Octavario por la Unidad de los Cristianos

Autora: Rebeca Reynaud

 

 

El domingo, 20 enero 2008 el Papa dijo que la misión de la Iglesia en estos momentos pasa por el avance en el camino ecuménico. El pontífice exhortó: «¡No tenemos que cansarnos nunca de rezar por la unidad de los cristianos!»... «Cuando Jesús, durante la Última Cena, rezó para que todos "sean uno", tenía un fin preciso: "para que el mundo crea"», explicó recordando el pasaje evangélico de Juan 17, 21.

«La misión evangelizadora de la Iglesia pasa por tanto por el camino ecuménico, el camino de la unidad de fe, del testimonio evangélico y de la auténtica fraternidad», aseguró el obispo de Roma. ». Recordó que esta «iniciativa providencial» surgió por iniciativa del padre Paul Wattson, de origen anglicano. Añadimos que fue cofundador de la Sociedad de la Expiación (Society of the Atonement), de Graymoor (Nueva York, Estados Unidos).

 

¿Con qué Papa se inició el Octavario? En 1916 dio comienzo por iniciativa de Benedicto XV esta tradición que continúa vigente cada año: la “Octava de oración por la unidad de los cristianos”. Este Papa dijo: “ La Iglesia no es latina, ni griega, ni eslava, sino católica: no hay diferencia entre sus hijos”. El Octavario también fue promovido por el P. Coutourier en el Concilio Vaticano II.

 

Tradicionalmente, la semana de oración por la unidad de los cristianos se celebra del 18 al 25 de enero. Reviste una especial relevancia ecuménica. En ella, de forma solemne y conjunta, nos reunimos en el nombre de Jesucristo para pedir que las divisiones sean superadas y la unidad se convierta en una realidad plena y visible. Es decir, durante el octavario, los cristianos católicos, ortodoxos y protestantes de todas las denominaciones están invitados a rezar juntos por su unidad.

 

Son unos días de súplica a la Santísima Trinidad pidiendo el pleno cumplimiento de las palabras del Señor en la Última Cena: “Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros” (Juan 17,11). La oración de Cristo alcanza también a quienes nunca se han contado entre sus seguidores. Dice Jesús: Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño con un solo pastor (Juan 10, 16).

 

En el Octavario por la Unión de los Cristianos pedimos por nuestros hermanos separados; hemos de buscar lo que nos une, pero no podemos ceder en cuestiones de fe y moral. Junto a la unidad inquebrantable en lo esencial, la Iglesia promueve la legítima variedad en todo lo que Dios ha dejado a la libre iniciativa de los hombres. Por eso, fomentar la unidad supone al mismo tiempo respetar la multiplicidad, que es también demostración de la riqueza de la Iglesia.

 

Con ocasión de este octavario podemos dar un paso en ese identificarnos con los mismos sentimientos de Jesús. Concretar oración y mortificación pidiendo por la unidad de la Iglesia y de los cristianos. Este fue uno de los grandes deseos de Juan Pablo II (Encíclica Ut unum sint, nn. 1 a 4), y lo es asimismo de Benedicto XVI.

 

En estos días pedimos al Señor que acelere los tiempos de la ansiada unión de todos los cristianos. ¿La unión de los cristianos?, se preguntaba San Josemaría Escrivá. Y respondía: sí. Más aún: la unión de todos los que creen en Dios. Pero sólo existe una Iglesia verdadera. No hay que reconstruirla con trozos dispersos por todo el mundo (Homilía, Lealtad a la Iglesia ).

 

La Iglesia es Santa porque es obra de la Santísima Trinidad. Es pueblo santo compuesto por criaturas con miserias: esta aparente contradicción marca un aspecto del misterio de la Iglesia. La Iglesia que es divina, es también humana, porque está formada por hombres y los hombres tenemos defectos, todos somos polvo y ceniza (Ecclo 17, 31).

 

Por nosotros mismos no somos capaces sino de sembrar la discordia y la desunión. Dios nos sostiene para que sepamos ser instrumentos de unidad, personas que saben disculpar y reaccionar sobrenaturalmente.

