Tus relaciones con los fariseos

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

ALGUNOS FARISEOS SE ACERCARON A TI Y TE INVITARON. No siempre estuvisteis lejos Tú y los Fariseos. Algunos de ellos se Te acercaron, y llegaron a dialogar contigo, y no precisamente para discutir o tentarte. 

Algunos Te invitaron a comer en su casa. Bien es verdad que siempre se descubren unas cuantas razones encubiertas. Parece que deseaban conocerTe de cerca, observarte, como si fueran unos espías que querían espiarTe, para después aprovechar en contra de Tí, lo que ellos lograban saber en sus relaciones aparentemente amistosas contigo. 

Curiosamente, todos los Banquetes que organizaron en tu honor los Israelitas, fueron organizados por Fariseos Notables. Ellos eran los que estaban más preparados para invitarte, porque ocupaban un nivel superior en la escala social, y tenían medios económicos para estas cosas. Y Tú no Te negaste a entrar en sus casas, y almorzar juntos, aunque generalmente aparecieron las divergencias y las discusiones. 

Solamente leemos que un solo Publicano rico Te invitó, en un ambiente de fiesta colectiva con otros Publicanos. Y fue Mateo o Leví. Hemos leído también que Tú Te invitaste a Tí mismo para hospedarte en casa del pequeño Zaqueo de Jericó, el principal de los Publicanos de la Ciudad. Supongo que el hospedaje, muy alegremente concedido, incluiría también las comidas: Lo que llamamos "Pensión Completa". También sabemos que comiste en la Boda de caná y varias veces en el Hogar de los Hermanos de Betania: Lázaro, María y Marta.  

Los Fariseos que Te invitaron no tenían rectas intenciones de escucharTe y aprender. Querían observarte, y todos esos Banquetes terminaron en controversia y discusión.  

Una vez fue porque vino una mujer públicamente pecadora. Y Tú no la rechazaste (Lucas, Capítulo 7).  

Otra vez, porque Tú mismo tranquilamente habías pasado por la antesala de las abluciones, sin hacer caso de los jarros que estaban preparados allí, con el agua, para que todos pudieran realizar los lavatorios rituales. (Lucas, Capítulo 11).  

También porque, un Sábado, habías observado la presencia de un enfermo de hidropesía, y le curaste en este día Sagrado. (Lucas, Capítulo 14). Esto sucedió precisamente en la Casa de uno de los más importantes Fariseos de la ciudad. Tú mismo fuiste el que introdujo el tema de la disensión. Viste al Enfermo, y sin más, les preguntaste a los comensales, juristas y fariseos si era lícito curar en Sábado. No hubo respuesta. Porque se había creado tensión. "Entonces lo tomó, lo curó y lo despidió [al enfermo]". Y les propusiste una cuestión: "¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey en un pozo, en Sábado, y no lo saca al momento?". Añade Lucas: "No pudieron replicar a esto". Tú así les demostraste y nos has hecho patente tu Humanismo Integral por encima de cualquier Ley positiva, y la importancia excepcional que en tu Mensaje ocupa la Caridad y el Servicio al hermano.   

Siempre discusiones con los Fariseos. Tus Banquetes terminaron no a gritos, porque Tú nunca gritabas, ni a puñetazos, como terminan en nuestro tiempo tantas sesiones de los llamados Parlamentos Democráticos. Sino, sencillamente con las lecciones de un Maestro que, sin ningún miramiento a lo que pensaban sus enemigos que le espiaban, aprovechaba la ocasión para proclamar la Verdad de un Mensaje Libertador. Hemos de agradecer todos estos datos a Lucas, que es el Exclusivista de estos Temas de Comidas y Bebidas, que parecerían ser más propios de Restaurantes y de Personas que cuidan su alimentación. 

Cuando no ibas a comer con Fariseos, y aceptaste la invitación de un Publicano muy querido, como era Mateo el de los Impuestos, los Fariseos no perdieron la ocasión. Y Te censuraron. Y no se callaron, Lo cuenta Marcos, Capítulo 2: "Decían a los Discípulos: '¿Qué?. ¿Es que come con los Publicanos y Pecadores?'". Como ves, siempre encontraban algún subterfugio para acusarte.  

Pero estoy seguro de que Tú Te encontraste aquel día muy feliz y muy bien acogido por tu amigo Leví, y por sus compañeros de trabajo, tan despreciados por los Fariseos, y siempre considerados como los pecadores del pueblo. Ellos también experimentarían una profunda alegría al poder pasar unas horas agradables, a la mesa, comiendo algunas comidas especiales y seleccionadas, bebiendo buenos vinos, y charlando contigo, un Maestro tan simpático y comprensivo.

 

DE QUé ACUSASTE A LOS FARISEOS. Tú Te viste obligado a moverte con cuidado por las ciudades y pueblos. Porque sabías que no Te recibirían bien. Tú eras consciente de que tu modo de ser, abierto, sencillo, espontáneo, respetuoso con los demás aun con los más pecadores, iba a chocar necesariamente con el sistema farisaico de los dirigentes de Israel. No os ibais a entender. Tú lo sabías.  

Les acusaste de haber rechazado a Juan el Precursor. Tú alabaste ardientemente a Juan Bautista. Apoyaste su misión precursora. Lo señalaste como al más grande de los hombres nacidos de mujer. Lo admiraste por su temperamento sacrificado, austero, del desierto. Tanto le quisiste que Tú mismo, sin ser pecador, Te sometiste al Bautismo de Penitencia, representando en este momento, a toda la Humanidad Pecadora.  

Pero acusaste a los Fariseos de no haber escuchado y valorado suficientemente a Juan. Según Lucas, Capítulo 7, dijiste: "Todo el pueblo que le escuchó, incluso los publicanos, reconocieron la Justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo de Juan. Pero los Fariseos y los Legistas, al no dejarse bautizar por él, frustraron el plan de Dios sobre ellos". 

Comprendieron que tus Parábolas iban contra ellos. Les explicaste muchas Parábolas que querían explicar tu Venida, la Venida del Mesías Hijo de Dios, y las diferentes reacciones del Pueblo de Israel. Podríamos recordar varias. Pero hay una que resulta especialmente hiriente, y descubre los velos de la hipocresía, bajo los que se escondían los Fariseos. Es la Parábola de los Viñadores Homicidas, que exponen Mateo, en su Capítulo 21, Marcos en su Capítulo 12 y Lucas en su Capítulo 20.  

La versión de Mateo explica que un Propietario plantó una Viña. Y en ella Tú hablabas de Dios, nuestro Padre, del mundo, como gran viña de Dios, de los Profetas como Enviados de Dios, y de su propio Hijo que eres Tú, como último Remedio Salvador para la Humanidad. Los empleados que rechazan a todos los enviados, llegan a asesinar al Hijo, Heredero, sacándolo "fuera de la Viña y le mataron".  

Y Tú después de reflexionar juntamente con los oyentes, les dices esta frase amenazadora: "Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos".  

Y termina así el Evangelista Mateo: "Los Sumos Sacerdotes y los Fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que se estaba refiriendo a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque Le tenían por Profeta". 

Tú siempre estuviste alerta con los Fariseos. Y por esto, desde el principio, actuaste con cuidado. Lo nota Juan el Evangelista, cuando explica los primeros pasos de tu vida pública: "Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los Fariseos que El hacía más discípulos y bautizaba más que Juan -aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos- abandonó Judea y volvió a Galilea". Entonces fue cuando tuviste que pasar por Samaria y encontraste a aquella mujer samaritana con la cual tuviste un diálogo muy aleccionador. 

Si hubiera habido mujeres "Fariseas" se hubieran portado mejor contigo, aunque no todas. Porque también existen mujeres extremistas, fanáticas e integristas. Resulta curioso que siempre que se habla de Fariseos, se habla de Hombres. Nunca se dice en la Biblia que hubiera Mujeres "Fariseas". En nuestro tiempo, sin embargo, serían más fáciles de encontrar. Yo conozco a algunas que lo parecen. No sé si lo son realmente. Pero, por lo que dicen y no hacen, presentan todas las características de los Fariseos de tu Tiempo. 

