Tus comidas de trabajo

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

NUESTRAS COMIDAS. No creas que me guste tomar parte en los banquetes, ni siquiera en una comida normal de aquellas que organizan para un amigo unas personas queridas. Yo prefiero la comida tranquila, ligerita, sencilla, que no se lleve mucho tiempo y me pueda ayudar al mantenimiento de una vida sana, sin grandes problemas de digestiones largas y difíciles.  

Todos van diciendo por ahí: "Esto engorda, esto no es sano". Pero, a la hora de la verdad, les gusta zamparse unas buenas tajadas, bien condimentadas, con salsas picantes y sofisticadas, grasientas, o buenos mariscos, langostas, calamares y otros frutos acuáticos, con mayonesas y otros potingues gustosos. Todo sumergido en buenos caldos, vinos, cavas y licores. Para terminar con frutas variadas, dulces, tartas gigantescas, es decir azúcares, huevos, harinas y mantequillas bajo todos los colores y formas... Todo indigesto y pesado. Después, una larga resaca y todos adormilados. 

Estas comilonas no agradan a las gentes moderadas o algo enfermas. A muchos, y a mí concretamente, no nos gusta todo esto. Nos basta comer lo necesario para vivir, y cumplir así con tu precepto de respetar y conservar nuestra vida. 

Tú tenías que alimentarTe cada día, y tenías que preocuparTe por la comida de tus seguidores, especialmente de los doce, cuando pasaron a formar parte de tu grupo apostólico de forma constante y definitiva, dejándolo todo para servir a la Buena Nueva: redes, barcas, trabajos, negocios, oficinas, campos. Lo abandonaron todo. Se quedaron sin trabajo productivo. Sin salarios.

 

TRES TIPOS DE COMIDAS EN TU VIDA. Hubo en tu Vida Pública tres tipos de Comidas de las que se hace mención en los Evangelios: las primeras serían unas Comidas o Almuerzos normales, sencillos cuotidianos, en los cuales sin embargo sucede algo extraordinario y digno de ser recordado.  

El segundo grupo estaría formado por los Banquetes que suponían una Invitación especial de algun Personaje Importante, a tu Persona y a tus Discípulos más íntimos. Estas invitaciones serían en tu Vida lo que son actualmente los Banquetes Oficiales.  

Finalmente el tercer grupo es el de las Comidas que Tú mismo organizaste y que, por tanto, tienen un sentido Evangélico muy subrayado y pasan a formar parte de tu Legado a la Iglesia. 

Vamos a recordarlas. Porque los tres grupos nos enseñan algo. Y lo que nos enseñan no es precisamente cuál sea el mejor menú.

 

COMIDAS NORMALES CON ALGO EXTRA. Entre los primeros habría que recordar las comidas íntimas, familiares, que tuviste en la Casa de tus amigos y amigas de Betania, Marta, María y Lázaro, al que resucitaste de entre los muertos. Y otras en casa de amigos.

 

Tus comidas en Casa de tres Amigos. Cuando querías descansar un poco del ajetreo diario o de las discusiones con los Integristas, marchabas con tus discípulos hacia Betania, que no estaba lejos de Jerusalén, en busca de paz. Y allí la encontrabas. Marta siempre Te recibía, servicial como era, aunque nerviosa, y tenía preparados siempre algunos buenos bocados para Tí y tus Compañeros. María, más interior, más profunda, prefería escucharTe. Lázaro era un buen hombre que actuaría como señor de la casa. De él no se dice prácticamente nada. Sólo que Tú lo resucitaste. Se ve que sus hermanas tenían más autoridad en los asuntos de casa, como suele acontecer. Estos datos están en Lucas, Capítulo 10. 

En estas ocasiones más caseras, también sucedieron cosas extraordinarias. Por ejemplo, lo que Juan describe en su capítulo 12. Fué "seis días antes de la Pascua", tu última Pascua en este Mundo, aquella que Te llevaría a la Cruz. Las autoridades judías ya habían decidido tu muerte. Y buscaste refugio y tranquilidad en Betania, en casa de los tres hermanos queridos. Te ofrecieron una Cena. Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.  

