Tus tesoros y los nuestros

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

Seguramente, Jesús de Nazaret, durante tu vida terrena has oído hablar y tal vez Tú también hablaste de la ciudadela de Monte Sión. Me parece que es un tesoro para todos los israelitas. Y naturalmente también para Ti.

 

Generalmente todos los seres humanos consideran que su patria chica, donde han nacido, y su patria grande, la Nación a la que pertenecen, son algo extraordinario. Perlas, diamantes, brillantes, todo lo que se puede comprar en las tiendas de Joyas en los tiempos actuales. También hay verdaderas oleadas que cruzan el planeta para ver y contemplar otros tesoros. Son las multitudes de los llamados Turistas, que se mueven por el universo, en aviones repletos, en barcos que son verdaderas ciudades flotantes y en trenes rápidos que parecen torpedos sobre rieles.

 

Como ves, Jesús, hay joyas, tesoros, perlas en todas partes. Tú hablaste también de tesoros y perlas. ¿Recuerdas aquellas breves parábolas en las que querías expresar el valor de la vida eterna, por la que hay que darlo todo, entregar toda la propia vida, todo lo  que tenemos y poseemos?. Vamos a recordar los que dijiste. Y vamos a ver lo que realizan tus Cristianos, los que deberían seguirte y aplicar tus enseñanzas.

 

LO QUE TÚ NOS ENSEÑASTE. En los libros del llamado Antiguo Testamento hay muchas referencias a los grandes Tesoros del Pueblo de Israel, de los grandes hombres de su Historia, especialmente de David y de Salomón. El primero acumuló grandes riquezas de oro y plata y otros para poder construir en el Monte Sión, el gran Templo dedicado a Yahwé, el único Dios Verdadero. Pero no fue él quien puso en marcha todo lo necesario para la construcción . Fue Salomón.  Este pacífico y sabio, gran pensador, tuvo esta misión especial, la de construir un hermoso Templo, que pasó a la historia. Era realmente un tesoro enorme, visitado por los judíos y por todos aquellos que llegaban a la bíblica ciudad de Jerusalén.

 

Pero Tú, Jesús de Nazaret, has hablado varias veces en tu vida magisterial de los grandes tesoros que se contienen en tus seguidores. La vida para el hombre y la mujer que nacen y viven, es un gran tesoro. Pero la vida cristiana es todavía más valiosa. Porque es un Tesoro que tiene un valor infinito.

 

Tú nos diste una gran enseñanza para aprovechar bien nuestra propia vida y no dilapidarla, o echarla a la basura. Nos dijiste a todos: “No os amontonéis TESOROS en la tierra donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. AMONTONAOS más bien TESOROS EN EL CIELO, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu TESORO, ALLÍ ESTARÁ TAMBIÉN TU CORAZÓN”.

 

Si todos siguiéramos esta hermosa y brillante, y hasta poética enseñanza tuya, nos encontraríamos con un gran tesoro que sería para una vida terrena muy feliz y una eternidad dichosa siempre con la seguridad de estar con Dios. Hemos de acumular lo que Dios, nuestro Padre, aprecia. No lo que es solamente tierra, no lo que vale aquí, y no allá.

 

Hemos de amar con todo nuestro corazón lo que verdaderamente vale. Y lo demás no nos debe importar demasiado.

 

Los hombres y los ciudadanos de este mundo quieren ser buenos comerciantes, buenos empresarios, enriquecerse, acumular dinero en los bancos, para traficar con él, y vivir mejor, más lujosamente en buenos palacios, dándose buenos placeres, en la comida, en los viajes, y en otros asuntos que Tú, Jesús, conoces. Quizá por ello nos dijiste a todos: “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. NO PODÉIS SERVIR A DIOS Y AL DINERO”.

 

LOS TESOROS DE LOS MUNDANOS. La realidad de cada día es diferente a lo que Tú querías que fuera. Tú nos has enseñado que hemos de dar el debido valor a todas las cosas, a la vida, a la existencia, a los latidos del corazón. Y lo que Tú aprecias es totalmente contrario a lo que los seres humanos quieren.

 

Los seres humanos piensan siempre en sí mismos. Piensan en sus familiares. Piensan en la salud. En el placer. Y muchísimas veces buscan los excesos. Y como medio universal para conseguir todo esto, aprecian el dinero: ganar mucho, ganar cada día, tener una buena cuenta corriente en algún Banco. Nosotros, impulsados por nuestros egoísmos, pensamos en lo que nos gusta, queremos lo que satisface nuestros deseos, a veces nuestras pasiones, y, en casos extremos, lo que satisface a nuestros más bajos instintos, como si fuéramos parecidos a unos animalitos. La Inteligencia en estos casos no existe, o, si existe, no se tiene en cuenta, como cuando el alcohol, bebido en cantidades enfermizas, no deja pensar en en el caso de los borrachos.

 

Tú has señalado varias  veces situaciones que deben ser superadas. ¿Hay algo más hermoso, más atractivo que nuestra propia familia: nuestra madre, nuestro padres, nuestros hermanos?. Pues Tú, Jesús nos has dicho que hemos de saber superar el intenso amor que concedemos a nuestros familiares más cercanos.

 

Estas son unas palabras tuyas: “El que quiere a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí. El que quiere a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí. Y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de Mí. El que encuentre SU VIDA LA PERDERÁ, y EL QUE PIERDA SU VIDA POR MÍ, LA ENCONTRARÁ”.

 

Jesús de Nazaret, podríamos resumir tus enseñanzas en unas pocas palabras diciendo: “Tenéis que abandonar vuestros Tesoros, para seguirme a Mí y realizar todo lo que os enseñe”.

 

NUESTRA ORACIÓN. Para terminar, Jesús, quisiera decirte muy humildemente, una oración que nos enseñó San Ignacio de Loyola, nuestro querido fundador de la Compañía que lleva tu nombre. Dice así:

 

“Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno. TODO ES VUESTRO, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro Amor y Gracia, que ésta me basta”.

 

Esta la oración la expresó San Ignacio en su Libro de los Ejercicios, y precisamente en el Primer Punto  de la que él llamó y llama “Contemplación para alcanzar amor”.

 

Procuraré acordarme siempre de Ti, Jesús, y Te diré muchas veces esta oración ignaciana. Quiero que lo único importante en mi vida seas Tú. Porque Tú eres mi Tesoro.