Una tormenta fría

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Los niños están atentos a lo que les ofrece su entorno. Su entorno familiar, escolar y también ese entorno más amplio que les llega a través de los comentarios de los mayores, de los medios de comunicación, de las revistas que caen en sus manos, de lo que llegan a experimentar en la calle. Muchas veces ni siquiera reaccionan, ni demuestran sus impresiones, aunque suelen ser muy profundas.

Los mayores piensan que, con darles un beso, y enviarles a dormir pronto "porque estos programas no son para niños buenos", está todo solucionado. Los mayores piensan que, con disimular ante los niños, las tensiones, discusiones, divisiones, quebrantos de la pacífica convivencia familiar, ya no hay que temer nada. Entonces la salud psíquica del niño o de la niña, de los adolescentes puede estar garantizada. 

Pero todo esto son ilusiones. Ingenuidades. El niño, el adolescente lleva una tormenta dentro, producida por su choque con la realidad de la vida, que, por desgracia, demasiadas veces se presenta hostil, dura, manchada de sangre y de violencia. Ese ser débil, desprovisto de defensas morales, está entrando en el túnel de la vida, o, como dice Chéjov en una de sus bellas narraciones, en "la trampa enojosa" que es la existencia humana. Y ese túnel negro, a veces muy negro, y esa trampa pesada y cruel, a veces muy dura, le van presionando, le van configurando, le van colocando en la sala común de los enfermos de ese gran hospital que es nuestro mundo. Este es el mundo que les entregamos: una cultura del sexo, la sangre, y una larga historia de conflictos violentos. 

Pero lo curioso, tal vez lo nuevo de nuestro tiempo, es la frialdad con que el ser que comienza a sentirse persona, está recibiendo todo este conjunto de impactos sociales. Sus reacciones, si las muestra, parecen más bien las reacciones de una máquina pequeña, insensible, y sin embargo, preparada para la destrucción, aunque sea a pequeña escala. 

Todo esto que digo puede parecer freudiano. Yo creo en la bondad. Creo que los hombres y mujeres que nos rodean y con quienes convivimos son mejores de lo que pensamos, son capaces de sacrificio, y de colaborar en obras positivas para el bien de los demás. Todo esto tan agradable y tan simpático se pone de manifiesto, en las numerosas iniciativas de Voluntarios, generalmente jóvenes, que ofrecen su tiempo y sus energías a la construcción de la Paz, donde hay terrorismo, y a la asistencia de inválidos, solitarios, ancianos, donde hay sufrimiento humano.  

Hay otros muchos, jóvenes también ellos, que trabajan en la rehabilitación de los bosques quemados, del ambiente natural sofocado y herido, de las playas maltrechas y sucias. No todo está corrompido. 

A pesar de esto, hemos de reconocer que se detectan ciertas manifestaciones de una juventud violenta y fría, caprichosa, que se va forjando así, en los años anteriores. 

Hay noticias que se van repitiendo desgraciadamente, como la de los dos niños que asesinaron a uno más joven que ellos, con todo cálculo, con toda la frialdad que podría ser propia de un asesino de profesión. Después se ha hablado y escrito de otra noticia de este mismo orden: tres muchachos asesinaron a un mendigo.  

Otras noticias que revelan esa tormenta fría que anda por ahí, sobre nuestras cabezas, son aquellas que relatan los actos de terror, de sangre, y de gélida prepotencia, de los llamados "Skin Heads" o "Cabezas Rapadas".  Ellos se sienten señores del Barrio, de la Ciudad, de la Nación,  y no permiten que otros hombres y mujeres invadan sus "dominios" que podrían ser llamados "dominios feudales". Son racistas, neo-nazis, nacionalistas esquinados y dispuestos a utilizar la política de "los Cuchillos largos". Pertenecen a un mundo "tarado". 

Y sin embargo, el mundo está hecho para todos. Y todos, sin excepción, tienen derechos fundamentales inviolables que los demás debemos respetar. Los "ismos" que dividen son "epidemias sociales".  

No es agradable ver a los niños con pistolas o metralletas de juguete en las manos, disparando tiros a derecha e izquierda. No es simpático ver a esos niños que se pasan horas con los Game Boys, o ante los Ordenadores con juegos, derribando aviones enemigos, o matando a invasores fingidos. Ni verlos ante los Spots publicitarios de la TV, llenos de sugerencias pornográficas y violentas. 

Dijo Shakespeare: "Bienaventurado aquel que en su juventud vivió como joven". Bienaventurado el niño que vive como un niño. Y esto significa "esperanza", "ilusión". Esto significa desterrar todas las envolturas amargas, productoras de frustraciones y de deseos de venganza, en la vida de nuestros pequeños. Y tal vez significa revisar seriamente las teorías de algunos psicólogos y pedagogos, que propugnan el total respeto a la espontaneidad de los niños. Educar no significa crear "niños caprichosos". Hay que educar para la libertad, pero también para la Responsabilidad. Tendríamos que reflexionar sobre la probable relación entre sexo y violencia.