El próximo conclave

Autora: Rebeca Reynaud

 

 

Juan Pablo II ha sido el Papa más visto de todos; es el 264º sucesor de San Pedro. Este histórico papado tiene algún día que terminar. La muerte del Papa es certificada por el Camarlengo, que en el momento actual es el Cardenal Eduardo Martínez Somalo. La tradición es que él llame al Papa tres veces por su nombre; el Papa no responde, entonces el camarlengo anuncia: “El Papa ha muerto”, y desde ese momento la sede apostólica se considera oficialmente vacante. De inmediato las cabezas de la mayor parte de las oficinas de la Curia Romana pierden su autoridad y cesan en su labor. El único cardenal que sigue en funciones y tiene un trabajo definido es el Camarlengo. Una vez que ha declarado que el Papa ha muerto, le piden que destruya el anillo del Papa –el famoso anillo del Pescador-, en una ceremonia de larga tradición que establece que se destruya, para evitar que algún impostor lo use para sellar documentos oficiales. 


Anuncia la muerte del Papa al decano del colegio de cardenales para que sea él quien dé la noticia al mundo y convoque a los cardenales para un nuevo cónclave. La constitución apostólica Universi Dominici Gregis estipula que el cónclave debe empezar 15 ó 20 días después del deceso del Romano Pontífice (ver www.vatican.va). 


Las votaciones. Los cardenales se encierran en la Capilla Sixtina para empezar en cónclave. Para palabra “cónclave” significa con llave o cerrojo (del latín: con clavis). La primera orden de trabajo está dada por la tradición y la refuerza la constitución apostólica Universi Dominici Gregis. Cada Cardenal hace un juramento solemne de que nunca divulgará los procesos del cónclave, a menos de que sea dispensado de ese juramento por el Papa elegido. Sabemos que el cónclave da inicio con la celebración de la Santa Misa en la basílica de San Pedro, concelebrada por todos los cardenales. Después, entran en procesión a la Capilla Sixtina y se cierran las puertas. 


Cada cardenal escribe el nombre de un candidato y lo pone en un gran cáliz. Según las reglas del cónclave, el primer día hay una sola votación. En los días siguientes, hay dos votaciones por la mañana y dos por la tarde, hasta que un candidato reciba los dos tercios de la votación. Finalmente, si pasan doce días sin una resolución, el cónclave podrá decidir por mayoría simple.   


El decano del Colegio de Cardenales –actualmente sería Joseph Ratzinger-pregunta al candidato elegido si acepta el papado. Si contesta afirmativamente, el cónclave se da por terminado. Aparece humo blanco arriba de la Capilla Sixtina: San Pedro tiene un nuevo sucesor. 
¿Por qué tanto secreto? Por la experiencia de más de veinte siglos. La primera vez que los cardenales fueron encerrados con llave fue en 1241, cuando gente de la nobleza italiana estaba impaciente porque los cardenales llevaban más de dos meses deliberando sobre el tema. En ese mismo siglo, otra elección duró tres años, por ese motivo, los que los atendían empezaron a cortarles alimento para apurarlos. 


A diferencia de anteriores legislaciones, en las que se contemplaba la posibilidad de elegir a los Pontífices bajo las modalidades de aclamación, compromiso o escrutinio, la “Universi Dominici Gregis” limita las posibilidades a solo el escrutinio, con voto individual y secreto. 
En años más recientes, se ha pedido aislamiento y secreto de oficio para evitar presiones del exterior. Está prohibido que pongan condiciones a su voto y, si lo hacen, ese voto es nulo. Las nuevas reglas prohíben que algún cardenal actúe como agente de un gobierno civil. 


El pontificado de Juan Pablo II ha resultado un enigma para muchos. Sus pronunciamientos públicos son conservadores y su estilo para gobernar es claramente liberal. Es un campeón de las reformas proclamadas en el Concilio Vaticano II. 
Durante el cónclave se harán muchas presiones y conjeturas, no será fácil la elección del nuevo candidato, seguramente será un cónclave especial y único en la historia, y nos veremos sorprendidos por la decisión del Espíritu Santo. Si queremos una línea segura ante el posible “terremoto”, podemos apegarnos al Catecismo de la Iglesia Católica que Juan Pablo II nos legó y podemos aumentar la devoción a la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia.