Tu realeza y la de los reyes

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Sobre tu Realeza habría mucho que decir. No es todo tan claro. Y no solamente esto. También parece haber sido muy discutible, entre los Israelitas y todos nuestros pueblos, el tema de si conviene a los hombres tener Reyes o es preferible tener otras formas de Gobierno, para ser gobernados justamente. 

 

DISCUSIONES POLÍTICAS. A través de la historia y de los siglos han ido apareciendo movimientos, más o menos multitudinarios, a favor de las más diversas opiniones políticas. Ahora mismo, en nuestro mundo, existen todavía unas pocas monarquías, pero muy limitadas en sus poderes reales. En casi todos los países ha prevalecido la forma republicana, con Presidentes y Gobiernos que son elegidos, directa o indirectamente por los pueblos, para unos cuantos años. 

Además en el Pueblo de Israel la Monarquía fue discutida. Y en algunas ocasiones fue considerada como una intromisión excesiva de los hombres, frente al Poder de Dios, tu Padre. Israel es el más típico ejemplo de lo que se llama la Teocracia.

 

LA REALEZA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO. La Biblia evidentemente quiere recalcar que Dios es el Guía, el Conductor, del Pueblo que lleva su Nombre. También suele presentar la Realeza del Mesías prometido que es considerado el gran Libertador. 

Tal vez por eso aparecen en las páginas bíblicas varios momentos históricos en los que la Monarquía se presenta como algo inconveniente para el mismo Pueblo de Israel. Así se esparce la idea de que los Reyes son peligrosos para las libertades humanas y la vida social. Así se va sembrando desconfianza y prevenciones contra la Forma Monárquica de Gobierno. 

Esto aparece especialmente en dos situaciones, interesantes y hasta curiosas. Recuerdo algunos nombres: Abimélek y Jotán, Samuel y Saúl. 

1ª. Situación: Abimélek y Jotán. Abimélek era hermano de Jotán. Se habla de ellos en el Libro de Los Jueces. Abimélek tuvo la ambición de ser Rey de Siquem y gobernar en vez de los setenta hombres que formaban un gobierno colectivo. Y lo consiguió. Reunió a una turba de "hombres miserables y vagabundos", y ejecutó a sus setenta hermanos, "sobre una misma piedra". "Sólo escapó Jotán, el hijo menor, porque se escondió". Así los vecinos de Siquén proclamaron Rey a Abimélek, junto al terebinto de la estela que hay en Siquén. 

Pero su hermano menor estaba vivo. Y se oyó su voz, desde el Monte Garizim. Gritaba un hermoso y significativo Apólogo que se ha hecho famoso. Es en realidad una poesía, una ficción de los Árboles que quisieron tener un rey. 

El Olivo, la Higuera, la Vid renuncian a ser reyes de los Árboles, porque les parece que ser rey significa tener que renunciar a sus propios frutos "tan queridos por los dioses y los hombres", y el deber de contentarse con "vagar por encima de los árboles" ("mecerse sobre los árboles" -dice otra versión). 

Realmente el Olivo, la Higuera y la Vid tenían una flaca idea de lo que era ser rey. Es la idea que todavía ahora tienen muchos, los republicanos y los ácratas: según ellos, el Rey no sirve para nada. Sólo sabe mecerse en la hamaca, columpiarse, divertirse, jugar, manipular a los demás, "Vivir lujuriosamente". 

Pero la Zarza (Abimélek) aceptó. Y la zarza tiene muchas espinas. Una mala imagen de la Monarquía y de los Reyes. Este Apólogo de Jotán parece más bien una lección de Sociología Política resumida, o mejor aún, una sátira de algún Poeta Revolucionario.

2ª. Situación: Samuel y Saúl. Unos años más tarde el problema político se presentó con más fuerza en Israel. Los Pueblos que le rodeaban tenían Reyes, y los Israelitas los veían y consideraban como más fuertes en los combates. Hasta entonces Israel era gobernado por los llamados "Jueces". Y en este momento quiere cambiar de sistema: quiere la Monarquía. Todo esto se narra en el Libro Primero de Samuel. 

