Vencedor de la muerte

Autor: Ramón Aguiló sj.

 

 

Tú, Jesucristo, viniste a este nuestro descalabrado mundillo para elevarlo, dignificarlo, llenarlo de felicidad. A veces, cuando estudiamos Historia Universal, nos encontramos con personajes que parece que han nacido para mandar, dominar a los demás, torturar, matar. Tú no fuiste uno de ellos. Ni lo eres ahora. Ni lo serás jamás, por muchas guerras de religión y de terrorismo que los magnates de los pueblos organicen.  

Nosotros, los que Te seguimos, los que queremos ser buenos cristianos, los que hemos leído varias veces tus mensajes, sabemos que SIEMPRE HEMOS DE AMAR, AUN A NUESTROS ENEMIGOS, O MEJOR, A AQUELLOS QUE SE CREEN NUESTROS ENEMIGOS. Porque nosotros no los tenemos. Somos amigos de todos.  

Como consecuencia, nosotros hemos de respetar a todos y a todas. Y hemos de ofrecerles siempre LA PAZ, en la CONVIVENCIA TRANQUILA, SOLIDARIA, FRATERNAL.  

Tú varias veces durante tu corta VIDA APOSTÓLICA, has resucitado a algunos que ya eran cadáveres. Les has devuelto a la Vida Terrena.  Después narraré algunos de estos hechos maravillosos: Tú Te has definido como LA VIDA. Dijiste una vez: “Yo soy el Camino, la Verdad y LA VIDA”. Y lo has demostrado, resucitando a algunos que estaban muertos. Por tanto, cuando Te defines como la Vida, no Te refieres solamente a la Vida Eterna, sino también a la Vida Terrena, a la Vida Temporal.  

Mis pensamientos me llevan a recordar ahora unas frases que dijiste a los SADUCEOS que afirmaban que no hay resurrección.  Y ellos querían molestarte, querían tentarte, afirmando que Moisés había ordenado al pueblo de Israel que “si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, el hermano debía tomar a la mujer para dar descendencia a su hermano”. De ahí los Saduceos sacaban unas conclusiones que parecían llevarlos a lo imposible.  

Tú les dijiste unas hermosas palabras sobre la Vida y la Resurrección. Las recogió tu Evangelista Lucas en el Capítulo 20. Las transcribo literalmente:  

“Los Hijos de este Mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, NI PUEDEN YA MORIR, PORQUE SON COMO ÁNGELES Y SON HIJOS DE DIOS, SIENDO HIJOS DE LA RESURRECCIÓN.  

Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac Y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de VIVOS, PORQUE PARA ÉL TODOS VIVEN”  

El Evangelista Mateo (Capítulo 22) narra lo mismo y añade: “AL OIR ESTO, LA GENTE SE MARAVILLABA DE SU DOCTRINA”.  

Jesús, Tú has comunicado al universo y a toda la humanidad que aparece y desaparece sobre la tierra, EL GRAN MENSAJE DE LA ALEGRÍA. Porque a todos nos angustia que el vivir sea acercarse a la muerte. Cuando termino un día y me voy a dormir plácidamente, podría tachar el número del Mes de Aquel Día. Y decirme: “He vivido un día más”. Y esto es lo mismo que decir: “Me queda un día menos del tiempo de mi vida”.  

Tú, Jesús de Nazaret, nuestro muy amado Hermano y Salvador, nos has concedido que vivamos nuestros días, rociados siempre con EL PERFUME Y EL EMBELESO DE LA ETERNIDAD. Tú has resucitado al tercer día, después de haber derramado toda la sangre de tu hermoso ser humano. Nosotros seguimos el mismo camino. Tal vez nuestra muerte será plácida, no como la tuya, pero nuestra Resurrección está asegurada, para una fecha que nosotros no conocemos.  

Sobre todos los sepulcros de los Cristianos y Cristianas, de los Hombres y Mujeres que siguen los dictámenes de su Conciencia Religiosa, estas PALABRAS: “AQUÍ DUERME Y DESCANSA UN SER HUMANO QUE ESPERA TRANQUILAMENTE REGRESAR A LA BELLEZA DE LA VIDA QUE AHORA SERÁ ETERNA”.  

Jesús, Tú fuiste y eres todavía, el CREADOR DE LA VIDA. Durante tu existencia realizaste la Resurrección de varios muertos. Porque experimentaste la Tristeza de los parientes del muerto o de la muerta: Recuerdo a tu amigo Lázaro. Su historia fue una historia muy bella. Era el hermano de dos mujeres, María y Marta.

Ellas te avisaron, cuando Lázaro se puso enfermo grave: Tú esperaste unos días. Y llegaste a su casa cuando Lázaro ya había muerto.  

Tú dijiste a tus discípulos: “NUESTRO AMIGO LÁZARO DUERME; PERO VOY A DESPERTARLE” Llegaste a su casa y los despertaste de aquel sueño mortal. Dijiste a su hermana Marta: “YO SOY LA RESURRECCIÓN. EL QUE CREE EN MÍ, AUNQUE MUERA VIVIRÁ. Y TODO EL QUE VIVE Y CREE EN MÍ, NO MORIRÁ JAMÁS”.  

También resucitaste a otros difuntos. Y a todos nos comunicas esta ALEGRÍA, LA ALEGRÍA DE UNA ETERNIDAD FELIZ. SOMOS ETERNOS. TAMBIÉM EN ESTO NOS PARECEMOS A TI. Gracias, Jesús, nuestro Salvador.