Amor y libertad

Autora: Rebeca Reynaud

 

 

Hay circunstancias en que nuestra libertad se ve lesionada, pero otras veces es el mismo ser humano el que se engaña a sí mismo cegado por las pasiones, el temperamento o el ambiente. Todos podemos elegir el camino fácil en lugar del arduo.

¿Qué es la libertad? ¿Acaso es independencia?... quizás no, pues el ser humano es extremadamente dependiente. Hay quien dice que “nacimos libres”, ¿hay alguien más indigente que un bebé? El niño necesita alimento, ropa, cuidados, calor, aire, agua, sol y sombra, ser transportado, ser amado... Y entre más tiempo vive, más dependiente se hace.

Derecho a decidir

Muchos piensan que la libertad es hacer lo que quieres; esta es una idea superficial. Una persona puede hacer lo que quiera y hacerse, como resultado, menos libre. Decidir libremente no asegura que aquello decidido me haga mejor persona. Uno puede comer desorbitadamente y el resultado es una indigestión, lo que supone una limitación de la libertad.

Un ser humano desarrolla naturalmente sus poderes físicos; pero también posee poderes espirituales que pueden no desarrollarse. Hay quienes nunca desarrollan su fuerza de voluntad; no son señores de sí mismos ni de sus elecciones. No son libres.

La “Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales” del 2 de octubre de 1986 afirma que el comportamiento homosexual no es irresistible: también esas personas son libres, y están llamados a vivir la castidad. Se les debe ayudar a cultivar la vida espiritual, mediante la práctica de los sacramentos, y en particular de la confesión frecuente.

El que se mueve por lo que le apetece, por la pasión o en confort en realidad no se mueve, es movido. Algunas decisiones nos desarrollan; otras, nos hacen retroceder. No somos personalidades estáticas sino en evolución. Querámoslo o no, cambiamos para bien o para mal. Lo que básicamente provoca el cambio son nuestras decisiones, cuando decimos Sí pudiendo decir “no”, o cuando decimos “no” pudiendo decir que Sí. Somos personas que encuentran disyuntivas, cada decisión supone una disyuntiva, por eso es vital descubrir las consecuencias que las decisiones traen consigo. Porque las elecciones, como los caminos, no son indiferentes; dejan huella.

Elecciones fáciles

¿Cómo llega la persona a la apatía? Hay quien entra por cierto camino porque siempre dijo Sí a las mismas cosas, sin cuestionarse si lo hacían mejor o peor, simplemente “navega”. Otras veces, la persona desea salir de la ruta que lleva, pero ve que no es fácil porque los hábitos creados lo tienen atenazado. Si es capaz de romperlos, se hará libre. La persona que ve que fuma demasiado y quiere dejarlo pero no puede, ha perdido la libertad, al menos en este campo: Ya no es capaz de decir que No. Y para ser libre es necesario ser capaz de decir Sí y No. Para ser libre es esencial tener dos opciones al menos. Si no se tiene la disyuntiva, si sólo se puede decir Sí, no se es libre.

Restricciones y libertad

Toma a una persona que vive la templanza en la actividad sexual, que pone límites a lo que ve y lee, que piensa que el sexo es oportuno sólo dentro del matrimonio, que controla sus pensamientos y su imaginación. ¿Es acaso menos libre que el que sigue sus instintos y no conoce barreras en este terreno?

¿Es menos libre una persona porque acepta poner límites? ¿Suponen falta de libertad todas las restricciones? ¿Si? Reflexiona bien... ¡No! las restricciones no implican necesariamente pérdida de libertad. Ciertas restricciones salvaguardan la libertad. Abandonar los límites muchas veces conlleva perder la libertad y llegar a donde no se quiere llegar. Cuando se elige viajar por una supercarretera se sabe que lleva más restricciones que otras, ya que tiene entradas limitadas, tiene protecciones por ambos lados, aparecen señales de lo que hay que hacer y de la velocidad que hay que llevar... Ningún ser cuerdo piensa que elegir la supercarretera con esos señalamientos, restringen su libertad, sino que son una ayuda para su mejor uso.

Aquellos que sostienen que no debe de haber límites en la actividad sexual están en peligro de perder la libertad de amar, y también su libertad total. Al decir Sí al imperioso instinto sexual y al menor dictado del instinto, pierden su capacidad para decir que No. Y el hombre ya no es libre cuando es incapaz de decir No. Es innegable que esta mayor “libertad” de la que se goza en la conducta no parece haber producido una mayor felicidad: hay algo que no encaja y que produce insatisfacción en esta gran libertad (Cormac Burke)

La sexualidad pertenece al designio originario del Creador; pero pide a todos que la respeten en su naturaleza profunda, por amor a la verdad de la persona humana. Por eso es moralmente inaceptable el “amor libre” y la homosexualidad. La pureza de vida es necesaria, la castidad no significa rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena (cfr. Familiaris consortio).