Samuel había sido una especie de monaguillo, residente en el Templo, que estaba a las órdenes del Sacerdote de guardia. Y así creció y después actuó como Profeta del Pueblo. Pero sus descendientes "no siguieron su camino: fueron atraídos por el lucro, aceptaron regalos y torcieron el Derecho".  Los ancianos entonces pidieron al viejo Samuel que les diera un Rey. A Samuel no le gustó nada esta petición. Consultó con Dios, y Dios le dijo: "Haz caso a todo lo que el Pueblo te dice. Porque no te han rechazado a tí, me han rechazado a Mí, para que no reine sobre ellos [...]. Pero les advertirás claramente y les enseñarás el fuero del Rey que va a reinar sobre ellos". 

Samuel reunió a los representantes del pueblo y les dio otra lección de Sociología Política, centrando su atención en lo que llamó el "Fuero del Rey". Les dijo para desanimarles: El Rey " tomará a vuestros hijos, y los destinará a sus carros y a sus caballos y tendrán que correr delante de su carro. Los empleará como Jefes de Mil y Jefes de Cincuenta. Les hará labrar sus campos, segar su cosecha, fabricar sus armas de guerra y los arreos de sus carros. Tomará vuestras hijas para Perfumistas, Cocineras y Panaderas. Tomará vuestros campos, vuestras viñas y vuestros mejores olivares y se los dará a sus servidores. Tomará el diezmo de vuestros cultivos y vuestras viñas para dárselo a sus eunucos y a sus servidores. Tomará vuestros criados y criadas y vuestros mejores bueyes y asnos y les hará trabajar para él. Sacará el diezmo de vuestros rebaños y vosotros mismos seréis sus esclavos. Ese día os lamentaréis a causa del Rey que os habéis elegido, pero entonces Yahvé no os responderá". 

Samuel en su descripción parece prever lo que serían las Dictaduras, y muy en concreto, las llamadas "Dictaduras del Proletariado", en las que el Estado se convirtió en Dueño y Señor de todo. Basta sustituir la palabra "Rey" por la palabra "Estado", y el alegato de Samuel queda actualizado para expresar los abusos de los Estados Comunistas que, gracias a Tí, han ido cayendo y desapareciendo en los últimos años. 

Pero el Pueblo de Israel no se deja convencer. Tiene otra idea más positiva de lo que el Rey puede ser: "Seremos como los demás pueblos. Nuestro Rey nos juzgará. Irá al frente de nosotros y combatirá nuestros combates. Israel está exigiendo un Rey. El pueblo sueña, como tantas veces ha sucedido en la Historia. Y Dios dice a Samuel: "Hazles caso, y dales un Rey". Es interesante subrayar que Dios se acomoda a la voluntad popular, como si quisiera comunicar la importancia de la Democracia y el respeto que se debe a la voluntad mayoritaria del pueblo. 

Así Saúl fue el primer Rey de Israel. Pero acabó mal. Dios "se arrepintió de haber dado la Realeza a Saúl, porque se ha apartado de Mí y no ha ejecutado mis órdenes". Esta frase llena de antropomorfismos indica lo que sucedió. Sin embargo, Saúl fue el primer anillo real de una larga historia monárquica: David, Salomón y otros le siguieron. En todos ellos, monarcas más o menos inteligentes, más o menos populares, se entrelazaron las glorias y las vergüenzas, las luces y las tinieblas. Como en todas las Monarquías y los Gobiernos del mundo y de los siglos. 

La Monarquía quedaba establecida en Israel y prosiguió la historia de un Pueblo difícil, acosado por los vecinos, religioso y rebelde al mismo tiempo. 

Yahvé es el Rey de Israel y el Mesías prometido se configura también como un Rey. Tu Padre es llamado Rey repetidas veces en los Libros del Antiguo Testamento. También el Mesías recibe este nombre, y se encuentran alabanzas de la figura real en algunos Libros Sapienciales. Los Salmos, con su propio estilo poético, proclaman la Grandeza de Rey, que ofrece el "Mesías", el "Cristo", el "Ungido" de Dios. 

