Un resumen sencillo

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

Jesús de Nazaret, me gustan las horas silenciosas en las que predomina el pensamiento interior. Y todo lo que podríamos llamar intimidad. Cuando te encuentras en la calle o con un grupo de personas parece que el mundo se convierte en un gran circo, donde todo son gritos, aplausos, truenos, risas, llantos, crujidos, títeres, amenazas, muertes violentas, armas que estallan, muertos cubiertos de sangre.

La soledad para los cristianos es muy importante. Y me parece que todos y todas deberíamos procurarnos cada día unas horas de esa tranquilidad que nos ayuda a pensar, meditar, reflexionar, analizar, pedirte perdón por todo lo que hemos hecho mal y decirte muy sencillamente y con mucha sinceridad, esta oración tan breve: SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO.  

Estaba yo solo en mi habitación rezando, cuando se me mostró la figura de un Santo muy sencillo y muy agradable. Toda tu Iglesia estaba celebrando la fiesta de San Juan Bautista María Vianney, al que todos llaman EL SANTO CURA DE ARS.  

Tú lo conoces perfectamente, porque lo conociste profundamente durante su vida en esta tierra, y ahora lo tienes contigo en la patria celestial. Voy a recordar un poco su vida, que se puede resumir en dos o tres palabras: Pobreza, Amor, Sacrificio.  

Tú sabes dónde se halla el pueblo de Ars, en la gran nación  Francesa. Es un pueblecito aun ahora. Dicen que sus habitantes  no llegan a los mil. Lo que subraya la importancia de este minúsculo pueblecito es el recuerdo del que fue su director espiritual, y cuyos restos descansan ahora en una gran basílica. Ars fue para Juan Bautista María Vianney la patria de su santificación. Él era de otra ciudad.  

Había nacido en Dardillo, no muy lejos de la renombrada ciudad de Lyón. El 8 de Mayo de 1786 había llegado a este mundo Juanito para ser Santo.  

Pero lo importante para Él fue Ars. Juan creció y quiso ser sacerdote. Pero encontró, porque se las pusieron, muchas dificultades. Por fin consiguió su ordenación. Y le destinaron al pueblecito desconocido. Allí todo fueron dificultades y sufrimientos, pero el Santo lo superó todo.  

Yo diría que allí se formó también un gran maestro de la espiritualidad sacerdotal y cristiana. Esto es lo que me ha impresionado ahora. Porque Juan escribió. Y yo he leído algo de sus escritos.  

He aquí, Jesús, un resumen de lo que he leído.  

“El tesoro del hombre Cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por eso nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.  

EL HOMBRE TIENE UN HERMOSO DEBER Y OBLIGACIÓN: ORAR Y AMAR. SI ORÁIS Y AMÁIS, HABRÉIS HALLADO LA FELICIDAD EN ESTE MUNDO”.  

Esta enseñanza me ha parecido un bellísimo y perfecto resumen de nuestra forma CRISTIANA. Nosotros he de vivir como Tú, Jesús, nos has enseñado. Y el Santo Cura de Ars ha sabido ofrecernos el resumen ideal de todo lo que significa ser Cristiano.  

Muchas veces estamos buscando qué hemos de hacer durante nuestra vida de personas que piensan y tienen una conciencia que les exige algo: tener una personalidad propia que sea nuestra característica. Y el Santito de Ars nos ha ofrecido un sencillo y asequible resumen de lo que deben los rasgos característicos de nuestra personalidad cristiana.

Me parece que, en estos momentos históricos de tanto materialismo y tantos odios, San Juan Bautista María de Vianney, se nos aparece sobre una alta montaña y nos grita: “ORAD Y AMAD. NO SEÁIS TAN MATERIALISTAS. NO SEÁIS MIEMBROS DE LOS GRUPOS QUE DESPRECIAN, ODIAN, MATAN A OTROS SERES HUMANOS”  

Juan insiste en que la oración es unión con Dios. Y que esta unión es la presencia diaria de la felicidad en nuestras vidas terrenas y difíciles.  

Juan también habló constantemente de esa Ley Evangélica del AMOR. Como Tú nos dijiste, Jesús, el AMOR LO RESUME TODO. Todas nuestras obligaciones se pueden cumplir y llevar a cabo, amando a los de casa, a los de nuestra ciudad, a los vecinos, a los de nuestra nación, a los de otras religiones, a los que se creen enemigos nuestros, a los que nos odian y estarían dispuestos a matarnos.  

Oremos cada día. A todas horas. Cuando estamos ante el sagrario, participando en la Eucaristía, cuando comulgamos, cuando estamos solos en casa o por las calles, cuando estamos enfermos, cuando nos agobian los problemas. Oremos.  

Amemos a todos los de nuestra familia. Pero no solamente a ellos, ni solamente a los más cercanos, sino a todos los seres humanos. Aplastemos de inmediato nuestros sentimientos de desprecio para los demás y de odio. Mi corazón debe gritarme cada día: AMA.  

Es tan sencillo todo: ORAR Y AMAR.  

San Juan María Vianney murió el Jueves, 4 de agosto de 1859.  

Pero su mensaje sigue vivo.