Estudio personal y aprovechamiento del tiempo

Autora: Rebeca Reynaud

 

 

¿Qué es lo que deseas? La belleza, pero la belleza infinita; el amor, pero el amor infinito; la bondad y la verdad infinitas. Nuestra inteligencia desea conocer la verdad. Para ello tenemos la observación, el estudio, la lectura, clases, reflexión, películas…

Hay que estudiar para saber dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza. Hay que tener un plan diario de estudio. El prestigio profesional se adquiere con una buena preparación que hay que estar procurando siempre. Respetar los tiempos de estudio. Hay gente para la que el estudio es “hacer nada”, es decir, no miden la importancia del estudio.

Los que han hecho de la Universidad su forma de vida –dice Alejandro Llano - son los que saben que el estudio es el método más adecuado para cambiar la sociedad desde dentro. La sociedad se mejora en el intenso silencio de las bibliotecas, en la atención concentrada de los laboratorios, en el diálogo riguroso y abierto de las aulas, en el servicio solícito de las oficinas y talleres, en la atención delicada y tenaz a los enfermos.
La tarea encomendada es de indagación compartida, cuya finalidad es encontrar lo bueno y lo mejor a través del avance en el conocimiento. Por eso hemos de fomentar una cultura del trabajo, un convencimiento de que el laborar cuidadoso y creativo viene a ser el gran recurso para resolver los graves problemas que la condición humana tiene hoy planteados.
Hay cosas menores que no debemos desdeñar y que forman el tejido de la cotidianeidad profesional. No se trata de propugnar un narcisista repliegue sobre la intimidad privada. Se trata, por el contrario, de redescubrir la competencia ética y social de los ciudadanos comunes y corrientes, cuyas iniciativas creadoras constituyen una fuente de energía que permite avanzar hacia una sociedad más libre y más justa.
“La concentración es el bien, la dispersión es el mal”, decía el pensador americano Ralph Waldo Emerson. Estudiar es concentrarse en torno a focos de interés. Si falta el estudio, la conversación pública se trivializa y se degrada, el ejercicio de las profesiones pierde operatividad y competencia, el carácter moral de las personas queda aislado.
No cabe separar el estudio de la investigación –sigue diciendo Llano-, como si correspondieran respectivamente a una fase pasiva y a una fase activa en el empeño por saber más. Todos hemos de estar al día y de ahondar siempre más en las inagotables vetas de la cultura clásica. Recordemos el lema agustiniano: “Si dices basta, estás perdido”. No hay límites para el entusiasmo por el saber, para la pasión por la verdad. El estudio universitario desemboca en la investigación.

Lo ideal sería interesarnos por algún aspecto de la cultura y profundizar allí, por ejemplo, la literatura del Siglo de Oro Español, la historia de México del siglo XVI, la filosofía de Aristóteles, la Historia de la Cultura o del Arte... Especializarnos al menos en un tema. Hay quien se interesa por la Biblia, entrarle a su estudio y leer con atención los pies de página, y los estudios monográficos existentes.

Uno de los grandes males de nuestra época es no tener el hábito de la lectura. Generalmente nuestra vida no nos permite leer mucho, pero siempre es bueno abrirse horizontes y saber que –como la vida es corta y hay mucho que leer- nuestras lecturas deben de ser selectas. Lo mejor es leer a los clásicos, por ejemplo Los novios, de Manzoni; La divina comedia, de Dante Alighieri (Homero, Horacio, Cervantes, Shakespeare, Lope de Vega, Calderón de la Barca). Otras obras literarias entretienen pero carecen de utilidad, como los libros de Agata Christi.

Una de las preocupaciones de la mayoría de los padres de familia es que sus hijos estudien y que tengan alguna pequeña responsabilidad en la casa, pues saben que la mejor herencia que pueden dejarles es una preparación para la vida, un “saber hacer algo” –profesión u oficio- a favor de la sociedad y de sí mismos.

En Camino, San Josemaría Escrivá dejó escrito que “el estudio, la formación profesional que sea, es obligación grave entre nosotros” (n. 334). Se trata de tener la cultura necesaria para desempeñar con perfección y competencia, el propio oficio o profesión. La cultura se adquiere mediante el esfuerzo personal, el estudio y el aprovechamiento del tiempo. La cultura, además, ayuda a que la vida en familia sea más amena.