En los Salmos. Hay un Salmo que es típicamente Mesiánico, aunque también se puede aplicar a los tiempos más cercanos al escritor, como todos los demás, que suelen mirar hacia el presente y el pasado, mientras prevén y profetizan el Futuro. Este es el Salmo que lleva el número 2.

 

               "¿Para qué las Naciones en revuelo

               y los Pueblos en murmullo inútil?.

               Se yerguen los Reyes de la Tierra,

               los Caudillos conspiran contra Yahvé y su Ungido.

               '¡Rompamos sus coyundas,

               sacudamos su yugo!'.

 

               El que sienta en los Cielos se sonríe,

               Yahvé se burla de ellos.

               Luego en su cólera les habla,

               en su furor los aterra:

               'Ya tengo Yo consagrado a mi Rey

               en Sión mi Monte Santo'.

               Voy a anunciar el Decreto de Yahvé:

               El me ha dicho: 'Tú eres mi Hijo.

               Yo Te he engendrado hoy.

               Pídeme, y Te daré en herencia las Naciones.

               en posesión, los confines de la Tierra'".

 

Este Salmo 2 se halla citado en la profunda y hermosa Carta a los Hebreos, que más que carta, parece ser una homilía o conferencia sobre tu Sacerdocio Eterno. Es de autor desconocido, aunque durante muchos siglos se atribuyó a tu Apóstol, Pablo de Tarso. Me gusta leerla. Y cuando en la Liturgia de la Eucaristía va apareciendo, he podido observar que impresiona grandemente a los que escuchan su explicación. Es un tratado sobre tu Personalidad Sacerdotal "según el Orden de Mequisedek". Curiosamente este Sacerdote del Pan y del Vino es también presentado en la Biblia como "Rey de Salem", Rey de la Paz. Por tanto además de Sacerdote del Altísimo era respetado como Rey, un Rey especial, pacífico y justo. Así se quiere indicar que tu Sacerdocio va unido a tu Realeza. Y viceversa: que tu Poder Real, tu Personalidad de Rey, están unidos indefectiblemente a tu Sacerdocio de Salvación. 

En los Libros Sapienciales. Los Libros Sapienciales ofrecen una visión generalmente positiva de la Figura de los Reyes. Por ejemplo, el Libro de los Proverbios dice: "Un Rey sentado en el Tribunal disipa con sus ojos todo mal". "Un Rey sabio aventa a los malos y vuelve su rueda contra ellos". "El Rey con la equidad mantiene el país. El hombre exactor le arruina". "Hay tres cosas de paso gallardo y cuatro de elegante marcha: el León, fuerte entre los animales, que ante nada retrocede; el Gallo, que se pasea ufano entre las gallinas; el Macho Cabrío que conduce el rebaño, y el Rey que arenga a su pueblo". 

No sé si les puede agradar demasiado a los Reyes que se les compare con el León, el Gallo o un Macho Cabrío. ¡Vaya Figura Real!. 

El Eclesiastés dice: "¡Ay de tí, Tierra, cuyo Rey es un chiquillo, y cuyos príncipes comen de mañana!. Dichosa Tú, Tierra, cuyo Rey es hidalgo y cuyos príncipes comen a la hora, por cobrar vigor y no por banquetear". 

El Libro de la Sabiduría: "La abundancia de sabios es la salvación del mundo. Y un Rey prudente, el bienestar de su pueblo".  

"Oid, pues, Reyes, y entended. Aprended, Jueces de los confines de la Tierra. Estad atentos los que gobernáis multitudes y estáis orgullosos de la muchedumbre de vuestros pueblos. Porque del Señor habéis recibido el poder, del Altísimo la Soberanía. El examinará vuestras obras y sondeará vuestras intenciones [...]. Porque un juicio implacable espera a los que están en lo alto. Al pequeño, por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán poderosamente castigados. Que el Señor de todos ante nadie retrocede. No hay grandeza que se le imponga. Al pequeño y al grande El mismo los hizo y de todos tiene igual cuidado, pero un examen severo aguarda a los que están en el poder". 

Esta Página del Libro de la Sabiduría es preciosa. Se debería publicar en todas las Constituciones del Mundo, en todas las Revistas y Diarios, en un recuadro especial, para que sea leída por todos aquellos que detentan el poder, Reyes, Gobernantes de todos los niveles, Dirigentes de dentro y fuera de la Iglesia: Todos somos iguales ante Dios. Y Dios cuida de todos. El poder proviene siempre de Dios, aunque, como han establecido los grandes Filósofos y Juristas Católicos, a través del pueblo. El Pueblo señala las personas concretas que reciben el poder de manos de Dios. 

El Libro del Eclesiástico añade: "El Rey sin instrucción arruinará a su pueblo. La ciudad se edifica sobre la prudencia de los dirigentes". "El que hoy es Rey fenecerá mañana". 

Los Profetas generalmente inducen al Pueblo de Israel a respetar y obedecer a los Reyes, como lo hacen los Libros de Esdras, el de Jeremías, el de Baruc y el Primero  de los Macabeos. 

 

LOS REYES Y EL NUEVO TESTAMENTO. También los Apóstoles del Nuevo Testamento sugieren esta obediencia a los Gobernantes de hecho, como Pablo en su Carta a los Romanos, cuando dice: "Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos, la condenación. En efecto, los magistrados no son de temer cuando se obra el bien, sino cuando se obra el mal. ¿Quieres no temer a la autoridad?. Obra el bien, y obtendrás de ella elogios, pues es para tí un servidor de Dios para el bien. Pero si obras el mal, teme. Pues no en vano lleva la espada. Pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el mal. Por tanto, es preciso someterse, no sólo por temor al castigo, sino también en conciencia. Por eso precisamente pagáis los impuestos, porque son funcionarios de Dios, ocupados asiduamente en ese oficio. Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos. A quien tributo, tributo. A quien respeto, respeto. A quien honor, honor". Y cuando da consejos a Tito, su amigo y obispo, le dice: "Amonéstales que vivan sumisos a los magistrados y a las autoridades, que les obedezcan y estén prontos para toda obra buena". 

Y tu Primer Papa, Pedro, subraya con fuerza, para los Cristianos: "Sed sumisos a causa del Señor, a toda institución humana: sea al Rey, como Soberano, sea a los Gobernantes, como enviados por él para castigo de los que obran el mal y alabanza de los que obran el bien. Pues ésta es la Voluntad de Dios: que obrando el bien, cerréis la boca a los ignorantes insensatos. Obrad como hombres Libres y no como quienes hacen de la libertad un pretexto para la maldad, sino como siervos de Dios. Honrad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios, honrad al Rey". 

Estas sugerencias indican que los Cristianos deben estar sujetos y obedecer respetuosamente aun a aquellos que los persiguen. Porque, cuando se escribieron aquellos consejos, ya habían comenzado las persecuciones. Tú habías prometido a tus seguidores que serían llevados "ante Reyes y Gobernadores", como Tú lo habías sido, y no Te fue bien con los Herodes y los Pilatos. 

Tú mismo se lo dijiste a Pilato, en el Pretorio, cuando el Romano se sentía nervioso y no sabía qué hacer contigo. Y Te habló de su poder político. Tú entonces le enseñaste: "No tendrías contra Mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba". Reconocías de este modo que el poder de Pilato provenía en última instancia del propio Dios.

 

Tú ERES PROCLAMADO REY. Esto es lo que ahora me interesa sobre todo: que Tú también has sido proclamado Rey.  

En el Nuevo Testamento varios Te han llamado Rey. Por ejemplo, los Magos al preguntar dónde habías nacido. 

Cuando tu Entrada Triunfal en Jerusalén, los Evangelistas Te aplican a Tí las Profecías que describen a un Rey que llega a Sión, "manso y montado en un asna y un pollino". Este es un momento en que parece como si tu Realeza fuese también algo triunfal, semejante a las Realezas Humanas. Las gentes Te aclaman. Tú vas sentado sobre un pollino que Te han prestado o Tú has pedido. Los que Te rodean Te aclaman como Mesías. Muchos llevan ramos de olivo y palmas, cubren el camino con sus mantos, y Te gritan el "Hosanna, Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor". Los cuatro evangelistas relatan este hecho. Así comenzabas tu Pasión. Porque estas aclamaciones populares son en realidad el pórtico de tu dura Semana Santa. Y estos mismos que espontáneamente Te aplaudían, unos pocos días después, siguiendo las indicaciones de sus Jefes, exigirían tu Crucifixión. Eras el hombre sencillo, popular. Eras aclamado como Rey, aunque Tú nunca Te habías presentado como tal. Y penetrabas así en la ciudad del tormento y de la gran injusticia.

 

NO TE PARECES A LOS OTROS REYES. Pero Tú, aclamado, con los mismos hechos demostrabas que la Realeza de aquel Mesías era una Realeza diferente, extraordinaria, más allá de todas las típicas realezas de los humanos que ocupaban el poder. 

No se parecían en nada a Tí los Emperadores de Roma que entraban en las grandes ciudades conquistadas por sus Legiones, con sus caballos y cuadrigas, en medio del clamor de las trompetas. Y regresaban después, a la Capital del Imperio para ser aclamados y coronados por los Senadores, los Pretores y los Ciudadanos Libres. 

No se ha parecido en nada a Tí aquel hombre, Mahoma, nacido en La Meca, en el año 570 y murió en Medina el 632. Muchos millones le llaman "El Profeta". Y este Profeta proclamó la "Guerra Santa" que todavía dura, para conquistar los países del mundo. Y así él cuando había encontrado oposición en su propia ciudad, regresó unos años después, al frente de sus ejércitos bien armados, para conquistar La Meca. Y la conquistó por la fuerza, convirtiéndola en la Ciudad más típica de la Religión Musulmana, junto con la de Medina. 

Ni se parecen en nada a Tí nuestros Reyes de Castilla y León, ni Rodrigo Díaz de Vivar, mejor conocido por el Cid Campeador que ganó batallas sobre su caballo aún después de muerto. Ni lo que realizaron aquella proeza llamada "La Reconquista de España" que duró ochocientos años, conquistando tierras a los invasores musulmanes, construyendo y ciudades amuralladas para que estuvieran seguras frente a los agresivos enemigos. 

Cuando todos ellos atacaban o sencillamente viajaban, o desfilaban por las callejas de los pueblos y ciudades, cabalgaban sobre briosos corceles, y se sentían fuertes e invencibles ante los demás.

 

UN REY SENCILLO. Tú, en cambio, entraste por una vieja Puerta de Jerusalén desde la carretera que pasaba cerca del Monte de los Olivos, después de estar en Betfagé y Betania. Ibas montado sobre un pollino, animal paciente que es presentado como la expresión de lo sencillo, de lo elemental, de lo pacífico. 

Ninguno de los que he citado anteriormente hubiese aceptado entrar así en una ciudad. 

Tú no eras un conquistador. Ni eras un Emperador. Eras y sigues siendo "El que viene en nombre del Señor", para comunicar "Paz en el Cielo y Gloria en las Alturas", como dice Lucas. 

Había que cumplir las Profecías de los Antiguos Profetas, especialmente las de Isaías en el Capítulo 62 y las de Zacarías en su Capítulo 9. Así se seguían las tradiciones pacifistas y alegres de los antiguos Príncipes de Israel.  

Tú mismo habías dicho que el "Reino de Dios no se manifestaría de una forma espectacular", porque "ya estaba dentro de los hombres" y "ya estaba dentro de la Sociedad", como escribió Lucas, tu Evangelista médico. 

Sin embargo, Tú Rey sencillo y profundamente humano, pudiste afirmar: "Tened Confianza. Yo he vencido al mundo". 

Te llama Rey Pilato cuando Te pregunta si lo eres de verdad, cuando Te presenta a la multitud y cuando ordena poner la inscripción de la causa de tu condena sobre la Cruz.  

También los Soldados Romanos, cuando Te insultan y Te provocan para que desciendas de la Cruz.  

