Tu y Europa

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

A lo largo de los años van apareciendo en nuestras liturgias católicas las fiestas de varios Patronos de Europa. En total son seis: tres mujeres y tres hombres. Tú, Jesús, los conoces a todos y a todas perfectamente. Y este hecho nos indica con toda claridad lo que podríamos llamar la complejidad de este ser cohesionado que llamamos la Europa Unida.  Las naciones, al principio de esta unión, fueron pocas. Después llegaron a ser quince. Y para un futuro próximo, se prevé que llegarán a ser veinticinco. Lo curioso de esta unificación europea es que las partes son realmente, profundamente diferentes, diversas, y hasta en sus rasgos culturales e históricos, contradictorias y beligerantes.  

COMO EN LAS FAMILIAS. Sucede en esta unidad europea algo parecido  a lo que cada día vemos acontecer en los grupos familiares: papás, mamás, hijos, hijas, abuelos, abuelas. Todos ellos tienen su propia y característica personalidad, pero, al mismo tiempo, podemos observar que hay rasgos fisiológicos y psíquicos, que los hacen parecidos, semejantes.  

Podemos, por tanto, afirmar rotundamente que en Europa “lo diverso se parece”, “lo contradictorio se ha unido”. Podríamos ir muy lejos analizando las características de personalidad cultural, lingüística, histórica de las diversas naciones europeas, y hasta de todas las naciones del mundo: somos diversos todos, pero todos semejantes. Hasta en el uso de  corbatas, de zapatos, de calcetines, de relojes, de inclinaciones reverenciales, y de apretones de manos o de besos amistosos. Hasta las ciudades son diferentes y parecidas: en todas ellas veremos rascacielos y casas bajas, calles estrechas y grandes avenidas, coches, autobuses, metros y trenes, aviones supersónicos, cascos antiguos y zonas modernísimas. Parece como si todos hubieran hecho y suscrito un pacto de ser semejantes a los demás, manteniendo sus características diferencias.  

TÚ NOS HACES SEMEJANTES A LOS EUROPEOS. ¿Qué podemos decir de los quince miembros, que serán veinticinco, de la Unión Europea?. Jesucristo, Tú conoces muy bien nuestra historia. Tú mirabas hacia Europa, y concretamente hacia el Imperio Romano, cuando profetizabas sobre la destrucción del templo de Jerusalén.  

Es maravilloso que países que han estado en guerras sangrientas durante siglos, hayan podido llegar a formar una Unidad de semejantes, superando las diversidades agresivas de otros tiempos.  Ahora han llegado al sistema democrático, y han podido buscar soluciones en las reuniones pacíficas y en discusiones tranquilas.  

Pero yo no me olvido de Ti, Jesús. Porque Tú has puesto en los cimientos un elemento histórico importantísimo que ha influído poderosamente, como fuerza unificadora de naciones tan diferentes y distantes: es tu mensaje cristiano, tu presencia. Tú y tus Apóstoles habéis comenzado la conquista del mundo por algunas ciudades de Europa, gracias seguramente a las estructuras entonces vigentes del Imperio Romano. Europa es el fruto histórico de la gran personalidad cultural griega y de la no menos grande personalidad latina. Estas dos fuerzas históricas fueron bautizadas, cristianizadas, por la fuerza espiritual de tu Iglesia, a la que no podían vencer, como Tú le habías prometido.  

No podemos olvidar esta verdad, aunque parezca que ahora está sucediendo un proceso contrario. Todo sucede como si Europa se fuera paganizando. Europa está experimentando en su seno unas extrañas y violentas fuerzas destructoras de la unidad y centrifugadoras, como son la xenofobia, el racismo, el totalitarismo, el paganismo y la incredulidad. Todo esto va amenazando la estabilidad de la cohesión cada vez más unitaria, para provocar la dispersión. ¿Sucederá?, ¿Volveremos a las andadas?. Los dirigentes, los ciudadanos europeos, tendrán que tener en cuenta, respetar y desarrollar, nuestras profundas raíces cristianas porque el cristianismo es un poderoso elemento cohesionante, unificante, de las diversidades nacionales.  

HASTA EN LOS SÍMBOLOS. Europa tiene una bandera que nos recuerda a todos los que quieran recordar y analizar sinceramente lo que está sucediendo, es decir, que Europa es eminentemente cristiana. Es una bandera azul con doce estrellas blancas que forman un círculo. Doce, no quince estrellas. Un número que no cambiará, aunque aumente el número de miembros.  

Esta bandera azul fue adoptada oficialmente el día 8 de Diciembre del año 1955, fiesta de la Inmaculada Concepción de tu Madre, María.  Es azul, color que tradicionalmente nos recuerda a la que tanto queremos todos, sus hijos e hijas.  

Curiosamente el Apocalipsis, escrito por tu amigo, Apóstol y Evangelista,  Juan, describe lo siguiente: “Apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas”. El autor de la bandera fue el pintor Arsène Heitz, gran devoto de María.  

El Consejo de Europa se estableció en Mayo de 1949 en Estrasburgo, y, como Tú sabes, el mes de Mayo es el mes dedicado a tu Madre, María.  

Al año siguiente, también en Mayo, se publicaron las normas del concurso para crear la nueva bandera, y, cuando el pintor se enteró de la convocatoria, acababa de comprar la Medalla Milagrosa, en la que María lleva las doce estrellas. Así se inspiró para su boceto que fue elegido como el mejor entre los numerosos proyectos presentados.  

Consecuencia: una serie de circunstancias  algo misteriosas subrayan el profundo ser cristiano de las diversidades unidas de la Europa democrática. Tú estás aquí. Europa es tuya. Debe ser tuya siempre.