Tú nos has dado la vida

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

TU VICTORIA SOBRE LA MUERTE. Este tu Pan que da la Vida, la da de veras. Es una Vida para la Eternidad. Y es por ello que tu Mensaje está lleno de Eternidad. 

Tú, durante tu Vida Mortal, devolviste la vida a varios muertos. Y todos los recordamos. Fueron el Hijo de la Viuda de Naím, la Hija de Jairo que era Jefe de la Sinagoga, y Lázaro, tu amigo y hermano de María y de Marta.  

Con estas acciones de tu poder Sobrenatural, Divino, querías transmitir a los presentes y a los futuros seguidores que Tú eras y eres "La Resurrección y la Vida". 

Tú además aseguraste varias veces, cuando anunciabas tu Pasión y tu Muerte violenta, al tercer día volverías a la Vida. Diste poder a tus Apóstoles para que resucitaran a los muertos, y de hecho algunos de ellos, lo hicieron después, como Pedro y Pablo. 

Después de tu Muerte, este fue el gran Mensaje que transmitieron los Angeles, María, las Mujeres, Pedro, los Once, los dos Discípulos de Emaús, "más de quinientos hermanos, de los cuales todavía la mayor parte viven", Pablo que Te escuchó directamente, cuando Tú Te sentías perseguido en los cristianos que él detenía y encarcelaba, por orden de los Sumos Sacerdotes.  

Ellos Te habían visto. Y eran Testigos de que "estabas vivo". Y lo comunicaban en sus difíciles predicaciones de la Iglesia que nacía, ante las multitudes que escuchaban y se conmovían. Y éste fue el eje fundamental de su Acción Apostólica. Porque afirmaban que también nosotros, los que tenemos Fe, "hemos resucitado con Cristo". Y por tanto, poseemos ya en nosotros una Vida que "no puede morir", como Tú enseñaste tantas veces: "El que come mi Carne y bebe mi Sangre, vivirá para siempre". 

Hay que leer, bajo esta luz, "Los Hechos de los Apóstoles" y varias profundas Cartas de Pablo, especialmente la Primera a los Corintios, en su Capítulo 15. Los Atenienses de Areópago no quisieron escuchar a Pablo, cuando les hablaba del "Dios desconocido", y de un Hombre que había resucitado. Pero Pablo no se descorazonó. Y siguió sus rutas apostólicas.

 

LA VISIÓN DE EZEQUIEL: HUESOS QUE VUELVEN A LA VIDA. El día de tu Resurrección la historia de la Humanidad cambió totalmente. Lo que era un Cementerio se convirtió en un Paraíso de Seres Eternos. Algo así como lo que había sucedido en aquella visión fantástica que había recibido el Profeta Ezequiel. 

Este profeta cuenta ésto, en su Capítulo 37: "La mano de Yahvé fue sobre mí y, por su espíritu, Yahvé me sacó y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos. Me hizo pasar por entre ellos en todas las direcciones. Los huesos eran muy numerosos por el suelo de la vega. Y estaban completamente secos. Me dijo: 'Hijo de Hombre ¿podrán vivir estos huesos?'. Yo dije: 'Señor Yahvé, Tú lo sabes'. Entonces me dijo: 'Profetiza sobre estos huesos. Les dirás: Huesos Secos, escuchad la Palbra de Yahvé. Así dice el Señor Uahvé a estos huesos: Hé aquí que yo voy a hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis. Os cubriré de nervios. Haré crecer sobre vosotros la carne. Os cubriré de piel. Os infundiré espíritu y viviréis. Y sabréis que Yo soy Yahvé'". 

Entonces el Profeta Ezequiel, por orden de Dios, profetiza sobre los huesos. Y se produce un "ruido", "hubo un estremecimiento". Y los huesos se juntaron. Y creció la carne sobre ellos. Y después el Profeta llamó al espíritu. Y aquellos cuerpos volvieron a la vida. 