Te llaman Rey en su cartas algunos de los Apóstoles y Juan en el Apocalipsis, cuando con ese estilo tan peculiar y difícil de este Libro Escatológico, Te vé como "Testigo Fiel y Veraz", "Montado sobre un Caballo Blanco", que "lleva escrito su nombre en su Manto y en su Muslo: Rey de Reyes y Señor de Señores". 

Todo esto quiere decir que Tú, como Hijo de Dios y como Cristo de Dios y Salvador de la Humanidad, eras y eres Rey.

 

TU IGLESIA Y TU REALEZA. En tu Iglesia siempre se ha mantenido esta idea de tu Realeza. Y los Artistas, aun los más espontáneos y más antiguos, Te han representado con algún símbolo real, como el Cetro en tus Manos o una Corona brillante sobre tu frente. 

Pero curiosamente la Fiesta de tu Realeza, no fué establecida hasta el Siglo XX. Exactamente fue el Papa Pio XI quien el 11 de Marzo de 1925 creó esta Fiesta para toda la Iglesia, 1900 años después de tu Presencia en este mundo. Es algo extraño. Algo que hace pensar. Además esta Fiesta se crea en un momento histórico en el que la Iglesia, y muy especialmente el Papado, se hallan en una situación deprimida, frente al mundo. En este momento se enseña que la Iglesia es una Sociedad Perfecta con un poder espiritual que está por encima de todo poder temporal de los Estados, y que Tú, Jesús de Nazaret, debes ser respetado y obedecido por todos los Reyes y los Parlamentos de la Tierra, es decir, por todos los Poderes. Pero también recuerdo que en el año 1925 el Vaticano no era un Estado Independiente, y que el Papa residía como un preso en su Palacio, sin salir de él. Todavía no se había encontrado la Solución del Tratado de Letrán del tiempo de Mussolini, lo que sucedió en 1929.

 

UNA REALEZA MUY ESPECIAL. Te proclamamos Rey. Pero tu Realeza es una Realeza muy especial, como Te comenté en otra Carta. Y sólamente ante Pilato que Te lo preguntaba, a solas, detenido ya, y a punto de ser condenado a muerte, reconociste claramente que Tú eres Rey, un Rey al servicio de la Verdad, al que siguen todos los que la buscan sinceramente. Le dijiste a Pilato: "Sí. Tú lo dices. Soy Rey, Para ésto he nacido Yo y para ésto he venido al mundo: para dar testimonio de la Verdad. Todo el que es de la Verdad, escucha mi Voz". Entonces tuviste que oir la duda de aquel Romano escéptico y frío: "¿Qué es la verdad?". Y se fue para presentarse ante el pueblo. Y Tú no le dijiste ya nada más. Después comenzaron a azotarTe. Vino sobre Tí una cascada de sufrimientos. Lo sabemos. Y Te crucificaron. 

Y una de las causas por la que los dirigentes del pueblo y la aborregada multitud exigieron tu crucifixión, fue precisamente ésta: que Te presentabas como Rey. Y esto era una gran mentira, una calumnia. Tú nunca Te proclamaste Rey. Y nunca habías aceptado ser aclamado como Rey. Siempre que lo intentaron, desapareciste silenciosamente. No querías dar la figura de un Rey Político. No quisiste ninguna confusión. Cuando les diste de comer en el desierto, querían aclamarTe por Rey. Y Tú Te fuiste, porque no quisiste engañarlos con falsas esperanzas, y procuraste que desaparecieran sus ilusiones terrenas, políticas, de un Mesías Rey, Libertador de las Fuerzas ocupantes y Restaurador de la Soberanía Nacional. 

Cuando Pilato Te presentó ante el pueblo, habías sido azotado, coronado de espinas, abofeteado y recubierto con un trapo rojo como manto real. Entonces el Procurador exclamó con sarcasmo: "Aquí tenéis al Hombre". Pilato Te quería librar de la muerte. Pero los dirigentes y el pueblo gritaron fuerte: "Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se hace Rey se enfrenta al César". Todos sabemos que estas palabras contienen una calumnia evidente, una mentira podrida. Querían jugar con los sentimientos y las responsabilidades de Pilato, el representante del Emperador. 

