Urbanidad de la piedad

Autora: Rebeca Reynaud y Dr. E. Volpacchio

 

 

En la vida social hay unas formas, unas "reglas" de buena educación y hasta un protocolo. Una persona se muestra a sí misma, también a través de ellas. También hay unos modos de tratar a Dios y de estar en una iglesia. Se la podría llamar la urbanidad de la piedad. 

Hay una distancia infinita entre Dios y el hombre: el amor y la confianza que proceden de la filiación divina no conllevan una falta de respeto o igualdad de situación delante de nuestro Creador. Es por esto que debemos cuidad las posturas y los gestos. Todo pretende ser expresión de respeto y amor a Dios. Por eso hemos de cuidar una serie de detalles como:

Amar a Dios con todo nuestro ser y nuestra vida. Obviamente incluye nuestros gestos. El amor se nota. Y si no se nota... es que es demasiado débil.

Hemos de estar atentos para que la confianza no degenere en falta de respeto. No es verdad que la espontaneidad sea de por sí buena. Depende de qué espontaneidad: la hay buena y la hay salvaje.

El amor tiene una línea de mínima que es el respeto y la veneración. No puedo amar lo que no respeto. Tampoco lo que no venero.

Así como el cumplimiento de los modales y normas de buena educación muestran la "calidad humana" de una persona. La urbanidad de la piedad muestra nuestra fe, esperanza y amor. Es respeto y elegancia, aplicado a las cosas de Dios.