Y termina así Ezequiel el Mensaje de Yahvé: "Hijo de Hombre, estos huesos son toda la Casa de Israel [...]. Hé aquí que yo abro vuestras tumbas. Os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahvé cuando abra vuestras tumbas, y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis. Os estableceré en vuestro suelo. Y sabréis que Yo, Yahvé, lo digo y lo hago. Oráculo de Yahvé". 

Con esta visión, el Profeta anunciaba la Resurrección del Pueblo de Israel, después del Destierro de Babilonia. Pero también preveía y dibujaba la realidad vital del Mesías, Salvador que llegaría, y orientaba definitivamente la atención de los israelitas y de los hombres hacia una Resurrección definitiva: la Vida Eterna, que Tú nos has conquistado con tu Muerte y con tu Victoria sobre toda muerte.

 

TU PRESENCIA EN EL UNIVERSO. No sé qué decirte más, Jesús de Nazaret. Ahora miro, a través de mi ventana, el mundo que me rodea, el universo en el que no soy más que un polvillo de arena. Veo las torres de varias iglesias. Contemplo la mole erguida, vertical, espiritualizada, de una hermosa Catedral Gótica, que lleva ahí, de pie, siete siglos, setecientos años. Y pienso que esos Templos son tus Casas embrujadas, silenciosas y al mismo tiempo reales y trepitantes con los latidos de tu Amor. 

Pero, al mismo tiempo, mi fantasía, mi memoria  me arrastran en sus alas, volando, sobre los espacios y los tiempos, y yo recuerdo hermosas experiencias de mi vida de viajero, y siempre Te encuentro, callado y activo, a Tí.  

Llego a Roma: San Pedro, San Pablo, Santa María del Trastevere, Gesù, San Giovanni a Porta Latina, Catacumbas, San Calixto, y tantas otras Basílicas e Iglesias, creadas por grandes artistas, y en todas ellas, Te veo, silencioso y mensajero, Salvador y Pan de Vida. Estás allí.  

En los grandes templos y en las pequeñas capillitas, recoletas, escondidas, que a veces tienen forma de chozas.  

Y viajo por el mundo, volando con mi imaginación y mis recuerdos, y llego a Milán y a Nápoles, Londres, París, Dakar. Y cruzo los inmensos Océanos, y allí, en las inmensas ciudades de América, en los Altiplanos de los Andes, y en las aldeas de los Indios, Te encuentro, como humilde hermano de todos, comunicando y realizando tu Misión Salvadora de Dar La Vida.  

Estás por todas partes. Y es que el Universo entero es como tu pequeña Casa donde está tu familia, iluminada siempre y siempre gozosa por tu Real Presencia.

 

HAY OTROS QUE MATAN. También quiero decirte que ese Mensaje tuyo acerca de la Vida que das y que Te hace Pan, me lleva irremisiblemente a pensar en tantos dirigentes, políticos, delincuentes, terroristas, cuya misión parece sembrar el mundo de muerte. Y colocar en las mesas de las sencillas casas de tantas personas tranquilas el Veneno Mortal que las destruirá.  

Ellos son los creadores del pan putrefacto, del pan que intoxica y mata. Son muchos en nuestro tiempo. Y han sido muchos en la historia. Han tenido diferentes nombres: Bandidos, Salteadores, Asesinos, Dictadores represivos, Terroristas, Ejércitos ocupantes, Racistas, Xenófobos, etc... 

Quisieron matarte a Tí. Y lo lograron. Pero Tú resucitaste. Te clavaron en una Cruz. Pero, unos días después, estabas vivo.  

Esos caudillos de la muerte que van sembrando de cadáveres nuestras calles y nuestros campos, saben que desaparecerán algunos destrozados, pero los demás quedarán aterrorizados. Y con esto disfrutan y cobran. Porque así, a través del terror, van construyendo su patria, su independencia, su soberanía, sus ideas políticas, sus seguridades, su supervivencia. Son como los demonios, encarnación del mal, que se sienten dichosos cuando pueden comer carne humana. No hace falta creer en los demonios. Nosotros los podemos ver casi cada día.