Más tarde Pilato les gritó: "Aquí tenéis a vuestro Rey". Y ellos decían: "Fuera. Fuera. Crucifícale". Y Pilato: "¿A vuestro Rey voy a crucificar?". Y "replicaron los Sumos Sacerdotes: No tenemos más Rey que al César". 

Es terrible escuchar esto. Lo gritaban unos Nacionalistas Radicales, como enloquecidos, solamente para llevarTe a la Cruz. Mentían a Pilato, Se mentían a sí mismos, a la historia. "Entonces se lo entregó para que fuera crucificado". Esta es una escena llena de dramatismo. Es una escena que ha hecho llorar a muchos de los que Te aman. Este diálogo entre tu Personalidad Divina grandiosa, y el político Pilato, entre Pilato y el Pueblo con sus dirigentes religiosos, está repleto de sangre, de espadas y lanzas, de odios y mentiras. 

Así es tu Realeza. Tú eres Rey de esta única forma.

 

SOMBRAS Y LUCES EN LAS REALEZAS. No Te pareces en nada a los Reyes de la Tierra que muchas veces han llegado a serlo, después de largas y sangrientas historias de guerras, venganzas, persecuciones, asesinatos de unos contra otros, de unas familias contra otras familias. Basta repasar las páginas de la Historia. Basta visitar los calabozos y los palacios. Basta ir a la Torre de Londres sobre el Támesis. Las dinastías han aparecido y han crecido en unas tierras regadas con sangre humana. No puedo recordar ahora todo lo que sucedió en tantas y tan diferentes naciones. También en la Católica España. 

Es verdad que han existido también Nobles, Reyes y Reinas que han sido Buenas, Personas y hasta Beatos y Santos, reconocidos y canonizados por le Iglesia. Ahora se me ocurren algunos nombres que son una gloria para sus países y para todos los cristianos:

Amadeo de Saboya, Los Siete Fundadores Servitas y entre ellos, Alejo de Florencia que es el más conocido, Brígida de Suecia, Catalina de Suecia, Gúdula Patrona de Bruselas, Jordán de Sajonia, Francisco de Borja Duque de Gandía y Marqués de Lombay, Juana de Francia, Luisa de Marillac, Casilda de Toledo, Emilia de Vialar, Luis Gonzaga, Fernando III de Castilla y León, Germán de Constantinopla, Juana de Lestonnac, Margarita de Escocia, Enrique el Emperador, Esteban Rey de Hungría, Wilibrordo, Odón de Cluny, Isabel de Hungría, José Pignatelli y Estanislao de Kostka. Y sin duda muchos otros y otras que se escapan de las memorias, o que no han pasado a los Catálogos de la Iglesia. 

Hablando de los Ricos, Tú dijiste a los Apóstoles que "Para Dios nada es imposible", y que, por tanto, también los Ricos pueden salvarse con un milagro de tu Padre. Y la prueba de que Dios ha hecho este milagro está ahí, en esta lista tan numerosa de Beatos y Santos reconocidos oficialmente por tu Iglesia. 

A pesar de todas las prevenciones contrarias a la Monarquía como Sistema Político, han existido Reyes, Reinas y Nobles que han sabido cumplir con sus pesados deberes con la ayuda de tu Padre.

Y éste es un buen ejemplo, un ejemplo extraordinario, para todos aquellos que somos hombres y mujeres de la base, del nivel más inferior en la escala social. 

A mí personalmente no me importa, no me aturde, estar ahí en el primer peldaño de esa escalera humana. Allá arriba, muy lejos,  están los que han escalado altas y difíciles posiciones. A veces hasta son aclamados. Tienen poder. También son criticados más que los demás, los de abajo. Lo que me importa es estar cerca de Tí. Y aunque Tú eres Rey, cuando vas montado, avanzas sobre un pollino que suele ser más asequible que los caballos inquietos, nerviosos, briosos y erguidos. Yo voy andando, al paso lento del manso pollino. Todos Te aclamamos. Tú sonríes.  

Y agitamos los ramos de Olivo en nuestras manos de pobres. Y gritamos el "Hosanna" con nuestras voces cascadas, sin micros.