¿Qué es la secularidad?

Autora: Rebeca Reynaud  

 

 

La palabra secularidad viene de la palabra saeculum, siglo. El Diccionario de la Lengua Española dice: secular es que vive en el siglo, a diferencia del que vive en clausura.  

La Iglesia como comunidad está constituida fundamentalmente por los laicos, los cristianos comunes que viven en el mundo sin ser mundanos. Los cristianos que viven en presencia de Dios envueltos en las riquezas de su amor que les sostiene y les da la vida, pueden y deben anunciar y extender el Reino de Dios.  

La secularidad no sólo el hecho de ser del mundo y de vivir en medio del mundo; es mucho más: es ser y saberse responsables de este mundo, que es nuestro porque Dios nos lo ha dado, en Cristo, por heredad.  

El seglar se interesa por lo que pasa en el mundo: a nivel nacional e internacional, y reza por los que gobiernan y deciden para que sea para el bien común. El laico se interesa por hacer cada vez mejor su trabajo, por estudiar y trabajar con profesionalidad, con perfección sin ser perfeccionista. La secularidad consiste en ver el mundo como positivo.  

Por otro lado hay que tener sentido de lo sacro, de lo sagrado. Hay quienes se dedican a rescatar lo sagrado. La palabra sacramento viene de res sacrans, significa “algo que santifica”, y equivale en griego a la voz misterio (mysterion: cosa sacra, oculta). Es sacramento esencial es Cristo. Cristo es el misterio personificado: su ser, sus palabras y sus obras son la manifestación visible de lo invisible. Los sacramentos son una ampliación del ser y del obrar de Cristo. Ellos manifiestan el amor de Dios que está oculto y presente en el mundo (Don Ricardo Sada).  

Juntamos las manos al rezar para simbolizar que estamos dispuestos a dejarnos atar por Dios. Nos santiguamos para simbolizar nuestra fe en Cristo crucificado y nuestra participación en su sacrificio.  

Somos del mundo pero no mundanos. En la calle hay que cuidar la vista. No es necesario buscar las cosas, se presentan a nuestras narices, por eso hoy es más necesario cuidar la vista. Lo que miramos influye en nuestro mundo interior. Aprender a mirar es también aprender a no mirar. Todo lo que penetra a nuestros sentidos, penetra en nuestra conciencia. La mirada limpia es importante por que, si no hay pureza no se da el amor.  

Justamente en virtud del alma sacerdotal y de la mentalidad laical, el fiel está capacitado para entender y llenar de valor cristiano las realidades seculares, elevándolas al plano de Dios.  

Benedicto XVI dice que el laico es “la forma normal de ser cristiano; la forma normal de vivir el Evangelio en este mundo y de abordar las cuestiones cotidianas del mundo Abarcar y transformar el mundo con el cristianismo, he aquí el auténtico apostolado de los seglares” (Dios y el mundo, 368).  

Para Benedicto XVI la laicidad significa «distinción sana» entre los poderes, no oposición. Benedicto XVI, en el discurso que dirigió al representante del presidente Jacques Chirac, inspirándose en aquella misiva de su predecesor aclaró que «el principio de laicidad consiste en una distinción sana de los poderes, que no es ni mucho menos una oposición y que no excluye a la Iglesia de una participación aún más activa en la vida de la sociedad, en el respeto de las competencias de cada uno».  

Jacques Chirac dice: "Francia es el santuario del laicismo”. Fuenmayor  señala la distinción entre laicismo y laicidad, que vendrían a ser, en coordenadas civiles, lo que son secularismo y secularidad, en jerga teológica.  

En los siglos XIX y XX toda Europa se “seculariza” en forma gradual, pero inexorable. “El grado extremo de este proceso de secularización tiene lugar en Francia, con la Ley de Separación, aprobada en 1905. La Iglesia y el Estado ya eran enemigos: fueron símbolos de este fenómeno la construcción de la Tour Eiffel , erigida en 1899, para celebrar el centenario de la Revolución Francesa y contraponerla a la basílica del Sagrado Corazón, edificada en la colina de Montmartre; y en Roma la construcción del monumento a Víctor Manuel II (el Altar de la Patria ), iniciada en 1885 y terminada en 1911, para oponer la Italia moderna “unida” (Patriae unitati) y “libre” (Civium libertati) a la cúpula de San Pedro, símbolo de la Roma pontificia, enemiga de la unidad de Italia y la libertad de pensamiento”. (René Rémond, profesor de Historia Contemporánea de Francia y miembro de la Academia Francesa , en el libro La secularización. Religión y sociedad en la Europa contemporánea ).