La Cena se desarrollaba familiarmente, cuando María tuvo un gesto delicado de gran mujer enamorada. Tomó en sus finas manos "una libra de perfume de nardo puro, muy caro", y con este perfume ungió tus pies, y los iba secando con su larga y hermosa cabellera. "Y la casa se llenó del olor del perfume". Me parece que ya Te lo comenté en otra carta. 

Tú viste en aquel gesto tan amoroso una anticipación de lo que iba a suceder en tu sepultura. Pero Judas, el economista, el financiero, se fijó en el caro precio de aquel perfume. Aquello le pareció un despilfarro insoportable. El Valor del Perfume debía haberse usado para ayudar a los pobres. ¡Mentiroso, Hipócrita!. La verdad era otra. Juan lo califica de "Ladrón".

 

Un tal Simón llamado "El Leproso". Algo parecido aconteció en casa de un tal Simón, llamado "El Leproso", que también vivía en Betania. Se encuentran varias coincidencias con el relato anterior. Pero también difieren los dos en algunas especiales circunstancias. Por ello entre los comentaristas hay variados pareceres. Yo creo que este relato de lo que sucedió en casa de Simón "El Leproso" narra un hecho diferente del anterior, pero parecido, como nos sucede tantas veces en nuestras propias vidas. No todo es enteramente nuevo cada día. Las cosas, las situaciones se parecen, se repiten, aunque sean en verdad nuevas. 

Lo narran Mateo en su capítulo 26 y Marcos en su capítulo 14. Los dos coinciden en los pormenores, varios de los cuales son diferentes de los que aporta Juan, cuando narra lo que sucedió en casa de los tres hermanos. 

No se sabe exactamente quién es este Simón, ni por qué se le llama como mote "El Leproso". ¿Qué relación tenía contigo?. ¿Tal vez le habías curado?. No estabais cenando, sino se dice que "estabais a la mesa". Tú estabas "recostado a la mesa". No se dice el nombre de la mujer que Te ungió con el Perfume de Nardo. Además se dice que ella "quebró el frasco" y derramó el perfume sobre tu Cabeza, no sobre tus piés. Y se afirma que Tú dijiste: "dondequiera que se proclame esta Buena Nueva en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya". Así tenemos en la historia otra mujer famosa, cuyo nombre se desconoce. Los criticones son en este caso "algunos discípulos" que comentan el suceso entre sí.  

En cualquier caso aquella comida pasó a la historia. Fué una Comida sencilla, casera, pero relevante por la acción del Perfume amoroso de una mujer desconocida. Aquel Nardo, costoso, sigue llenando de aromas nuestras mentes y nuestras iglesias.

 

BANQUETES DE ACCIóN. Pero leyendo tus Cartas y tus Mensajes Evangélicos he observado que Tú estuviste presente en bastantes Comidas Extraordinarias, verdaderos Banquetes, que organizaron amigos tuyos, y otras veces tus enemigos para "espiarTe", es decir, para verTe de cerca, para crearTe dificultades con sus "tretas", "cuestiones" y "ambigüedades", para poner piedras en tu Camino y después poderTe acusar con más conocimiento de causa.

Estas Comidas a veces algo improvisadas podrían ser consideradas como lo que ahora se llama "Almuerzos de Trabajo". Se come, se bebe amigablemente y mientras tanto se dialoga, se plantean problemas y se sugieren soluciones. Así procuran acercarse los gobernantes unos a otros y con ellos, los Partidos y hasta las mismas naciones. En tu caso cada uno de los comensales invitados aprovechaba el tiempo de la Comida: Tú para presentarTe y presentar tus Enseñanzas. Los otros para agasajarTe, tentarTe y a veces desprestigiarTe. Tú y los otros aprovechabais una gran oportunidad, una oportunidad de esas que no se repiten.

 

NO PENSEMOS TANTO EN LA COMIDA. Los hombres y mujeres actuales no deberíamos pensar tanto en la comida y en la bebida. Nos debería bastar tomar cada día lo necesario para mantenernos vivos y sanos. Comer y beber lo que va bien a nuestro sistema digestivo. No comer sólo "lo que nos gusta" que a veces suele ser lo más dañino. Tomar lo suficiente y tal vez un poco menos para mantenerse en forma. Esto es sano, higiénico, "dietético" como se dice ahora.

