Limar el carácter

Autora: Rebeca Reynaud

 

 

El dominio de sí es especialmente necesario en el cultivo de la propia personalidad; cultivo, no culto.  

No todos subimos por el mismo sendero a la cima de la vida. Mientras algunos tienen que trabajar con la humildad, otros deben hacerlo con la alegría. Otros deben trabajar con su falta de esperanza, otros más con el carácter, otros con la vanidad, otros con la fortaleza para romper la cadena que los ata a la pereza o a algún vicio. Cada vez que nos sentimos trabados en este camino, debemos hacer un análisis para ver claramente cuál es el lugar en el que tenemos nuestros deseos colocados; qué cosas son las que realmente nos preocupan o nos hacen perder la paz o la alegría; en qué momento se nos presentan las mayores tentaciones... Todos estamos proclives a tener tentaciones de confianza en Dios, de fe...  

Estemos en donde estemos, es importante que no olvidemos que no estamos en el paraíso terrenal. Siempre habrá alegrías y cosas buenas, problemas y obstáculos porque así es la vida: estamos en pleno campo de batalla.  

En donde hay viñas, las suelen podar cada año, para que la vid dé frutos. Cuando no se tiene el coraje para podar sólo crecen hojas. “Cuando nos creemos dueños de nosotros mismos y con poder para juzgarlo todo, nos destruimos. Porque no estamos en una isla con nuestro propio yo, no nos hemos creado a nosotros mismos; hemos sido creados y creados para el amor, para la entrega, para la renuncia, sabiendo negarnos a nosotros mismos. Sólo si nos damos, sólo si perdemos la propia vida –como dijera Cristo- tendremos vida”. Cuando el hombre se deja podar, es cuando puede madurar y dar fruto (Cardenal Ratzinger, La sal de la tierra, p. 179).  

Dios nos ha elegido para transformar la historia. Pero cuando no vivimos lo ordinario con heroísmo viene el desencanto.  

Ya se  sabe que nacemos con un temperamento, y que el carácter es ese mismo temperamento pero educado. Dice Viktor Frankl que quien tiene carácter posee conciencia y responsabilidad. Esto incluye: sinceridad, lealtad, ciudadanía (incluyendo la obligación de estar informado) ¿Cómo tener conciencia de lo que pasa sino?  

El carácter es una estructura virtuosa. Pero toda virtud implica autodominio. Y ¿cómo se nota que falta autodominio? Cuando “explotamos”, contestamos mal o rezongamos. ¿Qué es rezongar? El Diccionario de la Lengua Española dice que rezongar es gruñir, refunfuñar a lo que se manda, ejecutándolo de mala gana. Ya se sabe que nacemos con un temperamento, y que el carácter es ese mismo temperamento pero educado. Cuando nos enojamos sin gran motivo, nos falta carácter. Es una pena reconocer que nuestro tiempo ha perdido el señorío de sí mismo.  

Dominar la tendencia a manifestar enojo tiene importancia por su cotidianidad, y por la gravedad de sus consecuencias. A veces una persona se presenta airada, regañona, malhumorada, cortante, introvertida, triste, rezongona..., y eso influye en el ambiente.  

El Libro del Eclesiástico (Sirácide) dice: “Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados” (27, 33-34).  

Cuando una persona se deja guiar por la sensación de los sentidos, por las tendencias sensibles o por el sentimentalismo, decimos que tiene un carácter débil. Cuando decimos que alguien tiene mal carácter, nos referimos a que se deja llevar por la ira, por el capricho o por el “qué dirán”, que finge, y no se muestra como es. Se dejan llevar por impulsos sensibles, sin intervención alguna de la inteligencia.  

Aristóteles considera la sabiduría como dominio; como la resistencia ante o también que prevalezca lo racional frente a lo irracional. Según él al hombre le corresponde tender al bien; este bien se encuentra fuera de sí mismo. Todas las fuerzas del carácter se centran en la voluntad. Y hoy, lo que más brilla por su ausencia es la educación de la voluntad.  

Es la voluntad la que se deja mover por el entendimiento, o bien se deja mover por los sentimientos, o por ambos. Este dominio no consiste en que desaparezcan los sentimientos, sino en que no prevalezcan. La fe y la razón han de ser la guía. Además, hemos de purificar nuestros amores.  

La simpatía natural no es un rasgo constitutivo del carácter, sino que, dependiendo de la actitud que tomemos ante ella, puede servirnos para apuntalar un aspecto de nuestro carácter –la generosidad- o de nuestra falta de carácter: el egoísmo.  

Dos rasgos que condicionan la posibilidad de tener un carácter sólido son la humildad y la castidad. Si se marginan estas cualidades, la persona será mediocre, insignificante. Y esto es así porque la humildad y la pureza son las bases –espiritual la una y corporal la otra- del carácter.  

Cuando el egoísmo toma posesión de una persona, se inactiva toda posibilidad de virtud. Al contrario, cuando hay generosidad, hay un ensanchamiento del alma. “El soberbio y el incontinente se encuentran centrados en sí mismos (...) El autodominio consiste en el abatimiento de la propia excelencia en que reside la esencia de la humildad. La voluntad de dominio, en cambio puede conducirnos a la precedencia sobre los demás, no por ser precedente sino por ser yo, en lo que residen la soberbia, la vanidad, la egolatría y el egoísmo (...): La ausencia de la humildad como la de la castidad apuntan a una desintegración del carácter” (Carlos Llano).  

Revisar: en cualidades humanas, ¿qué nos falla? Tal vez las virtudes para el autodominio. Los ingleses tienen autodominio, los diplomáticos también. Hemos de lograr un nivel de cariño y respeto. Hemos de trabajar mucho en las bienaventuranzas, vertiente de la misericordia. En el Concilio Vaticano II se dice que en el mismo acto que Dios se revela, se revela como misericordioso. La revelación de Dios es de misericordia, tiene misericordia por el hombre. La misericordia es la capacidad de extraer un bien de cualquier mal. Eso tenemos que trabajarlo mucho. Hay que ver qué apreciación tenemos de esas cosas. Eso nos dará la capacidad de darle la vuelta a la situación molesta.  

Muchas veces la gente está de malas porque no ve que detrás puede encontrar un bien. Entonces ¿qué sucede? Le sacan la vuelta al dolor, y en ese momento dejamos de tener la oportunidad de aprender a amar. ¡Cuántas veces nos ha venido bien convivir con una persona antipática! Son retos. Viene bien tener una enferma o una neurótica, pues uno se va puliendo.  

En resumen, se trata de adquirir virtudes y de usar bien de nuestra libertad, batalla que dura toda la vida, pues tan importante como la adquisición de una virtud es su mantenimiento. Se nos pide el avance progresivo de la virtud, conforme al adagio clásico: o avanza o retrocede; pero tempus breve est! Educar ha de ser una labor creadora y positiva, pues –como ha escrito C. S. Lewis–, el objetivo del educador no puede ser talar bosques, sino fertilizar desiertos.  

Un dicho popular dice: “Un solo día pasa el hombre sobre la tierra y sin embargo lo vive mal”. Que no nos suceda esto, y no nos pasará si somos capaces de reflexionar.