Tú les acusaste de falta de santidad. En lo que se ha llamado "El Sermón de la Montaña (Mateo, Capítulo 5), Tú expusiste tus ideas sobre la santidad, el cumplimiento de la Ley, la Perfección que pides a los que Te siguen. Y aprovechaste la ocasión, para atacar las doctrinas de los Fariseos, cuando dijiste: "Os digo que, si vuestra Justicia no es mayor que la de los Escribas y Fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos". Y a continuación vas presentando aquellas antítesis entre lo que se dijo y lo que dices Tú. Es evidente que, entre "lo que se dijo anteriormente", Tú querías incluir lo que los Fariseos y los Legistas de tu propio tiempo, enseñaban. Tú les proponías, como clara antítesis libertadora, una nueva doctrina que se podría calificar de gran "Perfección Cristiana", que va mucho más allá, más arriba, que las antiguas prácticas farisaicas y tradicionales. 

Les llamaste ciegos que intentan guiar a otros ciegos . Con tus Doctrinas poco legalistas, poco formalistas, no ligadas a las tradiciones, llegaste a escandalizar a los Fariseos.  

Lo habían observado tus discípulos, y Te lo dijeron confidencialmente: "¿Sabes que los Fariseos se han escandalizado al oír tus palabras?". Y Tú les diste una respuesta adecuada, y nada halagadora para los escandalizados: "Toda planta que no haya plantado mi Padre Celestial será arrancada de raíz. Dejadlos: Son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo" (Mateo, capítulo 15). 

Previniste a tus discípulos para que no se dejaran contaminar por el Fariseismo. Habías tenido una dura confrontación con los Fariseos por los signos del cielo que Te pedían. Decidiste dejarlos y marcharte a la otra orilla del Lago. Entonces tus discípulos, siempre olvidadizos y además improvisadores natos de todo, se habían olvidado de comprar panes para las comidas de todos.  

Hablando de este descuido, Tú Te acordaste de los Fariseos con los que habías discutido, y Te vino la comparación, muy adaptada al momento que vivíais, de la Levadura del Pan. Tú has usado esta comparación para indicar la función de tu Iglesia y de tus Cristianos en la Sociedad.  

Pero esta vez la propusiste en otro sentido, un sentido peyorativo. Porque, en cierto sentido, la Levadura también puede ser considerada, como algo que comunica su perversión a la masa social. Si una Levadura es mala, o está pasada, o putrefacta, contaminará a la masa del pan. Y esto es lo que Tú dijiste de los Fariseos: Son Levadura corrompida que contaminan a los demás. Por esto dijiste a tus discípulos: "Abrid los ojos y guardaos de la Levadura de los Fariseos y Saduceos". Los discípulos distraídos no comprendieron enseguida, preocupados como estaban por los panes. Después de tu explicación, dice Mateo: "Entonces ellos entendieron que no había querido decir que se guardasen de la Levadura de los panes, sino de la Doctrina de los Fariseos y Saduceos". Lo explican Mateo, en su Capítulo 16. Marcos, Capítulo 8, pone en tu boca el rechazo de la "Levadura de Herodes", que sin duda es la exacerbación del poder político y del placer sexual y terreno. Tú no quieres todo esto para tus cristianos y tu Iglesia. En Lucas, Capítulo 12, defines claramente la Levadura de los Fariseos, y afirmas que es "La Hipocresía", el engaño, el fingimiento, la mentira. 

Nosotros estamos constantemente asediados por toda clase de ideologías y de doctrinas. Algunas son típicamente farisaicas. Otras se parecen más al laxismo de los Saduceos. Pero las más fuertes e influyentes son las ideologías materialistas y hedonistas que promueven el ideal de la vida placentera, lujuriosa y terrena. Otros buscan todo esto a través del Poder Social y Político. Todos se presentan siempre bajo el disfraz de la Hipocresía. Por desgracia, son millones los seres humanos contaminados. Y una vez han comenzado el proceso de putrefacción es muy difícil detenerse, frenar, volver atrás y regresar a la posición cristiana establecida por Tí. 

Les acusaste de amar las Riquezas. Una vez tuviste una larga diatriba contra los "Ricos", y muy especialmente contra los que aman las "Riquezas" de este mundo. Y esto no agradaba a los Ricos, como tampoco les gusta ahora. Siempre que he repetido sencillamente tus enseñanzas en este campo  de los Bienes Terrenos, me he encontrado con un muro, y hasta con unas actitudes despectivas y acusadoras, como si los que repetimos tus enseñanzas, fuéramos agitadores sociales, comunistas y otras cosas peores. 