 

Como nos enseñaste Tú. Tú nos has llamado a la paz interior y al desinterés por todo esto. Tú mismo dijiste según Lucas en el capítulo 12: "No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis... Porque la vida vale más que el alimento... Fijaos en los cuervos: ni siembran, ni consechan. No tienen bodega ni granero. Y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!. Por lo demás ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un codo a la medida de su vida?. Si, pues, no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por qué preocuparos de lo demás?... Así, pues, vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos. Que por todas estas cosas se afanan los gentiles del mundo. Y ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de ellas. Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura".  

Comer y beber "por añadidura", como obsequio, sencillo pero necesario, de nuestro Padre. La comida, el banquete frecuente, no debe convertirse en una obsesión.

 

Como dijo el Libro de la Sabiduría. Ya el último de los Libros del Antiguo Testamento que es el Libro de la Sabiduría en su capítulo 9 subraya la oposición entre Cuerpo y Espíritu, cuando se cuestiona: "¿Qué hombre podrá conocer la Voluntad de Dios?. ¿Quién hacerse idea de lo que el Señor quiere?. Los Pensamiemtos de los mortales son tímidos e inseguras nuestras ideas. Pues un Cuerpo corruptible agobia el Alma y esta Tienda de Tierra abruma el Espíritu fecundo en pensamientos".

 

Como enseñaba Pablo. Pablo de Tarso también insistió en el mismo Pensamiento y en la misma Experiencia, en su carta a los Gálatas, capítulo 5: "Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la Carne desea contra el Espíritu y el Espíritu contra la Carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisiérais". 

Y en su Carta a los Romanos, capítulo 7, da una visión todavía más violenta de esta lucha interior: "Realmente, mi proceder no lo comprendo.. Pues no obro lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco... Querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el hacerlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero". 

Nosotros, por tanto, hemos de dominar la carne para que venza en nosotros el Espíritu, iluminado, vigorizado por la acción de Dios. No hemos de cuidar demasiado nuestro Cuerpo, ni vivir pendientes de él y de sus exigencias materiales.

 

Tú tenías un alimento especial. Cuando tuvo lugar tu diálogo con la Samaritana, que reproduce Juan en su Capítulo 4, los amigos y discípulos habían ido a comprar comida. Pero, cuando ellos regresaron, Tú no Te mostraste especialmente inclinado a comer. Ellos te insitían: "Rabí, come". Pero Tú les dijiste: "Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis". Ellos comentaban unos con otros: "¿Le habrá traído alguien de comer?". Se quedarían desilusionados y deprimidos al ver el poco caso que Tú hacías a sus esfuerzos y a su caminata para poder comer. 

Y Tú entonces les diste una oportuna lección de Espiritualidad Cristiana, cuando les enseñaste: "Mi Alimento es hacer la Voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega?. Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega".

 

Fuiste acusado de comilón y borracho. No Te interesaban los banquetes como banquetes, para comer y beber, aunque Te acusaran de ello los Sabios Juristas y los Integristas Fariseos. Tú lo reconociste. Te comparaban con Juan el Bautista que vivió en el Desierto y "se alimentaba de langostas y miel silvestre". El no comía, ni bebía. En cambio, tus enemigos Te atacaban y afirmaban: "Tú, a comer y a beber". Tú sabías que no era así. Comías y Bebías lo que Te daban con tus discípulos y amigos. Pero no Te preocupaba este tema de lo que ibas a comer cada día. 

Tú mismo lo has observado, y lo has recogido en tus propias palabras, como dicen Mateo en su Capítulo 11 y Lucas en su Capítulo 7. 

Les molestaba que les acusaras a los "Maestros" de no saber sintonizar sus creencias y sus vidas con la Voluntad de Dios, y de adoptar siempre una actitud crítica, fuertemente crítica, contra los que transmitían sencillamente el Mensaje del Padre: los Profetas, Juan el Bautista y Tú mismo después. Pero también les hería que comieras con tanta frecuencia y desbordando simpatía, "en casa de los Publicanos y Pecadores", aunque también has comido con los Fariseos, varias veces. 

Lo refiere así Mateo: "¿Con quién compararé a esta generación?. Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros, diciendo: 'Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado. Os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado'. Porque vino Juan, que ni comía, ni bebía, y dicen: 'Demonio tiene'. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: 'Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de Publicanos y Pecadores".  

