que leemos se refiere al propio trabajo, pero siempre es bueno abrirse horizontes y saber que –como la vida es corta y hay mucho que leer- nuestras lecturas deben de ser selectas. Lo mejor es leer a los clásicos: Homero, Cervantes, Shakespeare, Lope de Vega, Calderón de la Barca....

Cada uno es responsable de cómo alimenta su inteligencia, con películas, libros, clases...

San Antonio María Claret decía: “Uno de los medios que la experiencia me ha enseñado como el más poderoso para el bien es la imprenta. No todos pueden oír la divina Palabra, pero todos pueden leer un buen libro. El predicador no siempre podrá estar predicando, pero el libro siempre estará diciendo lo mismo, nunca se cansa, siempre está dispuesto a repetir lo mismo, una y mil veces. Hoy día la lectura de libros buenos es de absoluta necesidad. Los libros han de ser pequeños porque la gente anda de prisa”.

La Iglesia insiste en la necesidad de que la cultura llegue a todos y recalca la obligación que tiene todo cristiano de formarse, no sólo en la doctrina cristiana, sino también en la cultura humana.

Ahora mismo, o en las próximas vacaciones, se puede uno proponer tomarse la lectura como una actividad divertida y motivadora. Ayuda a la mejora personal y a que la vida en familia tenga más colorido. A los bebés les encanta escuchar las voces humanas. ¿Qué mejor manera de ayudarles que recitándoles poemas para que afinen su oído?

La literatura tiende a manifestar la manera de ser propia del hombre, sus problemas y sus experiencias en el intento de conocerse a sí mismo y al mundo, y se esfuerza por conocer su situación en la historia y por dar sentido a sus dolores y alegrías.

Quien lee una obra literaria de calidad, se sumerge en su proceso, lo vive como algo propio, como una trama de experiencias constructivas o destructivas que pueden muy bien ser, un día, sus propias experiencias. El lector ve los procesos que puede seguir en su vida. Esta forma de lectura nos enseña a prever, que es la tarea primordial de la formación ética.

Un educador de nuestro tiempo recomendaba a los adolescentes que leyeran buenas novelas sobre el amor, de ese modo adquieren experiencia de cómo se puede conocer al verdadero amor del falso. Una chica que ha leído 40 historias de amor, tiene ya 40 experiencias, riqueza que no dan las telenovelas. Si advierte que un joven piensa que ama a una joven pero en realidad lo que siente es mero afán de poseerla, ve que se entrega a un vértigo que la arrastra hacia la destrucción. Esa penosa historia la alecciona para el futuro.

La lectura de obras literarias de altura constituye una fuente de conocimiento. Nos permite comprender por dentro la vida de sus procesos de edificación o destrucción.
La lectura ayuda a escribir y a hablar de modo correcto. También ayuda a descansar. 

San Gregorio Magno decía en el siglo VI: “Debemos conocer la vida de los santos para atinar en la corrección de nuestra propia vida... y así, el fuego de la juventud espiritual, que tiende a apagarse por el cansancio, revive con el testimonio y el ejemplo de los que nos han precedido” (Moralia, 24, 8.15). 

Hay quien tiene mucha información, pero poca formación. Un alumno de secundaria debe leer alrededor de 100 libros en esos tres años. También debe aprender que no todo lo que dicen los libros es cierto. A veces la letra impresa trae mentiras.

Hay que saber que existen revistas y libros que deberían de estar prohibidos, ¿cuáles son? Los que suponen un peligro real y efectivo contra la fe, las buenas costumbres, por ejemplo, los que defienden el suicidio y el divorcio. Otros enseñan superstición, magia, evocación de espíritus. Esto no se entiende sin vida de piedad; es decir, sin la práctica de la religión.

Una experiencia de siglos muestra que los libros erróneos o contrarios a la moral, son un peligro para la fe. La Iglesia ya quitó el Index, persiste el deber moral de abstenerse de la lectura de libros heréticos y perniciosos.

A algunos universitarios no les extraña que les digan que determinados textos se desaconsejan porque están desactualizados o superados; en cambio, no aceptan que se les diga que no lean ciertas publicaciones relativas a verdades religiosas porque crean confusión.

Lo sensato es cuidar la fe, ya que es el inicio de la salvación, sin la cual es imposible agradar a Dios. Entre las ocasiones especialmente peligrosas para la fe, está las lecturas que atentan contra ella y contra las buenas costumbres, pues la historia atestigua que el ser humano con frecuencia se deja seducir por la apariencia de verdad que siempre hay en todos los errores. Y es notorio que existe una masiva publicación de obras que atentan contra las verdades cristianas. La cultura deja de serlo si no cultiva al hombre, si no lo mejora.

La cultura está muy influida por el elemento religioso; así, Mesopotamia se guiaba por las estrellas; Grecia, por los templos; Egipto, por sus tumbas; en la Religión se nos dice que para amar a otro hay que entenderlo, por eso es importante conocer las diferentes culturas que conviven en nuestro planeta. La civilización actual es fruto de civilizaciones anteriores. Hemos recibido la mesa de Egipto, la cama de Mesopotamia, los cubiertos de Grecia, y tantas cosas más de diversas regiones.