 

Demostraría poca madurez el que, ante la presencia de defectos en cualquiera de los que pertenecen a la Iglesia , sintiese tambalearse su fe en la Iglesia y en Cristo. La Iglesia no está gobernada por Pedro, Pablo o Juan, sino por el Espíritu Santo. Jesús tuvo 12 Apóstoles, uno le falló...

 

Nuestro Señor funda su Iglesia sobre la debilidad –pero también sobre la fidelidad- de unos hombres, los Apóstoles, a los que promete la asistencia constante del Espíritu Santo.

 

La predicación del Evangelio no surge en Palestina por la iniciativa personal de unos cuantos. ¿Qué podían hacer los Apóstoles? No contaban nada en su tiempo; no eran ni ricos, ni cultos, ni héroes a lo humano., Jesús echa sobre los hombros de este puñado de discípulos una tarea inmensa, divina. No me elegisteis vosotros a mí, sino que soy yo el que os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto sea duradero, a fin de que cualquier cosa que pidieres al Padre en mi nombre, os la conceda (Juan 15,16).

 

El principal obstáculo para la conversión, dice Scott Hahn son los mismos católicos...  El principal apostolado que hemos de realizar en el mundo es contribuir a que dentro de la Iglesia se respire el clima de la auténtica caridad.

 

C. S. Lewis escribe sobre las diferentes denominaciones cristianas: “Cuando hayáis llegado a vuestra habitación, sed amables con aquellos que han elegido puertas diferentes y con aquellos que siguen aún en el vestíbulo. Si están equivocados, necesitan mucho más de vuestra oraciones, y si son vuestros enemigos, entonces se os ha mandado rezar por ellos. Esa es una de las reglas comunes a toda la casa”.  (Mero Cristianismo, Ed. Rialp, Madrid 1995).

 

Desde hace siglos la Iglesia está extendida por los cinco continentes; pero la catolicidad de la Iglesia no depende de la extensión geográfica, aunque esto sea un signo visible. La Iglesia era Católica ya en Pentecostés; nace Católica del Corazón llagado de Jesús. Ahora, como entonces, extender la Iglesia a nuevos ambientes y a nuevas personas requiere fidelidad a la fe, y obediencia rendida al Magisterio de la Iglesia.

 

Desde hace dos mil años, Jesucristo quiso construir su Iglesia sobre una piedra: Pedro, y el Sucesor de San Pedro en la cátedra de Roma es, por eso, el Vicario de Cristo en la tierra. Hemos de dar gracias a Dios porque ha querido poner al frente de la Iglesia un Vicario que la gobierne en su nombre. En estos días hemos de incrementar nuestra plegaria por el Romano Pontífice y esmerarnos en el cumplimiento de cuanto disponga.

 

San Pablo,  a quien el Señor mismo llamó al apostolado, acude a San Pedro para confrontar su doctrina: “subí a Jerusalén para ver a Cefas, escribe a los Gálatas, y permanecí a su lado quince días”. (I,18). El Octavario concluye conmemorando la conversión de San Pablo. El martirio de San Esteban, dice San Agustín, fue la semilla que logró la conversión del Apóstol. Dice textualmente: “Si Esteban no hubiera orado a Dios la Iglesia no tendría a Pablo” (cfr. S. Agustín, Serm, 315,7).

 

La semana de oración por la unidad es una preciosa ocasión para que todos los cristianos nos impliquemos en la tarea de ser una sola familia sin divisiones. Necesitamos preguntarnos si con nuestras actitudes favorecemos la unidad. Demos gracias a Dios por todo lo conseguido en el camino del ecumenismo, y no dejemos de pedir en nuestras oraciones la unidad que el Señor quiere para su Iglesia.