Les comparabas a los Niños Juguetones, que se encontraban jugando y ahora también se encuentran, en todas las plazas de las ciudades y pueblos del mundo, después de las horas de clase en los Colegios y Escuelas. Estos Juegos consistían en adivinar qué querían significar los gestos silenciosos, desorientadores de un grupo, para que el otro grupo reaccionara con alguna acción, con algunos gestos, adecuados. 

Los Judíos de aquella tu Generación nunca supieron reaccionar adecuadamente a los Gestos de Yahvé.

 

La Tentación de la Comida. Me parece que frecuentemente pasabais hambre Tú y los que Te seguían. Tuviste una larga experiencia de lo que significa no comer nada durante cuarenta días en el Desierto. Lo dicen tus Evangelistas: "Al fin sintió hambre". Lo afirma Mateo en su capítulo 4. Y el Enemigo Te tentó precisamente aprovechando tu difícil angustia por el hambre que sentías: "Dí que estas piedras se conviertan en panes". Y Tú lo despreciaste. "No sólo de pan vive el hombre...", le dijiste con energía y decisión. Todos nosotros hemos experimentado alguna vez estas tentaciones. Y sabemos que son vigorosas y difíciles de superar.

 

No Te quedaba tiempo para comer. Marcos, en su capítulo 6, afirma que en distintas ocasiones era tan intenso tu trabajo y estabas tan asediado por las multitudes, "no Te quedaba tiempo para comer". De hecho por lo menos una vez, en Sábado, los discípulos tenían hambre, y al pasar por unos campos, comieron de las espigas que florecían por allí. Y fueron criticados duramente por los eternos rivales del Integrismo. Porque lo hacían en Sábado.

 

Te preocupaste de la Comida de los demás. Varias veces Te preocupaste del Hambre de las gentes que Te seguían. Por esto realizaste las multiplicaciones de panes y peces. Tenían hambre las multitudes. Y Tú pensaste en ello. Los Apóstoles no sabían qué camino tomar, y prpousieron el más sencillo, el más inmediato: "Despídelos. Que se vaya cada uno a su casa, a comer por ahí". Pero Tú no quisiste. Les dijiste con un poco de malhumor: "Dadles vosotros de comer". Ellos lo tomarían a guasa, e hicieron números. Pero Tú seguiste adelante. Y entonces organizaste un improvisado banquete de día de campo, o, si quieres, una Comida propia de un día de excursión. Un menú a base da bocadillos de pescado. Unos bocata de pescado, diríamos ahora.

 

Nos ofreciste un nuevo alimento. Después de la multiplicación que también fue un Milagro de Solidaridad, las gentes, entusiasmadas, querían proclamarTe Rey. Y Te buscaban por todas partes. Porque las gentes sencillas siempre han pensado que no hay mejor gobernante que el que asegura unas buenas  y baratas comidas para sus súbditos. Te querían llevar al poder, a que fueras su Gobernante. Pero Tú desaparecías. Y se lo echabas en cara diciendo, según Juan en el capítulo 6: "En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os da el Hijo de Hombre, porque a éste es a quien el Padre Dios ha marcado con su sello". 

Tú les hablaste y nos hablas ahora de "un Alimento que permanece para la Vida Eterna". Y este Alimento eres Tú mismo que Te has definido como "Pan de la Vida".

 

Un alimento que nos transforma. Cuando nosotros tenemos este Ideal y lo intentamos practicar, sentimos que nuestras apetencias humanas quedan mitigadas, ordenadas, serenas, porque nuestra mirada y nuestra atención están abiertas hacia otras realidades, hacia todo aquello que Tú has resumido en "Hacer la Voluntad de Dios". Es un nuevo estilo de Vida lo que Tú nos propones. Es una Existencia que ya está respirando en el más allá. Es el Equilibrio. Es el Dominio de sí mismo y de las apetencias más terrenas y pasajeras.

