Tu escala de valores

Autor: Ramón Aguiló SJ

   

Algunas veces tu lenguaje de comunicador divino suena vigoroso, fuerte, sin ambigüedades, sin formas dulzonas. Lo malo es que después los comentaristas se dedican a “matizar” lo que Tú nos dices. Y entonces sucede que tus enseñanzas, tus mensajes, pierden vigor, y lo que era una utopía, un ideal, una meta maravillosa, atractiva, transformadora y hasta subversiva queda convertido en un suave y casi inexpresivo consejo espiritual. 

Yo no quisiera matizar tus palabras exigentes, generosas, que buscan empujar hacia arriba a una humanidad decaída, inválida, materializada, de mirada bizca y cegatona, una humanidad que está sumergida, ahogada, por la materia, por la carne, por la temporalidad y el egoísmo. 

LOS VALORES Y LOS ANTI-VALORES. Tú has enseñado a los que iban a escucharte y ahora repites a los millones y millones del hombres y mujeres de todas las naciones y de todas las lenguas y razas, la escala de los valores tal como Tú la concibes. Y pones en la cima, en la cumbre de todo lo bueno la pobreza. Y Tú llamas y gritas “Dichosos”, “Bienaventurados”, a los Pobres. Y rechazas a los que se empeñan y trabajan por ser Ricos y se glorían porque lo son, y les sugieres unos “Ayes” que brotan de tus labios serenos. Es la contraposición. Es la exposición del Valor y del Anti-valor. Es el ideal que hemos de esforzarnos por conquistar y realizar en los días de nuestra vida, y el escollo o abismo que a toda costa hemos de evitar para no hundirnos en un humanismo anticristiano. Hay que leer a Mateo, capítulo 5 y a Lucas, Capítulo 6. 

También te refieres después a “los que pasan hambre”, y a “los que lloran porque sufren”, y a “los que son rechazados, marginados, pisoteados por los demás”. Y todos nosotros sabemos quiénes son éstos, porque los vemos cada día en nuestras calles y en todos los medios de comunicación. Los comentaristas a veces “endulzan” tus mensajes, como hacían nuestras madres, cuando querían hacernos tomar una medicina amarga, desagradable. Tú nos hablan con claridad. Lo que Tú dices sencillamente es así. 

LO QUE VEMOS AHORA. Nosotros vemos cada día a gentes que manejan millones de millones de euros, dólares, libras esterlinas, yenes, etc., etc. Y vemos a personas educadas, hasta buenas, que imaginan, comen y beben comidas y bebidas exquisitas a su voluntad. Y esta realidad se manifiesta en su propio cuerpo que irradia voluminosidad. Tú, Jesús, sabes que esto es así. Lo era en tu tiempo, y lo sigue siendo ahora.  

Nuestro mundo es un mundo que parece no pensar más que en el dinero, en el capital, en los intereses, en las bolsas comerciales, en la subida y bajada de las acciones, de las monedas... Las gentes normales, sencillas, no entienden este lenguaje que podríamos llamar técnico-bursátil-empresarial-banquero. 

A tus seguidores el lenguaje y las actitudes de este mundo que busca las riquezas materiales y contables, les parece un lenguaje anticristiano, porque no se encuentra en ninguna página del Nuevo Testamento, porque no lo utilizaste jamás Tú, que dijiste siempre la Verdad.  

EXIGENCIAS DE AUSTERIDAD PARA TODOS. Es verdad que Tú eres humano, muy humano, y que tu actitud magisterial es la actitud generosa de un maestro que comprende perfectamente a los que le escuchan y le siguen. Pero también estoy convencido de que Tú nos exiges a todos los que te queremos y queremos vivir tu mensaje, una dosis importante de austeridad, de dominio de nosotros mismos y de nuestras pasiones y ambiciones, de esa “Sobrenaturalidad” que a veces puede parecer casi inhumana. Porque Tú no nos propones un ideal para que parezcamos equilibrados, ni siquiera racionales. Nos pides más. Y esto es lo que nosotros quisiéramos ofrecerte.  

No habría muchos ricos e influyentes entre tus discípulos y tus oyentes. Seguramente aquella masa de obreros, campesinos y pescadores que escuchaba todas estas cosas dichas “con autoridad”, se sentís feliz. Y probablemente algunos de ellos, calificados de “celotes” estaban pensando que todo aquello que Tú proclamabas era el anuncio de una nueva época histórica del pueblo de Israel sin la presencia de los militares del rico imperio dominante. 

Tu pensamiento iba más allá. No se quedaba en los tiempos de tu presencia en los caminos del Pueblo de Dios. Tu pensamiento era un pensamiento trascendente. Se dirigía a todas las naciones, de todos los siglos. Y por eso, también llegaba hasta nosotros. Hasta mi humilde persona, hasta todos los que leen estas líneas. Y a todos nos dice Jesús que si queremos ser “dichosos”, “bienaventurados”, debemos vivir, encarnar las verdades de la que algunos llaman Utopía cristiana. Todos hemos de seguir el camino de la propia “divinización”, sabiendo que nuestro paso por este mundo de carne y vino debe ser el desfile de unos enérgicos soldados que procuramos servir a los demás, y que, por los demás, nos esforzamos y trabajamos. Sin concesiones, sin adoraciones, sin idolatrías. 

LA VISIÓN DE AMÓS. Hay un pequeño Profeta del Antiguo Testamento que me impresiona cada vez que lo leo. Tiene un lenguaje con una gran carga social. Escribe como si te hubiera escuchado, Jesús de Nazaret. Se llama Amós. Había nacido cerca de Jerusalén. Trabajaba de ganadero y granjero. Y, llamado por Dios, clamó contra las injusticias, en un verdadero catálogo de denuncias. Dijo: “¡Ay de aquellos que se sienten seguros en Sión, y de los confiados en la montaña de Samaria...” “Acostados en camas de marfil, arrellanados en sus lechos, comen corderos del rebaño. Y becerros sacados del establo, canturrean al son del arpa, se inventan, como David, instrumentos de música, beben el vino en copas, con aceite exquisito se ungen, mas no se afligen por el desastre de José. Por eso, ahora van a ir al cautiverio a la cabeza de los deportados. Y cesará la orgía de los comodones” (Capítulo 6). Y en el Capítulo 8, Amós clama: “Escuchad esto los que pisoteáis al pobre y queréis suprimir a los humildes de la tierra, diciendo: ´¿Cuándo pasará el Novilunio, para poder vender el grano, y el Sábado para dar salida al trigo, achicando la medida y aumentando el peso, falsificando balanzas de fraude, comprando por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta los deshechos del grano?´” 

Gracias, Jesús de Nazaret, por habernos enseñado, mostrado el camino de la Buena Nueva, de la Salvación, de la Felicidad eterna, aunque este camino a veces nos parece muy exigente y difícil.