 

En el octavario del 2005 decía Juan Pablo II: Sin oración y sin conversión no hay ecumenismo. En 2006, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos quiere subrayar que la promoción de la unidad entre los cristianos impulsa también la paz en el mundo... «Lo que nos une es mucho más fuerte que lo que nos separa: éste es el gran hallazgo que está en el origen del movimiento ecuménico». «El elemento más importante de nuestra unidad está en la presencia de Cristo resucitado, que prometió a sus discípulos que él estará con ellos hasta el fin de los tiempos».

 

El domingo 21 de enero del 2007 –informó Zenit-, Benedicto XVI dijo: «Cristo lo puede todo», «es capaz de infundir en los cristianos el deseo ardiente de escuchar al otro, de comunicarse con el otro y de hablar junto a él el lenguaje del amor recíproco». Definía así en qué consiste el ecumenismo: «Una experiencia dialógica profunda, un escucharse y hablarse, un conocerse mejor». «Es una tarea que todos pueden realizar -exhortó-, especialmente en lo relativo al ecumenismo espiritual, basado en la oración y en compartir lo que es posible por ahora entre los cristianos».

 

Año 2008.

La Comisión de la Conferencia Episcopal Española para las Relaciones Interconfesionales, con motivo de la Semana de oración por la Unidad de los Cristianos, comunicó: “Se cumplen en 2008 cien años del Octavario de oración por la unidad de los cristianos, desde que el P. Paul Wattson, cofundador de la Sociedad de la Expiación (Society of the Atonement), de Graymoor (Nueva York, Estados Unidos), diera comienzo a esta semana anual de oración por la unidad visible de la Iglesia. Desde entonces hasta el presente el camino ha cubierto etapas felizmente superadas y ha vencido obstáculos que parecían insalvables... El Movimiento ecuménico, que tiene su punto de partida en la asamblea de Edimburgo en 1910 y condujo a la creación del Consejo Ecuménico de las Iglesias en 1948, se vio ampliamente enriquecido con la contribución propia del ecumenismo católico desde los años sesenta del pasado siglo, gracias al gran impulso que recibió del Vaticano II.

(...)Fruto del diálogo teológico entre las grandes confesiones cristianas es el reciente documento de la Comisión mixta de Iglesia Católica y de la Iglesia Ortodoxa «Comunión eclesial, conciliaridad y autoridad», del pasado 13 de octubre de 2007, en el cual católicos y ortodoxos han llegado a un primer principio de acuerdo sobre el primado del Papa ("el primero de los Obispos"), que necesitará todavía mucha reflexión antes de que se pueda hablar de acuerdo pleno en un tema tan determinante para la recomposición de la unidad visible de la Iglesia.

 

La teóloga Jutta Burggraf hace sus consideraciones sobre el Octavario

 

La teóloga Jutta Burggraf afirma que el ecumenismo no es una cuestión de doctrina teológica ni de colaboración pastoral, sino de oración y de caridad. La fecha es significativa: nos recuerda que no podemos acercarnos unos a otros sin una profunda conversión interior, sin buscar cada uno vivir en intimidad con Cristo. Es en él donde nos uniremos algún día.

La esperada unidad no será un producto de nuestras fuerzas, sino «un don que viene de lo alto». Su verdadero protagonista es el Espíritu Santo, quien nos conduce, por los caminos que quiere, hacia la madurez cristiana.

 

En la oración encontramos sobre todo a Dios, pero de manera especial también a los demás. Cuando rezo por alguien, le veo a través de otros ojos, ya no con aquellos llenos de sospecha o de ánimo de control, sino con los ojos de Dios. De esta manera, puedo descubrir lo bueno en cada persona, en cada planteamiento. Dejo aparte mis prejuicios y comienzo a sentir simpatía por el

 

Rezar significa, purificar el propio corazón, para que el otro verdaderamente pueda tener sitio dentro de él. Si tengo prejuicios o recelos, cualquiera que entre en ese recinto recibirá un golpe rudo. Tenemos que crear un lugar para los demás en nuestro interior. Tenemos que ofrecerles nuestro corazón como lugar hospitalario, donde puedan encontrar mucho respeto y comprensión.