Dice Lucas, Capítulo 16, lo siguiente: "Estaban oyendo todas estas cosas los Fariseos, que amaban las riquezas, y se burlaban de El. Y les dijo: 'Vosotros sois los que os la dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones. Porque lo que es estimable para los Hombres, es abominable ante Dios". Yo ahora por mi gusto, Te podría decir que me alegro de que estuvieran contra Tí los Fariseos que amaban las riquezas. Y hasta me ayuda el pensar y repetir que "se burlaban de Tí". Se burlan también de nosotros. De Tí seguramente no dirían que eras un maldito "Agitador de las Masas Obreras" o un "Revolucionario Comunista", porque no era el lenguaje de tu tiempo. Pero estoy seguro de que los Fariseos del Siglo XX y XXI, ya lo están diciendo. Te están acusando. Y si no lo hacen, es porque nadie les ha explicado tu verdadera Doctrina sobre este maldito Dinero. Parece un tema tabú, más tabú que tu doctrina sobre el sexo y el matrimonio indisoluble. Tus ministros no hablan de este tema, y cuando lo mencionan, lo exponen de una forma tan edulcorada, tan descafeinada, que no tiene nada que ver con tu estilo valiente, claro y contundente. 

Controversia sobre tu Divinidad. Una vez fuiste Tú mismo quien buscó con controversia con los Fariseos, al proponerles una cuestión sobre David y su Descendiente. Probablemente ellos la habían estudiado ya, pero dándole una salida inocua, que es lo que suelen hacer los investigadores cuando encuentran algo que no les conviene. Lo explican Mateo, Capítulo 22, Marcos, Capítulo 12 y Lucas, Capítulo 20. 

Mateo lo presenta todo así: "Estando reunidos los Fariseos, Jesús les propuso esta cuestión: '¿Qué pensáis acerca del Cristo?. ¿De quién es Hijo?'. Le dicen: 'De David'. Replicó: 'Pues, ¿cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor, cuando dice: Dijo el Señor a mi Señor. Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies?. Si, pues, David le llama Señor, ¿Cómo puede ser Hijo suyo?'. Nadie era capaz de contestarle nada. Y desde ese día ninguno se atrevió ya a hacerle más preguntas". Marcos añade que "la Muchedumbre le oía con agrado". 

Con este planteamiento ante los Fariseos y Doctores, Tú afirmabas varias cosas: 1. Que Tú eres Hijo de David. 2. Que David tenía conciencia de que un descendiente suyo sería el Ungido de Dios e iba a superarle en dignidad por su filiación divina. 3. Que Tú tenías conciencia de tu propia Divinidad. 4. Que Tú manifestabas tu Divinidad para que la reconocieran y aceptaran todos, también los maestros, los fariseos y los grandes de Israel.

 

La Parábola más contundente contra el Fariseismo. Hay una Parábola exclusiva de Lucas, Capítulo 18, que no puedo dejar de mencionar aquí, aunque también Te la mencioné en la Carta que Te escribí sobre la Oración, me parece. Pero es tan breve, tan hermosa, tan conocedora de los vericuetos del corazón humano, que me parece una gran Lección para todos. También para los Fariseos actuales. Para mí y para todos los demás. 

Es la Parábola del Fariseo Locuaz, Soberbio, Erguido, y del Publicano que se siente un humilde pecador, y no se atreve a levantar sus ojos que miran hacia el suelo. Habías observado que algunos se tenían por justos, se sentían seguros de sí mismos y por ello despreciaban a los demás: Tres rasgos para pintar al Fariseo de todos los tiempos. Estos tres rasgos describen la caricatura de millones de hombres y mujeres de ahora. No voy a repetir la Parábola. Solamente quisiera notar y subrayar que el Publicano salió del Templo, Justificado. Y, en cambio el Fariseo, tan elocuente, erguido, orgulloso, que se sentía superior a todos, especialmente superior a los Pecadores, salió del mismo Templo sin haber sido justificado, es decir, con todos los pecados a cuestas y algunos más.  

Jesucristo, Tú conoces las entrañas del ser humano, lo más íntimo. Lo afirmó Juan tu Evangelista: Sabías "qué es el Hombre, y lo que hay dentro de él". Todo lo que dijiste y comentaste en tu vida demuestra ese profundo conocimiento de la humanidad: de los que se consideran buenos, de los que somos mediocres, y de los que son malos, sin reconocerlo.