 

FUISTE INVITADO VARIAS VECES Y ACEPTASTE SIN BUSCAR EXCUSAS Y PARA TRABAJAR. Sin embargo, la vida social tiene sus exigencias. Y Tú has vivido una intensa vida social. Por esto fuiste invitado a varios Banquetes. No pudiste ni quisiste buscar "excusas" para no ir, como seguramente Tú mismo pensaste y como probablemente Te sugerirían tus amigos, especialmente cuando los anfitriones Te eran hostiles. Aceptaste. Y aceptaste por respeto y caridad hacia los que Te invitaban, para comunicarnos a todos los cristianos, un mensaje de cercanía y de apertura hacia los que nos rodean, y para aprovechar unas magníficas ocasiones de trabajo apostólico. Excusarse puede ser bueno en invitaciones para banquetes y comidas de este mundo. Pero puede significar nuestro rechazo, si se trata del "Banquete del Reino de Dios".

 

LA PARáBOLA DE LOS QUE SE EXCUSAN. Eso de las "Excusas" me recuerda una Parábola tuya, muy poética y hermosa, aunque en algun momento me parece dura, en la que describes el Reino como un espléndido Banquete de Bodas al que son invitados judíos y gentiles. Pero con una condición: que todos vayan vestidos con el traje de etiqueta.  

La han expuesto Mateo y Lucas. Dice así Mateo, capítulo 22: "El Reino de los Cielos es semejante a un Rey que celebró el banquete de bodas de su Hijo. Y envió sus siervos a llamar a los invitados a la Boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos con este encargo: Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto. Venid a la Boda. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio, y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron.  

Entonces el Rey airado envió sus tropas, dió muerte a aquellos asesinos y prendió fuego a su ciudad. Después dijo a sus siervos: La Boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la Boda. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de Bodas se llenó de comensales. Entró entonces el Rey a ver a los comensales, y al advertir que había allí uno que no llevaba traje de Boda, le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de Boda?. Y él se quedó callado. Entonces el Rey dijo a los sirvientes: Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos".

 

TU BODA CON LA HUMANIDAD. Esta Fiesta de Bodas que tan bellamente describes evidentemente se refiere a tu Boda con la Humanidad. Tú Te has entregado a Ella con una especie de lazo sacramental, total, para siempre, y Ella es tuya de la misma forma. Y esta Realidad de tu Humanización es presentada con la Alegría de una Fiesta. Pero Israel, en su conjunto, rechazó tu Invitación. Y los Pueblos del Paganismo Te escucharon. Se vistieron de gracia y de buena voluntad, y formaron contigo la nueva Humanidad de los Hijos de Dios.

 

UNA CENA DE MENDIGOS. Lucas expone una Parábola semejante en su capítulo 14. Esta vez lo hace en un banquete, precisamente en día de Fiesta, Sábado. Estaban presentes el anfitrión y otros amigos y enemigos. Tal vez no sea la misma Parábola que la anterior, aunque las dos sean semejantes. Yo creo que Tú repetías tus enseñanzas aprovechando las ocasiones que se Te presentaban. Y por tanto cambiabas las palabras y los pormenores. Por ello, no pueden considerarse siempre verdaderamente paralelos, los lugares de los Evangelios en que se proponen ideas y frases en formas parecidas. 

Lucas explica que "Uno de los comensales le dijo: 'Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios'". Y entonces Tú le respondiste con esta agitada historieta de una cena: "Un hombre dió una gran cena y convidó a muchos. A la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: Venid, que ya está todo preparado. 

Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: 'He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me dispenses'. Y otro dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me dispenses'. Otro dijo: 'Me he casado, y por eso no puedo ir'. 

Regresó el siervo y se lo contó a su Señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: 'Sal enseguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos'. Dijo el siervo: 'Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio'. Dijo el Señor al siervo: 'Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena'".  

En ésta no se habla del traje de etiqueta porque no describe una Fiesta de Bodas. Pero sigue la valentía de tu Mensaje, que es en realidad una llamada de "Alerta" a los Israelitas que se sentían tan seguros y bien instalados sencillamente por pertenecer al Pueblo Elegido. Tú les demuestras tu Voluntad de Salvar a todos, "hasta que se llene tu Casa". Los que Te escuchaban estaban demasiado entretenidos y atados por las preocupaciones mundanas. La Salvación es un Don que se entrega a los verdaderamente Liberados de todas estas cosas tan pegajosas. Esta llamada va a bien para todos nosotros, y para todos aquellos que se creen salvados por pertenecer a una familia buena o a un pueblo mayoritariamente católico. Son muchísimas las "Excusas" que los hombres y las mujeres saben encontrar para no cumplir con las exigencias de tu Evangelio. Falta sinceridad.