Tu vestido nuevo

Autor: Ramón Aguiló sj.

Experimento algunas veces la inquietante impresión de que algunos, los estudiosos, nos transmiten un Mensaje que no es exactamente el tuyo. Y Te lo digo con toda la sinceridad posible. No es que yo quiera liberarme de la "patria potestad" como hacen ahora tantos jóvenes, ellos y ellas. Pero me gustaría llegar a poder conciliar lo que me dicen en estos tiempos los maestros del cristianismo, y lo que Tú realmente me dices a través de tus Palabras.

 

ESTAMOS COHIBIDOS. No sé si estarás de acuerdo con lo que voy a escribirte. Tú fuiste un verdadero Libertador de las conciencias aplastadas por tantos preceptos, normas y leyes, entonces y ahora. Estamos cohibidos por centenares de artículos de los diferentes códigos religiosos y civiles, especiales, penales, reglas, normas, leyes constituciones, costumbres, tradiciones, de los Diferentes Derechos. Para conocerlos, hay que estudiar largas y pesadas carreras, leer voluminosos libros, compararlos con los de otros pueblos, completarlos con las Leyes y Reglamentos que siempre, constantemente están elaborando los Parlamentos, el Papa y sus Congregaciones o Dicasterios. ¿Te suena a Tí todo eso? ¿Te parece bien?. ¿No Te parece exagerado, impertinente?

 

ALGUNAS NORMAS SON NECESARIAS. Comprendo que algunas normas son indispensables, porque de otro modo sería imposible la vida en común de personas tan egoistas como somos los seres humanos. Si con tantas Leyes, prohibiciones y mandatos sucede lo que sucede hasta llegar a las más vergonzosas delincuencias, ¿qué sería si todo se dejara a la buena voluntad del amor entre hermanos?. ¿Qué hombre o mujer se siente hermano o hermana de otro en este mundo de fierecillas?. Muchas veces ni siquiera los hermanos carnales se respetan mutuamente. Y algunos, si pueden, se hacen trizas por venganzas, envidias o ambiciones inconfesables. Hay que ver lo fuertes que son las discusiones a causa de herencias o de amores humanos. Todo esto es así. Y es así, a pesar de Tu Presencia en el mundo, a pesar de Tu Mensaje.

 

TU LIBERACIóN. Tal vez somos así, porque hemos complicado demasiado lo que significa ser "Buenos". Tú hablabas con más claridad, con más sencillez, con menos rigor y menos pasión, sin amenazas, sin coacciones, proclamando sencillamente Tu Liberación. Casi no me atrevo a escribir junto a tu Nombre, Jesucristo, el nombre tan hermoso, atractivo e inspirador como es el de Libertad. Me parece que puedo escandalizar, especialmente a los más pequeños. Y Tú fuiste muy duro con los promotores del Escándalo.  

Yo no quiero escandalizar a nadie. Ni a pequeños ni a grandes. Sólamente quiero penetrar en tu Verdad. Sólamente quiero vivir tu Verdad. Y la Verdad es que Tú fuiste y eres el Gran Libertador del Pueblo de Israel y de la Humanidad. Lo dijiste y lo realizaste de muchas formas.

 

LO QUE ESPERABA ISRAEL. El Pueblo que Te escuchaba y muy especialmente sus dirigentes esperaban a un Mesías Libertador Político. Todos ellos estaban hartos de la presencia orgullosa, despectiva, armada, de los Romanos. Confiaban en que llegaría el que expulsara fuera de sus fronteras a las milicias armadas del Imperio. No querían más opresión. No querían pagar más impuestos a las fuerzas ocupantes de la propia patria, de la propia tierra.  Los Romanos debían marcharse. El Mesías los echaría, los barrería. Como se barre la basura. Como se barre el estiércol.

 

TU LIBERACIóN UNIVERSAL. Pero ésto era poco para Tí. Los Nacionalismos son incompatibles con tu Misión Universal. Todo el Universo Te resulta pequeño. No puedes estrechar tus inmensos deseos dentro de los límites pequeños de las fronteras de un pueblo. "Vine a poner fuego en la Tierra. Y sólo quiero que arda", nos has dicho una vez. 

Tú sabías que por todo éso Te iban a matar. Porque los pueblos consideran traidores a los que son como Tú, a aquellos que aman también a otras naciones, a aquellos que no respetan las fronteras, a aquellos que proclaman la igualdad de todos sin exclusiones y a pesar de las diferencias.

 

ODRES, VESTIDOS NUEVOS. Recuerdo aquellas tus palabras sobre el Vino Viejo y el Nuevo, sobre los Odres Viejos y los Odres Nuevos, sobre aquella verdad tan casera, tan bien conocida por las amas de casa, de no poner remiendos de tela nueva en vestidos viejos. Lo explicas en Mateo (C. 9), Marcos (C. 2) y Lucas (C. 5). 

Estas palabras tan obvias, de sabiduría popular, debieron saber a cuerno quemado a tus oyentes israelitas "carcas" y "seguidores de las viejas tradiciones". Tú proclamabas y proclamas el valor cristiano de la Novedad. Y con esto, arrinconabas de un empujón genial, todo lo antiguo, todo lo que muchas veces se ha convertido en un pesado yugo para los pueblos.  

Tú ofreces un Vestido Nuevo. Tú quieres brindar con el Mundo con un Vino Nuevo, sacado de Odres Nuevos. Y en esta comparación das la vuelta a lo que parece ser una ley para los buenos catadores de vino, quienes afirman la bondad de los vinos más añejos. A Tí esto no te asusta. Porque quieres que Tu Mensaje quede claro. Es el Mensaje de un Libertador. Es como gritar: Olvidad vuestras antiguas Leyes, las Prescripciones de vuestros Maestros y Rabinos,  la presión de vuestras Costumbres y Tradiciones. Y cumplid con la única Ley que Yo os repito, que es la Ley del Amor: "Amarás". Porque "el Hijo del Hombre, es decir, el Hombre por antonomasia, es Señor también del Sábado". Y el Sábado Israelita era y es lo más Sagrado de la Ley. 

¿Sabes que Te digo, Jesucristo?. Que ojalá nuestros Legisladores de todos los Parlamentos, Asambleas y Congregaciones miren hacia Tí y escuchen claramente Tu Voz.  

Sí. Sí. Jesús y Libertad pueden ir juntos. Deben caminar juntos. Esto no es escandaloso. Porque es la realidad. Tú lo quisiste así. Lo que se legisle y se ordene deber servir a esta Liberación de las Conciencias que Tú has querido y has realizado con tu Muerte en la Cruz.