 

SERVIR A LA VIDA. Danos la Vida. Que sepamos servir siempre a la vida. Y concédenos la infinita alegría de vivir contigo aquí y en el más allá. Comencé a escribir esta carta, mientras en muchos ciudades y pueblos de España y del mundo estaban desfilando lentas procesiones que llevaban tu Eucaristía por las calles. Te cantaban. Los cirios encendidos temblaban en las manos de los cristianos. Y, así lo espero, todos Te decían: Te quiero. ¿Qué Te parecen a Tí las procesiones?.

 

SERÉ TRIGO LIMPIO. Ha aparecido en mi vida la figura inquieta de un gran Santo, muy cercano a Tí y a tu tiempo, que murió mártir, fue Obispo y se llamó Ignacio. Ignacio de Antioquia. 

Cuando yo estudiaba Teología en Barcelona, ya me impresionó mucho esa Personalidad tan profundamente cristiana. Además porque tiene unas aleccionadoras cartas a diferentes comunidades de su tiempo, conocemos lo que pensaba y lo que significabas Tú para él y para la Iglesia. 

Fíjate. Vivió durante los años de la segunda mitad del siglo Primero, y murió en el año 107, en tiempos del Emperador Trajano. Fue el segundo sucesor de Pedro en el Obispado de Antioquía. Por tanto, como vés, pudo estar muy cerca de algunos de los que Te conocieron personalmente.  

Fue llevado a Roma por los que lo detuvieron. Y El y algunos de sus discípulos pensaban que sería condenado a morir devorado por las Fieras. Durante su viaje a Roma, escribió siete Cartas a diferentes grupos de cristianos. 

En una de estas Cartas, la dirigida a los Romano, dice unas frases muy hermosas en las que utiliza el simbolismo del Pan, con una gran visión teológica y espiritual. Quería decir que no tenía miedo de Morir devorado. Estaba pidiendo a sus amigos que no impidieran su muerte así. Y les propone unas razones, que me impresionan. 

"Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy Trigo de Dios, y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser Pan limpio de Cristo. Rogad por mí a Cristo, para que, por medio de esos instrumentos, llegue a ser una víctima para Dios". 

Y más tarde en la misma carta, añade: "Lo que deseo es el Pan de Dios, que es la Carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la Bebida de su Sangre, que es la Caridad incorruptible". 

La Vida y la Muerte Violenta de Ignacio de Antioquía resume la hermosa complejidad de la Vida y de la Muerte del Cristiano, que lo sea de verdad. 

Vivir unido a Tí, Cristo, como Pan de Vida, en la Comunión de la Eucaristía. Así nos vamos transformando en Tí, sin caer en la cuenta de ello. Y, al mismo tiempo, entregándoTe nuestra existencia y nuestra muerte, nos convertimos nosotros mismos en Trigo de Cristo, tu Trigo, y ser así, molidos por el sufrimiento, Pan Limpio para Tí, Jesús de Nazaret. Se produce de este modo un exquisito y profundo intercambio. Tú eres Pan para nosotros. Y nosotros, transformados por Tí, nos vamos convirtiendo en Limpio Pan para Tí. 

¡Qué realidades vivimos los cristianos!. Comprendo que muchos no las puedan aceptar. Ni siquiera vislumbrar. Son demasiado grandes. Demasiado hermosas. Pero son Parte de la Verdad que Tú nos comunicaste. Yo quisiera vivir esta Verdad, que me introduce dulcemente en ese caudal luminoso de la Vida que no se pierde, porque se ha convertido en algo consubstancial. Esta Vida no se puede perder. Porque eres Tú en nosotros, Hijo de Dios, Hijo del Hombre, Resurrección y Vida. No podemos separarnos. No quiero separarme de Tí. Nunca. Quisiera decírselo a todos los hombres y a todas las mujeres del Universo. Estamos con el Resucitado. Comed el Pan de la Vida.