Matrimonio: un querer de Dios

Autora: Rebeca Reynaud

 

 

Tendría un triste concepto del matrimonio quien lo entendiera como un simple 
contrato y fuera dispuesto a no dar más de lo que recibe.

El Señor, atento siempre a las necesidades de los hombres, ve que no siempre 
conviene que el hombre esté solo, y le da una compañía a su medida. El 
matrimonio ha producido innumerables frutos y ha cooperado decisivamente en 
la configuración de una sociedad civil concorde con las exigencias más íntimas de la dignidad humana.

Todo hombre y toda mujer es libre para casarse o no casarse, porque Dios a 
nadie obliga a contraer matrimonio; pero esa libertad no puede extenderse ni 
afectar a la esencia de la institución matrimonial. Mientras que otros acuerdos humanos tienen su origen en la ley humana positiva, y se pueden modificar según el libre convenio de los hombres, con la alianza matrimonial no sucede así. Su particular objeto y sus fines, fijados por Dios, le imprimen un carácter especial. En el contrato matrimonial, la voluntad humana tiene su parte, porque el matrimonio no se realiza sin el libre consentimiento de uno y de otro esposo. Y una vez que el matrimonio se ha contraído, está el hombre sujeto a sus leyes divinas y a sus propiedades esenciales.

La alianza de los cónyuges se establece sobre su consentimiento personal e 
irrevocable. ¿Qué es el matrimonio? “La unión de uno con una para toda la vida”. O en palabras más elegantes: El matrimonio es el pacto de amor conyugal de un solo hombre con una sola mujer para toda la vida. Son características del matrimonio la unidad, la indisolubilidad y la ordenación del amor conyugal a los hijos.

La sexualidad mediante la cual el hombre y la mujer se dan uno al otro con 
los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo meramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana.

La castidad en las personas casadas incluye como elemento esencial la apertura a la vida en los actos propios del matrimonio.

El matrimonio es un camino de santidad por el que el Señor convoca a la gran 
mayoría de las personas. El estado matrimonial es una de esas situaciones en 
las que se concreta y toma forma la vocación universal a la santidad.

El cumplimiento fiel de los deberes conyugales exige un comportamiento heroico. Pero ésta es precisamente una de las características de la santidad que el Señor espera de todos los bautizados. Privar a la vocación matrimonial de esta nota sería rebajarla a categoría de vocación de segunda clase.