Tus viajes y los de ahora

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

A veces he experimentado una sensación de inquietud y tristeza, cuando pienso que Tú, Jesús, hiciste muchos viajes hace más de veinte siglos. Cuando todavía no habías nacido, pero ya estaban esperándote tus papás, hiciste un largo viaje hacia Belén, porque así lo quiso el Emperador exigiendo que todos se empadronasen en el lugar de su origen. Después el viaje de retorno a Nazaret.

 

Más tarde, tu papá legal y tu mamá, María, se vieron forzados a huir a Egipto porque el Rey Herodes quería matarte. Ida y vuelta. Seguramente que en todos estos casos viajabais, como se acostumbraba entonces: sobre un borrico o un caballo. En estos viajes no se permitían las prisas. Había que tomarlo todo con paz y con paciencia.

 

Cuando te hiciste mayor y comenzaste a dar a conocer al mundo judío tu personalidad mesiánica y tus mensajes, tus milagros y tus fuertes diatribas, condenas y perdones, no estabas quieto en un sitio, en un pueblo o en una ciudad por mucho tiempo. Me parece que muchos de estos viajes los hiciste andando. No fuiste nunca solo, sino que te acompañaban los doce, un grupo de discípulos con algunas santas e inquietas mujeres.

 

Otras veces viajaste en barca, a través del lago. Me parece que te agradaba este paseo sobre el agua y te hemos visto calmar las olas, cuando el mar se ponía amenazante, inquieto y asustaba a tus seguidores.

 

Cuando hiciste tu entrada triunfal en Jerusalén, poco tiempo antes de que instituyeras la Eucaristía y fueras condenado a muerte, ibas sobre un borrico simpático y nuevo que todavía nadie había utilizado. Lo dice el Evangelista Mateo (Capítulo 21): “Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los olivos, entonces envió Jesús a dos discípulos, diciéndoles ´Id al pueblo que está al frente de vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella. Desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, diréis: el Señor los necesita, pero enseguida los devolverá`. Y así sucedió. Y añade Lucas (Capítulo 19) que sobre el pollino no había montado ningún hombre. Y así entraste triunfalmente en la Ciudad de Jerusalén, donde ibas a terminar tu vida terrena, como un delincuente, Tú que eres la personificación del Amor.

 

Todos estos viajes, aunque me parece que eran muy lentos y exigían mucho tiempo disponible, tenían una gran característica, que es la característica preciosa de “NO CONTAMINAR”. 

 

En nuestros tiempos en que todos se enorgullecen del progreso encontrado, a través de las investigaciones técnicas y científicas, los viajes son mucho más complicados, más rápidos y más peligrosos. Se puede viajar en barco, en coche, en autobús, en tren, en moto, en aviones rapidísimos que en pocos minutos te llevan a los destinos más alejados. Pero, en todos estos medios, hay una característica que no falta que es la contaminación en todos los sentidos: contaminación ambiental por la emisión de gases tóxicos, la contaminación acústica por el enorme ruido que hacen y además la contaminación personal porque el nerviosismo, los accidentes y las muertes son algo terrible. La muerte  parece esperar en las calles, en las carreteras, en los aeropuertos a muchas personas de nuestro entorno, a veces familiares y amigos. Cada día los medios de comunicación social nos dicen y nos hacen ver las consecuencias sangrientas, mortales de nuestros viajes.

 

Pero existen grupos de gentes que profesan una doctrina que podríamos calificar de obsesión ANTICONTAMINANTE.  A veces se llaman los VERDES.

 

Y estos que luchan contra los ruidos y contra los gases, proponen algunas soluciones muy sencillas.

 

Jesús ¿sabes qué cosa es una bicicleta? Pues es algo muy sencillo: un medio de trasporte con solo dos ruedas, y una fuente de energía que son las dos piernas del ciclista. Pero las bicis tienen una gran ventaja y es que no contaminan. No hacen ruidos, ni echan gases. Yo hasta he visto lugares donde se alquilan las bicicletas por un tiempo determinado. Con la gran característica de que cuesta poco dinero este alquiler.

 

A veces he contemplado manifestaciones de los amantes de las bicis. Llenan las calles y las plazas con sus aparatos de transporte, gritando a favor de un ambiente limpio, tranquilo, sin ruidos, que ayuda a la respiración de las personas y a su salud.  A mí me parece muy bien y creo que todos los hombres y mujeres sensatos deberíamos apoyar a estos promotores de lo sencillo, de lo limpio, de lo sano. Todos deberíamos estar dispuestos a aplaudir y apoyar estas ideas, estas exigencias de la sensatez humana, del equilibrio, de la salud colectiva.

 

Me parece, Jesús de Nazaret, que Tú también apoyas estas ideas. Lo mejor para viajar es caminar a pie, utilizar un borrico o una bici, que es algo parecido a un borrico, pero de metal. También los ciclistas han de procurar evitar los accidentes. Han de ir despacio por las calles de las ciudades, deben tener en cuenta los reglamentos de circulación, deben respetar las aceras para los peatones, etc…

 

Y, cuando sea necesario cruzar el mar, o llegar con rapidez, suplicar siempre para que todo funcione bien, y no se produzca ningún accidente.

 

Para terminar esta carta que se va haciendo muy larga, voy a transcribir aquí una poesía que me fue inspirada por tu entrada en Jerusalén sobre el famoso borrico. Se titula EL POLLINO Y PLATERO. Un día cuando yo meditaba lo esplendoroso de tu entrada en la ciudad santa, recordé que un poeta famoso  tiene una poesía en la que creó la figura de un pollino genial. La poesía se titula PLATERO Y YO. Y entonces me invadió la idea, una idea que solamente tiene valor en el difícil y complicado mundo de la poesía. Imaginé que el Pollino que Te llevó a ti y Platero eran hermanos. La poesía tiene dos partes. Te las envío con una carga de gran amor a Ti.

 

1. “Se acercaba el Nazareno / hacia el final de su vida./ Preparaba a sus Apóstoles / para la Cruz deicida. /// Y miraba a su ciudad / a la que tanto quería / por la que tanto lloró / asediada y destruida. /// Pero entonces quiso entrar / entre palmas y sonrisas / entre clamores y Hosannas / y las gentes le aplaudían. /// El no entraba como un Rey / para conquistar la villa. / Sentó sobre un POLLINO, / el mejor que conocía./// El sencillo animalito / con su madre, la borrica / le esperaba. Y respondió / VOY A SERVIR AL MESÍAS. / Y aquel POLLINO fue y es / el que da Paz y Alegría”.

 

 

 2.  “Yo he conocido a un borrico  / del que ha escrito un gran poeta. / Pollino peludo y suave / por dentro como una piedra. /// Éste se llama PLATERO, / al que le gustan las brevas. / Es un pollino muy manso / que sabe escuchar y piensa. /// ´Nos entendemos muy bien`, / lo decía el gran poeta. / ´Él me lleva a donde quiero`. / Y PLATERO trota y llega./// Y a mi me parece que / PLATERO del gran poeta / aprendió de aquel POLLINO / que Te llevó hasta la meta, / Aquel Gólgota y la Cruz, / SOL PARA TODA LA TIERRA”

 

No sé si te gusta, Jesús, esta poesía. En ella he puesto todo mi corazón, todo mi gran amor hacia Ti. Yo creo que Tú deseas que los hombres y las mujeres de este ajetreado mundo vivan felices y tranquilos. Y que todos nos respetemos. Que sepamos caminar por nuestras ciudades, por nuestras calles y plazas, con nuestras piernas y con nuestros pies. Que sepamos utilizar la bici, si la tenemos y somos jóvenes. Que, si nuestro destino está lejano y no podemos llegar a él ni andando, ni pedaleando, sepamos organizarnos de forma que no molestemos a los demás. Como Tú dijiste con toda claridad y sencillez: AMAOS UNOS A OTROS COMO YO OS HE AMADO. Y el primer paso del amor es no molestar.